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Chile: “De la tortura no se habla“

Eva Usi
11 de septiembre de 2018

A 45 años del golpe de Estado contra Allende, una muestra del fotoperiodista chileno José Giribás da voz a los sobrevivientes de la dictadura de Pinochet que denuncian el pacto de silencio entre los torturadores.

Chile Bildergalerie Überlebende Dikatur | Ausstellung Fotojournalist José Giribás
Imagen: José Giribás

Una exposición que se presenta en Berlín reúne una treintena de imágenes en blanco y negro de sobrevivientes que accedieron a ser fotografiados por José Giribás y presentan su testimonio, así como fotografías a color de lo que queda de unos 13 centros clandestinos de detención y de tortura, de un total de 1.200 que hubo en Chile.

Entre ellos figura el Estadio Nacional, en Santiago, el cuartel Yucatán conocido como Londres 38, la Villa Grimaldi, en las afueras de Santiago, o Venda Sexy, en donde las víctimas eran torturadas sexualmente. Algunas propiedades fueron confiscadas y ahora se encuentran nuevamente bajo propiedad privada, otras siguen siendo utilizadas por las fuerzas militares y la policía. Solo Villa Grimaldi y Londres 38 son mantenidos como lugar de la memoria con fondos del Estado.

Unas 40.000 personas fueron encarceladas y torturadas durante la dictadura de Pinochet. Más de 3.200 fueron asesinadas por el régimen militar y 1.132 continúan desaparecidas.

"Mi intención es darle una tribuna a miles de compañeros y compañeras que no tienen ningún espacio en esa sociedad neoliberal, que molestan, porque no tienen voz en Chile. Nadie se ocupa de ellos, tienen que luchar personalmente por recuperar la memoria", afirma Giribás, en conversación con DW.

Samuel Houston Dreckmann es uno de los testigos y sobrevivientes que llegó a Alemania para presentar su testimonio. Cuando ocurrió el golpe, el 11 de septiembre de 1973, Houston era militante del Partido Socialista de Chile y era el encargado nacional de comunicaciones internas del partido. A la sazón tenía 24 años.

Llevaba seis meses en la clandestinidad cuando fue detenido junto a una compañera por agentes vestidos de civil. Fueron entregados a la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA). Durante un año y medio vivió un infierno en ocho distintos centros de detención. Fue obligado a presenciar la tortura brutal de su compañera. "La soltaron y la detuvieron una semana después, ella tenía un hijo de cinco años, amenazaron a su madre y a su hermano y ella negoció su vida a cambio de información".

Samuel Houston, izquierda, y José Giribás, derecha. Imagen: DW/E. Usi

La tortura no se olvida

Ella delató a muchos compañeros socialistas y comunistas, y se convirtió en analista de fichas y documentos para salvar su vida. "En 1992 volvió a Chile porque había emigrado a Alemania con la ayuda de la iglesia. Cuando volvió delató a la estructura completa de la DINA, en declaraciones entregadas al juez Mario Carroza".

Houston Dreckmann destaca que quien ha sufrido tortura no la puede superar nunca. Y recuerda él mismo los peores momentos que sufrió, sobre todo en el centro de Londres 38 y el de Tejas Verdes, en San Antonio. Fueron golpes, patadas y descargas eléctricas en todo el cuerpo, recuerda. Hubo momentos en los que vio estrellas. "Estaba tirado boca arriba y me tiraban agua para aplicar la corriente, y de pronto se me escurrió la venda y vi a mi torturador encima".  Era Miguel Krassnoff, uno de los subjefes de la DINA, tercero en mando después de Manuel Contreras, al que demandó judicialmente y que se encuentra preso en el penal de Punta Peuco, cumpliendo condenas por más de 400 años por crímenes de lesa humanidad.

"No se le puede dar vuelta a la página", dice. El ahora activista de Derechos Humanos que fue presidente de la Corporación Sitio de Memoria ex Clínica Santa Lucía, señala que se trabaja a favor de la Verdad, la Justicia, la Reparación y la Memoria. "La verdad ha sido poca porque hay un pacto de silencio entre los agentes, lo niegan todo, la verdad está oculta, está siendo tergiversada, tampoco ha habido voluntad política para enfrentar reparaciones integrales y ha habido muy poca justicia". Samuel Houston dice que no se tiene ningún caso de un torturador arrepentido. Pese a que hay algunos casos con altas condenas, a muchos les aplicaron media pena, les aplicaron la Ley de Amnistía, fueron detenidos cuando ya eran viejos. Actualmente hay unos 150 detenidos por crímenes cometidos durante la dictadura militar.

Son pocos los centros de detención clandestinos que son ahora lugares de la Memoria.Imagen: José Giribás

Desde la oposición a Allende

"Esperábamos las armas que nunca llegaron", cuenta José Giribás.  Al enterarse del golpe de Estado, él y sus compañeros tomaron la fábrica de bebidas en donde trabajaban, en Santiago. "Estuvimos tres noches encerrados en esa fábrica y qué bueno que no llegaron las armas porque no habría sabido cómo utilizar una", bromea el ahora reconocido fotógrafo.

A la sazón Giribás pertenecía al Frente de Trabajadores Revolucionarios, una ala de Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR), que reclamaba al Gobierno de Allende cambios más radicales. También participaba en los cordones industriales, una alternativa a los sindicatos en la época, que aglutinaba a las escuelas, las fábricas y a barrios completos que se movilizaban juntos. "Eso indudablemente que le molestaba al gobierno de izquierda, y también significó que fuimos enemigos mucho más interesantes para la dictadura tras el golpe", destaca Giribás, que llegó meses después, en mayo de 1974, al entonces Berlín Occidental, con una beca para estudiar en la Universidad Libre de Berlín.

Giribás volvió a Chile en 1986 para trabajar como corresponsal para medios alemanes.  En 1988 le entusiasmó el pleibiscito en el que ganó el No, que condujo al fin de la dictadura y al período de transición. Pero se dio cuenta de que la democracia era negociada cuando en la primera conferencia de prensa del presidente Patricio Aylwin, apareció con el mismo jefe de prensa de Pinochet. Federico Willoughby. "Decían que el hombre había cambiado, pero era un símbolo que a nosotros nos dolía".

"Perdí a mi familia en Chile. No pude estar en el funeral de mis padres, perdí mi país y mi cultura. Tengo hijos y si quiero regresar, ellos no irán conmigo, tienen otro mundo. Esos son quiebres serios, esa es la parte que me duele a mi de la dictadura y siempre me trato de desquitar y lo hago con la única arma que tengo que es la cámara fotográfica", afirma.

La muestra, titulada "De la tortura no se habla", se exhibe de manera paralela en la galería de la Fundación Michael Horbach en la ciudad de Colonia, y en el centro de prensa Bundespressekonferenz en Berlín. Esta última fue inaugurada por el secretario de Estado del Ministerio Alemán de Relaciones Exteriores, Walter J. Lindner. Posteriormente será exhibida en la Galería Tapir, en el marco del llamado Mes Europeo de la Fotografía.

Autora: Eva Usi (ER)

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