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Chances y riesgos para la oposición venezolana

Evan Romero-Castillo (CHP)7 de diciembre de 2015

En Venezuela, la alianza de opositores antichavistas celebró los resultados de los comicios parlamentarios como si fueran los de una elección presidencial; pero su triunfo avasallante entraña grandes peligros y desafíos.

Imagen: Reuters/C. Garcia Rawlins

Este 6 de diciembre en Venezuela, la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) –la coalición de los partidos opositores antichavistas– celebró los resultados de los comicios legislativos como si fueran los de una elección presidencial o un referendo revocatorio. Hasta la madrugada de este lunes (7.12.2015) no se conocía con exactitud cuántos asientos ocuparían en la Asamblea Nacional; pero, con 99 escaños asegurados de entre los 167 disponibles, los adversarios del Gobierno de Nicolás Maduro parecían tener buenas razones para festejar tempranamente.

“No creo exagerar cuando digo que estas elecciones permitirán instaurar un sistema político semiparlamentario en Venezuela, devolverle a los poderes públicos locales la independencia que les corresponde y pasar de un autoritarismo presidencial sin contrapeso a un Estado con un poder dual, donde el Parlamento puede aspirar a prerrogativas tan incisivas como las del Ejecutivo”, sostiene Fernando Mires, profesor emérito de la Universidad de Oldenburg y comentarista habitual de la crisis institucional venezolana.

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“Considerando la cantidad de distorsiones electorales orquestadas por el chavismo desde el referendo constituyente de 1999 hasta hoy, cabe decir que la euforia de la MUD está justificada, aún cuando la magnitud de la victoria de la oposición todavía está por ser determinada. Al contrario de lo que ocurre en otros países, en Venezuela se presta mucha atención al tipo de mayoría obtenida por un actor político u otro porque las implicaciones son importantes”, explica Ivo Hernández, de la Universidad de Münster.

“Una victoria de índole moral”

“En Venezuela, la Asamblea Nacional consta de 167 curules. Es posible ganar unas elecciones parlamentarias por mayoría simple –que implica la obtención de 84 escaños, como mínimo–, por mayoría calificada de tres quintos y por mayoría calificada de dos tercios. Si la oposición acumula 113 asientos en la Asamblea Nacional, ella se vería en capacidad de tomar muchas decisiones importantes, a pesar de que el sistema político está blindado a favor del presidente”, agrega Hernández.

“La oposición se podría pronunciar sobre el nombramiento de oficiales claves para el funcionamiento cabal de los poderes públicos, incluidos el Poder Judicial y el Electoral. Ella también podría dar pasos grandes, como recuperar la instancia de una asamblea controladora, y pasos más pequeños aunque igualmente vitales para la democracia, como la readmisión de periodistas independientes en el seno del Congreso; algo elemental que se perdió durante la hegemonía parlamentaria del chavismo”, dice el experto de Münster.

Maduro en la sesión parlamentaria del 8 de octubre de 2013, donde recibió poderes especiales para luchar contra la corrupción y enfrentar la crisis económica.Imagen: Reuters

“Es cierto, las de este 6 de diciembre no fueron elecciones presidenciales”, admite Hernández. “Pero es que la victoria de la oposición fue ante todo de índole moral porque ella participó en el juego político venezolano y ganó a pesar de haberse visto obligada a seguir las reglas elásticas y tramposas del régimen, y forzada a apegarse a regulaciones –como la Ley del Proceso Electoral de 2009– que presentan vicios anticonstitucionales destinados a favorecer al chavismo. Esa no es una opinión mía, ese es un desafuero fácil de comprobar”.

Morir de éxito

No obstante, algunos analistas ven peligros en el futuro inmediato de la oposición antichavista. Mires es uno de ellos. A sus ojos, es tan probable que se presenten fracturas en el seno del PSUV, tras la derrota que sufrió en las urnas, como en el corazón de la MUD, tras haber superado con éxito el reto electoral que la mantuvo cohesionada durante tanto tiempo. “En la MUD no hay alianzas programáticas ni ideológicas; esa es una coalición electoral y como tal hay que valorarla”, señala Mires.

“Sin embargo, ahora comienza un período complicado. En la MUD hay dirigentes con agendas cortoplacistas que seguramente saldrán a hacer política por su cuenta. Los unos procurarán que se destituya a Maduro mañana mismo y otros favorecerán el diálogo. Eso es lo peor que le puede pasar a la MUD en este instante y, a mi juicio, esa es la última esperanza del Gobierno de Maduro: que la discordia cunda en la MUD”, apunta el observador de Oldenburg. “Todas las condiciones están dadas para la desmembración de la MUD”, insiste Mires.

“Lo ideal sería que sus integrantes llegaran al acuerdo de discutirlo todo, sin tabúes, a puerta cerrada, para luego asumir una posición unificada –consensuada y disciplinada– en la Asamblea Nacional”, enfatiza el especialista. Según Hernández, las nuevas circunstancias propician la distensión del debate político venezolano, caracterizado desde hace años por la radicalización de los discursos y la intransigencia. “Ahora, los diputados chavistas se verán en la necesidad de entablar diálogos ya no con el talante de quien hace concesiones, sino de quien negocia con los representantes de la mayoría del país”, subraya el catedrático de Münster.

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