¿Causará Donald Trump más pobreza en Centroamérica?
Martin Reischke
4 de enero de 2017
Los países centroamericanos del Triángulo Norte se verían aún más afectados que México por las políticas de Donald Trump, ya que sus economías dependen más fuertemente de las remesas.
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Tras la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de EE.UU., los medios han puesto sus ojos en México y en lo que podría significar una nueva política migratoria de EE.UU. para el país vecino. No obstante, son los países centroamericanos del llamado Triángulo Norte (Guatemala, Honduras y El Salvador) que se verían todavía más afectados por un cambio brusco en las políticas migratorias de EE.UU. Aunque México pone la mayor parte de los migrantes hispanos viviendo en EE.UU., en términos de efectos económicos que tienen en su país de origen, la situación se ve muy diferente.
Con alrededor de un dos por ciento del producto interno bruto (PIB), las remesas no tienen un mayor impacto en la economía mexicana. Todo lo contrario en el Triángulo Norte: según cifras del Banco Mundial, en Guatemala, las remesas constituyen un 10 por ciento de la economía, en El Salvador y Honduras llegan incluso hasta más del 15 por ciento del PIB. Por lo tanto, una deportación masiva de migrantes de EE.UU. tendría fuertes repercusiones económicas y sociales en estos países.
"Se pueden ver seriamente afectados por las condiciones económicas que significa una pérdida de la contribución de remesas que hace la población migrante", dice Úrsula Roldán, directora del Instituto de Investigación sobre Dinámicas Globales y Territoriales de la Universidad Rafael Landívar en Guatemala. Destaca que "las condiciones de pobreza no han empeorado más por la migración a EE.UU.", algo que podría cambiar en un futuro cercano.
Por el momento, todavía reina la incertidumbre. „No estamos seguros hasta dónde llegarán las políticas migratorias del nuevo Presidente Trump", dice Lisa Haugaard, directora de la ONG estadounidense Latin America Working Group, basada en Washington, D.C. Ya que los Republicanos en el Congreso estadounidense bloquearon una amplia reforma migratoria, el Presidente Obama definió su política migratoria a través de órdenes ejecutivas que no tienen que pasar por el parlamento. Son justamente estas órdenes que ahora pueden ser fácilmente revocadas por el nuevo Presidente – con graves consecuencias para los migrantes que viven en EE.UU.
Un ejemplo de una orden ejecutiva es la llamada Acción diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés). Esta política beneficia a migrantes indocumentados que llegaron a EE.UU. de niños y que tienen un cierto grado de educación, dándoles una residencia temporal, acceso a becas universitarias y permisos de trabajo.
Según Haugaard, "Trump ya ha dicho que lo va a revocar". Otra política que puede cambiar con el nuevo gobierno es el Estatus de Protección Temporal (TPS, por sus siglas en inglés). Actualmente, muchos centroamericanos especialmente de El Salvador y Honduras gozan de este estatus, ya que llegaron a EE.UU. huyendo de diferentes desastres naturales en sus países. "El gobierno de Trump podría fácilmente revocar esta política, así afectando a millones de personas", dice Haugaard.
Muchas organizaciones de la sociedad civil que han criticado el aumento en los números de deportaciones bajo el gobierno de Obama, ahora tienen que repensar su postura. "El solo hecho de que las políticas de deportación de Obama eran malas no significa que la situación no se pudiera empeorar todavía.", opina Haugaard. Ante este panorama sombrío, parece que muchas personas están tratando de ingresar a EE.UU. antes de que asuma el nuevo Presidente. Aunque no se sabe a ciencia cierta, "es muy probable que los flujos migratorios estén en aumento", dice la experta Úrsula Roldán.
Día Mundial del Migrante: El campamento de refugiados Kakuma o "la nada"
Cada 18 de diciembre se recuerda a millones de migrantes. Kakuma, en Kenia, es uno de los campamentos más grandes del mundo, que acoge a desterrados por las guerras y el hambre desde hace 25 años. DW visitó dicho campo.
Imagen: DW/R. Klein
Cientos de miles de humanos en "la nada"
"Kakuma" quiere decir en kiswahili algo así como "la nada". Ubicado a unos 100 kilómetros de la frontera con Sudán del Sur está en medio de una zona seca y cálida. Aquí viven, más mal que bien, unas 180.000 personas en cabañas o casas de adobe. Sus residentes huyen de la guerra o el hambre en Sudán y Sudán del Sur, Somalia, Uganda y otros países vecinos.
Imagen: Johanniter/Fassio
No paran de llegar refugiados, todos los días
Kakuma fue construido para albergar a 125.000 personas, pero desde su apertura no han parado de llegar personas en busca de refugio. Cada mes se suman unas mil o dos mil personas. Teresa Akong Anthony, en la imagen, vino desde el sur de Sudán hace dos semanas. Ahora espera a la sombra de una choza que ella y sus tres hijos sean registrados como refugiados. La temperatura hoy es de 37 grados.
Imagen: DW/R. Klein
¿Nacionalidad? Refugiado
Kakuma está lleno de jóvenes: más del 60 por ciento de los habitantes tienen menos de 17 años de edad. Muchos han nacido o se han criado en el campo. Para ellos, la palabra "casa" es difícil de definir. A menudo, no tienen ninguna relación con su país de origen, pero tampoco son kenianos. Se trata de jóvenes nacidos como refugiados.
Imagen: DW/R. Klein
Madre malnutrida, bebé malnutrido
Kandida Nibigira huyó de la violencia en Burundi hace tres años. Aquí vive con sus ocho hijos en una choza de barro. La vida para toda la familia es un inmenso reto diario: temperaturas alrededor de los 40 grados, suelo muy seco y poca comida. "Comemos sólo una vez al día", dice esta mujer de 38 años de edad, que intenta dar pecho a su hijo, a pesar de su propia malnutrición.
Imagen: DW/R. Klein
No hay suficiente dinero para la comida
En este campo de refugiados operado por ACNUR se distribuyen alimentos unas dos veces al mes. Si los residentes muestran su tarjeta de racionamiento, reciben aceite, mijo, frijoles, maíz fortificado y jabón. Debido a que no hay suficiente dinero disponible, las raciones de diciembre se redujeron a la mitad. La comida debe ahora alcanzar para todo un mes.
Imagen: DW/R. Klein
El hambre desespera
Hacer colas para recibir las respectivas raciones demora hasta cinco horas. Los trabajadores son aislados por una malla de alambre para protegerlos de la violencia que puede surgir ante la desesperación de la escasez y el hambre.
Imagen: DW/R. Klein
Un campamento convertido en “ciudad”
Además de las tarjetas de racionamiento, los residentes del campo obtienen vales que pueden canjear en ciertas tiendas. En los últimos 25 años, Kakuma se ha convertido en una pequeña ciudad. En el mercado se compran y venden cosas de uso cotidiano: alimentos, herramientas, artículos eléctricos o tarjetas SIM.
Imagen: DW/R. Klein
Mucha gente, poco trabajo
Los refugiados en Kakuma sólo pueden trabajar con un permiso especial, pero hay poco trabajo. Algunos trabajan para organizaciones benéficas. Para aumentar sus posibilidades laborales, hay proyectos individuales de formación. Aquí, tanto los refugiados como la población local pueden formarse en carpintería, electricidad y costura.
Imagen: DW/R. Klein
Sin familia ni educación
"Quiero ser una enfermera," dice Kamuka Ismali Ali, quien huyó de la guerra en el sur de Sudán. "Todavía no sé si mi familia vive”. Kamuka, de 20 años de edad, asiste a una escuela en Kakuma y quiere graduarse. "Cuando la guerra termine, ansío poder volver a ver a mi familia y ayudarla".
Imagen: DW/R. Klein
Integración: auto-sustento y convivencia
Gracias a la ayuda internacional, los habitantes de este campo de refugiados pueden recibir la atención más urgente. Debido a que Kakuma crece todos días y los refugiados son separados de la población local, unas 60.000 personas serán reubicadas en otro nuevo campo, a unos 20 kilómetros de distancia. La idea es promover el auto-sustento de los refugiados y la convivencia con locales.