A 30 años de la catástrofe de Chernobil, ecologistas ucranianos esperan un decreto presidencial para la creación de una reserva natural en la zona de exclusión. Pero el lobby industrial tiene otros planes.
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La idea no es nueva. Ya hace diez años, el Instituto de Zoología y Botánica de la Academia Ucraniana de Ciencias había sugerido la posibilidad de crear una reserva natural en la zona de exclusión de 30 kilómetros en torno a la central nuclear de Chernobil. El Parlamento apoyó la idea, en la que el Ministerio de Medio Ambiente, junto a las autoridades locales y la agencia oficial para la gestión de la zona de exclusión jugarían un papel central.
Al mismo tiempo se decidió entonces que el área industrial de 5 a 10 kilómetros en torno a la planta no debía formar parte de la reserva. Hace un año, el Ministerio de Medio Ambiente redactó el decreto que prevé la creación de una reserva de la biosfera para que el presidente Petro Poroshenko lo aprobara. “Todos los documentos necesarios están en manos del mandatario”, dijo en marzo la actual ministra de Medio Ambiente de Ucrania, Anna Wronska. Solo falta su firma, algo que aún no ocurre.
Las autoridades se resisten
El jefe del Centro Ecológico de Ucrania, Jaroslaw Mowtschan, dijo a DW que el establecimiento de la reserva se está retrasando debido a que las autoridades de su país no se imaginan un área natural tan extensa. “La mayoría de las reservas en Ucrania no tienen más de 30 mil hectáreas, y acá estamos hablando de una de 227 mil”, apunta.
También sospecha que las industrias no están dispuestas a abandonar las posibilidades de explotación en un área con bosques, campos y pantanos. Incluso la administración de la zona de exclusión teme que haya pérdidas si se crea una reserva. Por ejemplo, en esa zona una empresa pretendía producir aceite de colza para la industria. “En otras partes de Ucrania hay millones de hectáreas de tierra. También se puede cultivar lo mismo en Dnipropetrovsk o Lviv, no hay ninguna necesidad de que eso se haga en la zona de exclusión, que en algunos lugares está tan contaminada con radionucleidos que no se podrá producir nada allí por los próximos 100 o mil años”, dice Mowtschan.
¿Fábricas o naturaleza?
Los ecologistas están también preocupados porque el ministro de Desarrollo Regional, Hennadij Subko, declaró hace poco que existe la idea de que es necesario achicar la zona de exclusión. Los terrenos así ganados podrían ser utilizados para la producción de energías renovables en el futuro. Tras esas declaraciones se encuentran los intereses de varias empresas, presume Hryhori Martschuk, del Ministerio de Medio Ambiente. Él está convencido de que la zona de exclusión, muy boscosa, no es apta para ese tipo de desarrollo. En conversación con DW, Martschuk señaló que lo que se quiere en realidad es “generar electricidad a partir de la incineración de madera”.
Serhij Paskewytsch, del Instituto de Asuntos de Seguridad Nuclear de la academia Ucraniana de Ciencias, por su parte, sostiene que la generación de fuentes de energía renovables u otras actividades financieras en la zona de exclusión no son rentables. “Para recultivar el suelo contaminado y renovar la infraestructura se necesitan enormes cantidades de recursos. Además, se expondría al personal a radiación y todo lo que se use en esas labores tendría que ser permanentemente controlado. Se debe expandir la economía en áreas seguras donde vive gente y hay infraestructura para ello”, afirma Paskewytsch.
Reserva protegida por la Unesco
A 30 años del accidente nuclear, el ecosistema de la zona de exclusión ha vuelto a surgir gracias a que no existe prácticamente intervención humana. En el lugar vive cientos de ciervos, alces y miles de corzos y jabalíes, además de enormes manadas de caballos de Przewalski, lobos y linces. El ecologista Jaroslaw Mowtschan cree que se podría crear, en conjunto con la reserva natural que existe en el lado bielorruso, una reserva de la biosfera internacional bajo el auspicio de la Unesco.
La actividad científica que se desarrolle en el lugar podría ser financiada por el Fondo Mundial para el Medio Ambiente. Sería también muy bueno, dice Mowtschan, si organizaciones de protección del medio ambiente europeas se manifiestan a favor de la reserva. “O dejamos que allí impere el caos y actividades económicas mal controladas, o se crea una zona de protección natural que sería de gran utilidad para Ucrania, Europa y el mundo”, subraya el investigador.
30 años de Chernobil, el legado soviético
Los sobrevivientes de Chernobil siguen luchando para que se reconozca el impacto del desastre 30 años después. Filip Warwick habló con la gente del lugar y exploró la Zona de exclusión en el aniversario de la explosión.
Imagen: DW/F. Warwick
Recordando a los seres queridos
Treinta y una personas murieron por la radiación tres meses después de la explosión en la planta de Chernobil, entonces parte soviética de Ucrania. Muchas murieron posteriormente, como bomberos y personal de rescate, porque no tenían conciencia del peligro de la radiación. Más de 90.000 trabajadores construyeron el sarcófago para contener al cuarto reactor dañado.
Imagen: DW/F. Warwick
Superviviente con suerte
Sergei Novikov es uno de los pocos afortunados. En 1986, estuvo seis meses como miembro del equipo de seguridad en Pripyat, a tres kilómetros del reactor cuatro de Chernobil. En la llamada Zona de exclusión, Novikov tuvo una experiencia muy cercana a la muerte, posiblemente relacionada con la radiación. Estuvo hospitalizado durante más de un año y le dijeron que solo tenía algunos meses de vida.
Imagen: DW/F. Warwick
Contando los días
La mujer de Novikov, Raisa, tenía un calendario mientras su marido trabajaba en Chernobil. Marcaba con una cruz amarilla los días que él trabajaba allí, y en azul, los días que recibía carta de su esposo. Los conocidos como "liquidadores" era personal civil y militar reclutado para lidiar con las consecuencias del desastre. Entre 600.000 y 800.000 mil personas se encargaron de la limpieza.
Imagen: DW/F. Warwick
Icono de Chernobil
El icono del salvador de Chernobil representa a Jesucristo en el cielo recostado junto a la madre de Dios y al arcángel Miguel. Debajo se halla el paisaje infértil orginado por el desastre de Chernobil así como aquéllos que murieron por la radiación. Jesús bendice a las figuras en blanco, trabajadores y personal militar, que sacrificaron sus vidas para contener la explosión y salvar vidas.
Imagen: DW/F. Warwick
Solos después del desastre
Nail Mardagalimov es el jefe de la Asociación Kramtorsk para la Rememoración de Chernobil y uno de los miles de hombres enviados a la Zona de exclusión como liquidadores. Los supervivientes han luchado durante décadas para que se les compense con una pensión. "Todos pusimos nuestras fuerzas y salud para salvar nuestro país. Y ahora nos han dejado solos", dijo él a DW.
Imagen: DW/F. Warwick
Bajo el cielo contaminado
Una muñeca está en el suelo de una guardería en Kopachi. El pueblo sigue aún abandonado y muy contaminado por la radiación equivalente a 20 veces las bombas atómica de Hiroshima y Nagasaki.
Imagen: DW/F. Warwick
La última habitante
La ciudad más grande de la Zona de exclusión era Zalysia, de unos 3.500 habitantes. Fueron evacuados entre 1986 y 1987. Algunos se integraron en la difícil sociedad soviética y alrededor de 1.000 regresaron a la zona. La última habitante de Zalysia, Rosalia, murió en diciembre pasado con más de 80 años en la casa (imagen) donde creció y vivió antes de ser evacuada.
Imagen: DW/F. Warwick
Ciudad fantasma
A tres kilómetros de la planta, Pripyat, fue construida como ciudad utopía por la élite soviética. La gente procedía de Moscú, Leningrado y Kiev, atraída por el alto nivel de vida. Un gremio de compañías occidentales está construyendo un sarcófago móvil que cubrirá el reactor cuatro siniestrado y a su envejecido sacorfágo. Se supone que la obra se finalizará en 2017.
Imagen: DW/F. Warwick
De regreso a la naturaleza
Este centro de deportes fue una de las instalaciones que contribuían a la alta calidad de vida en Pripyat. Atletas soviéticos de renombre visitaban con frecuencia la ciudad.
Imagen: DW/F. Warwick
Escuela número 3
Un tercio de la población en Pripyat era menor de 18 años, alrededor de 17.000 personas. La ciudad tenía quince escuelas primarias, cinco secundarias y una facultad técnica.
Imagen: DW/F. Warwick
Saqueo
Cientos de máscaras de gas están dispersas por el piso en la escuela número 3 de Pripyat. Los ladrones las sacaban de los almacenes para extraer pequeñas cantidades de plata en los filtros. Las máscaras eran una parte indispensable de las clases de defensa personal, donde los escolares eran entrenados para casos de emergencias atómicas, biológicas y químicas.
Imagen: DW/F. Warwick
Memorial soviético
Pripyat no parece que se sienta parte de Ucrania, nos dice el guía Vita Polyakova. "Este es un memorial de la Unión Soviética y los errores que uno puede extraer de la forma de vida soviética."