Desde que el presidente francés, Emmanuel Macron, planea erigir en Chad un centro para decidir sobre solicitudes de asilo, el país se encuentra el en centro del debate sobre la migración.
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Chad, un país de aproximadamente 14 millones de habitantes, se convirtió de pronto en un tema destacado en el debate internacional sobre migración. El motivo es el propósito del presidente francés, Emmanuel Macron, de establecer allí un centro de asilo, algo que también está planeado para el vecino Níger. El objetivo es decidir en territorio africano sobre la concesión de asilo.
Francia se propone acoger hasta 3.000 personas de ambos países. La idea no es nueva: en 2016, Estados Unidos concedió asilo de esa forma a 523 personas. El Gobierno de Trump, sin embargo, redujo el número de beneficiaros de asilo a 99, entre enero y septiembre de 2017.
Mejor protección
El portavoz de ACNUR en la capital de Chad, Ibrahima Diane, respalda la idea de seleccionar ya en África a los solicitantes de asilo. "Para los refugiados significa que por fin obtienen una mejor protección, acorde a sus necesidades”, apunta. La puesta en práctica de los planes galos corresponderá a la Oficina Francesa de Protección de los Refugiados y Apátridas (Ofpra), pero todavía no se conocen detalles acerca de cómo funcionará el centro.
En octubre, enviados franceses sostuvieron más de 200 conversaciones con potenciales asilados; una cifra ínfima teniendo en cuenta los casi 408.000 refugiados que viven actualmente en Chad. Más de 322 mil de ellos tuvieron que abandonar sus hogares durante el conflicto de Darfur y han quedado varados allí. A igual que otros, procedentes de otros países, no tienen perspectivas de retornar pronto a sus patrias.
Argumentos en contra
La idea de los centros de asilo no convence, en cambio, a Béral Mbaikoubou, un parlamentario de oposición: "Partimos de la base de que atraerán a más personas. Existe el riesgo de que todos los que desean presentar una solicitud de asilo se pongan en marcha rumbo a Chad”. A eso se liga el temor de que éste se convierta cada vez más en un país de tránsito. El año pasado, el presidente Idriss Déby afirmó durante una visita a Alemania que el 90 por ciento de los emigrantes de Níger llegan a Libia a través de Chad. No obstante, no hay cifras verificables.
De acuerdo con el Índice de Desarrollo de la UNO, Chad es el tercer país más pobre del mundo. Debido la caída del precio del petróleo, se encuentra sumido en una grave crisis. Pero los entendidos no temen una oleada de emigración de sus propios ciudadanos. "La gente está más ocupada con la lucha diaria por la supervivencia y el complejo clima social”, dice el político opositor Mbaikoubou, que denuncia las crecientes restricciones de libertades básicas, como la de opinión.
En Yamena se especula, por otra parte, que puede haber un cálculo político detrás de todo el asunto. Desde la cumbre de Malta de 2015, existen numerosos fondos para financiar proyectos dirigidos a combatir los motivos de la migración en su origen. Tras una reunión en París, en septiembre de 2017, el presidente Déby dijo haber recibido promesas de asistencia por montos cercanos a los 15.000 millones de euros. El PIB de Chad no alcanza a los 10.000 millones de euros anuales.
Día Mundial del Migrante: El campamento de refugiados Kakuma o "la nada"
Cada 18 de diciembre se recuerda a millones de migrantes. Kakuma, en Kenia, es uno de los campamentos más grandes del mundo, que acoge a desterrados por las guerras y el hambre desde hace 25 años. DW visitó dicho campo.
Imagen: DW/R. Klein
Cientos de miles de humanos en "la nada"
"Kakuma" quiere decir en kiswahili algo así como "la nada". Ubicado a unos 100 kilómetros de la frontera con Sudán del Sur está en medio de una zona seca y cálida. Aquí viven, más mal que bien, unas 180.000 personas en cabañas o casas de adobe. Sus residentes huyen de la guerra o el hambre en Sudán y Sudán del Sur, Somalia, Uganda y otros países vecinos.
Imagen: Johanniter/Fassio
No paran de llegar refugiados, todos los días
Kakuma fue construido para albergar a 125.000 personas, pero desde su apertura no han parado de llegar personas en busca de refugio. Cada mes se suman unas mil o dos mil personas. Teresa Akong Anthony, en la imagen, vino desde el sur de Sudán hace dos semanas. Ahora espera a la sombra de una choza que ella y sus tres hijos sean registrados como refugiados. La temperatura hoy es de 37 grados.
Imagen: DW/R. Klein
¿Nacionalidad? Refugiado
Kakuma está lleno de jóvenes: más del 60 por ciento de los habitantes tienen menos de 17 años de edad. Muchos han nacido o se han criado en el campo. Para ellos, la palabra "casa" es difícil de definir. A menudo, no tienen ninguna relación con su país de origen, pero tampoco son kenianos. Se trata de jóvenes nacidos como refugiados.
Imagen: DW/R. Klein
Madre malnutrida, bebé malnutrido
Kandida Nibigira huyó de la violencia en Burundi hace tres años. Aquí vive con sus ocho hijos en una choza de barro. La vida para toda la familia es un inmenso reto diario: temperaturas alrededor de los 40 grados, suelo muy seco y poca comida. "Comemos sólo una vez al día", dice esta mujer de 38 años de edad, que intenta dar pecho a su hijo, a pesar de su propia malnutrición.
Imagen: DW/R. Klein
No hay suficiente dinero para la comida
En este campo de refugiados operado por ACNUR se distribuyen alimentos unas dos veces al mes. Si los residentes muestran su tarjeta de racionamiento, reciben aceite, mijo, frijoles, maíz fortificado y jabón. Debido a que no hay suficiente dinero disponible, las raciones de diciembre se redujeron a la mitad. La comida debe ahora alcanzar para todo un mes.
Imagen: DW/R. Klein
El hambre desespera
Hacer colas para recibir las respectivas raciones demora hasta cinco horas. Los trabajadores son aislados por una malla de alambre para protegerlos de la violencia que puede surgir ante la desesperación de la escasez y el hambre.
Imagen: DW/R. Klein
Un campamento convertido en “ciudad”
Además de las tarjetas de racionamiento, los residentes del campo obtienen vales que pueden canjear en ciertas tiendas. En los últimos 25 años, Kakuma se ha convertido en una pequeña ciudad. En el mercado se compran y venden cosas de uso cotidiano: alimentos, herramientas, artículos eléctricos o tarjetas SIM.
Imagen: DW/R. Klein
Mucha gente, poco trabajo
Los refugiados en Kakuma sólo pueden trabajar con un permiso especial, pero hay poco trabajo. Algunos trabajan para organizaciones benéficas. Para aumentar sus posibilidades laborales, hay proyectos individuales de formación. Aquí, tanto los refugiados como la población local pueden formarse en carpintería, electricidad y costura.
Imagen: DW/R. Klein
Sin familia ni educación
"Quiero ser una enfermera," dice Kamuka Ismali Ali, quien huyó de la guerra en el sur de Sudán. "Todavía no sé si mi familia vive”. Kamuka, de 20 años de edad, asiste a una escuela en Kakuma y quiere graduarse. "Cuando la guerra termine, ansío poder volver a ver a mi familia y ayudarla".
Imagen: DW/R. Klein
Integración: auto-sustento y convivencia
Gracias a la ayuda internacional, los habitantes de este campo de refugiados pueden recibir la atención más urgente. Debido a que Kakuma crece todos días y los refugiados son separados de la población local, unas 60.000 personas serán reubicadas en otro nuevo campo, a unos 20 kilómetros de distancia. La idea es promover el auto-sustento de los refugiados y la convivencia con locales.