El desafío de entregar medidas de reparación para las víctimas de Colonia Dignidad, cobra actualidad en medio de la crisis social y los cuestionamientos por las recientes violaciones a los Derechos Humanos en Chile.
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En medio de una serie de obstáculos, el trabajo para establecer un sitio de memoria en Colonia Dignidad sigue su avance. Ahora se suman dificultades propias de la crisis social que vive Chile, con la postergación de la reunión de la comisión mixta chileno-alemana.
Esta instancia debe revisar la propuesta de sitio de memoria y centro de documentación, presentado recientemente por el grupo de cuatro expertos de ambos países. Como parte de esta tarea conjunta, la chilena Elizabeth Lira, psicóloga con vasta experiencia en temas de memoria y reparación para víctimas de violaciones a los derechos humanos en América Latina, está visitando Alemania y conociendo el trabajo en este campo.
Deutsche Welle: ¿Qué dificultades enfrenta la tarea de establecer un sitio de memoria?
Elizabeth Lira: Hay por lo menos dos grupos de víctimas. Están quienes sufrieron violaciones a los derechos humanos por parte del estado de Chile, y los adultos que de niños fueron abusados sexualmente. Los primeros son un grupo más organizado, con claridad en que la colonia fue un lugar donde funcionó la DINA (policía secreta de la dictadura de Pinochet), lo que fue denunciado a las comisiones Rettig y Valech. Las otras son víctimas más dispersas y menos reconocidas, porque se trata de asuntos privados y abusos de personas particulares, no de agentes del Estado.
¿Qué reconocimiento han tenido estas víctimas?
Al comienzo, el Estado chileno tuvo poca iniciativa para tomar conciencia de este lugar y de sus actividades, porque estaban mezcladas con las de la colonia, y hasta que el estado intervino no fue posible identificar la otra situación.Se deben seguir investigando las fosas en la búsqueda de restos de personas desaparecidas. Es una deuda del Estado chileno con esas víctimas.
¿Cómo se compatibiliza eso en la actual Villa Baviera, dedicada al turismo?
Es parte de lo que debemos trabajar. Este ha sido el lugar de vida de muchas personas. La dificultad radica en cómo respetar la vida de quienes ahí viven, que a la vez están instalados en un lugar de tortura y muerte. Quienes desarrollan actividades económicas en la colonia no entienden muy claramente por qué otros grupos reivindican el lugar como un sitio de memoria. La solución que se proponga debe respetar los derechos de todos los grupos de víctimas y servir para lograr formas de convivencia en paz de todos ellos, sin ofender a unos ni a otros. Aquí, en Alemania, lo he visto en algunos lugares que he visitado, que diferencian con mucha claridad las diferentes situaciones.
¿Cómo avanza el proyecto de sitio de memoria?
Yo me he incorporé hace poco, pero veo que uno de los problemas es la lentitud con que desde Chile se ha tratado este tema. Los equipos alemanes involucrados han hecho una gran contribución, también en otras iniciativas, como el archivo oral de Colonia Dignidad. Le han dado un interés y un dinamismo que nos obliga a apurar el paso.
¿Por qué en Chile ha sido tan lento el avance?
Con las grandes políticas de reparación desde la década del 90, hubo colaboración del Estado para que diferentes grupos pudieran hacer memoriales, ya sea recuperación de un sitio, una casa, o poner una placa. Eso fue tomando un tono bastante menor, porque la percepción era que la obra gruesa estaba hecha. Pero ésta no satisface las necesidades de grupos particulares, que gracias a sus esfuerzos han logrado avances.
El tema de los derechos humanos ha cobrado notoriedad en el marco de las protestas sociales en Chile y otros países latinoamericanos. ¿Ve usted una crisis en materia de derechos humanos?
Hoy hay estándares de exigencia muy altos que no son comparables con lo que era antiguamente. La gente tiene mucha más conciencia de sus derechos y exige que policías y agentes del estado los respeten. Éstos siempre han tenido debilidades en esa materia, y por eso ahora el Gobierno chileno formó un consejo para reformar la Policía, de manera que tenga la formación apropiada para cumplir con sus funciones y no viole los derechos de nadie. Estábamos en deuda con eso.
El tema de la memoria tiene que ver con no repetir los errores del pasado. ¿No se ha aprendido de las experiencias vividas en Chile?
Yo creo que los aprendizajes son extraordinariamente lentos. También, las policías han tenido una formación más bien formal en materia de derechos humanos, pero lo que importa son las prácticas, y ahí hay que introducir una formación ética.
La crisis abre viejas cicatrices, pero también puede generar nuevas heridas. ¿Cuál es el riesgo para la convivencia del país?
Uno de los peligros es la polarización, no sólo en torno a las ideas y propuestas políticas, sino también a raíz de la violencia que está ocurriendo. El que algunos la justifiquen instala una forma muy radical de polarización que atenta contra la convivencia. Si a una persona le pasa algo porque va a las manifestaciones, el que le cuestionen que por qué va a las protestas termina siendo muy ofensivo. Lo que tenemos que garantizar es que las policías no dañen a las personas y que las personas, al manifestar sus ideas, no destruyan ni saqueen.
¿Cómo se enfrenta hoy el tema de los derechos humanos, en comparación con la dictadura?
No son comparables. Ahora los jueces han estado preocupados y se han presentado en comisarías, recintos de detenidos e incluso hospitales. También se han desplegado abogados y voluntarios del Instit.uto Nacional de Derechos Humanos en todo el país viendo por los detenidos Eso no ocurrió nunca durante la dictadura.
¿Qué avances representa?
Se puede hablar de violaciones a los derechos humanos porque ha habido abogados que han documentado lo que ocurre. También el aporte de instancias internacionales como Human Rights Watch, Amnistía Internacional y ONU-DD.HH. lleva a un nivel de monitoreo y control nunca visto en la historia del país. Por un lado, se identifican las violaciones con claridad y, por otro, esto puede ser enfrentado y corregido. El aprendizaje es que se requiere de una formación ética en las policías y también una responsabilización de las instituciones sobre en qué consiste controlar el orden público. Es muy importante analizarlo, pues el nivel de violencia que se ha vivido en el país no tiene precedentes.
Elizabeth Lira es decana de la Facultad de Psicología de la Universidad Alberto Hurtado. Premio Nacional de Ciencias Sociales 2017. Ha trabajado en el ámbito de los Derechos Humanos en comisiones de verdad, reparación y mesas de diálogo en Chile, Colombia y El Salvador. Participa como experta chilena en el equipo que elabora el concepto de sitio de memoria en Colonia Dignidad.
(cp)
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Colonia Dignidad: crónica de una secta
Durante más de cuatro décadas, un asentamiento alemán en el sur de Chile fue escenario de brutales crímenes, sin que este país ni Alemania intervinieran para detenerlos. Esta es la historia de Colonia Dignidad.
Imagen: Picture alliance/dpa/M. Hernandez
El líder, Paul Schäfer
Todo comenzó en Siegburg con la Misión Social Privada, una obra benéfica surgida en la Alemania de post guerra. Su líder espiritual, Paul Schäfer (1921-2010), atrajo a cientos de seguidores. Huyendo de acusaciones de pedofilia, abandonó Alemania en 1961. Lo acompañaron más de 200 personas, entre ellas varios niños cuyos padres fueron engañados para autorizar el viaje.
Imagen: picture-alliance/AP Photo/N. Pisarenko
Una colonia alemana en el sur de Chile
El grupo viajó a Chile, donde compró un terreno cerca de Parral, unos 300 km al sur de Santiago, y fundó la Sociedad Benefactora y Educacional Dignidad. Así nacía Colonia Dignidad, una comunidad dedicada a labores agrícolas, que construyó casas, una escuela, un hospital y también cercos y un férreo sistema de vigilancia para impedir el contacto con el exterior.
Imagen: Picture alliance/dpa/M. Hernandez
Vida de secta
Pronto se sumaron nuevos seguidores llegados de Alemania, atraídos por el sueño de una tierra próspera donde comenzar una nueva vida. La colonia llegó a tener unos 300 miembros. Allí las familias eran separadas: hombres, mujeres y niños vivían en casas diferentes. Se trataba de un sistema altamente jerárquico y dominador, en que cualquier disidencia era castigada.
Imagen: picture-alliance /dpa/Villa Baviera
Riqueza construida con trabajo esclavo
La vida estaba dedicada al trabajo, sin derecho a sueldo, descanso ni vacaciones. Los colonos sufrían castigos físicos y sicológicos, y quienes se rebelaban eran drogados para que se mantuvieran sumisos. Con las ganancias, Schäfer y sus cercanos compraron más propiedades, maquinaria y sofisticados sistemas de seguridad. El patrimonio incluía 16 mil hectáreas y cuentas en el extranjero.
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Abuso sexual
Para los chilenos, la colonia representaba el ideal del alemán esforzado y trabajador. Al interior de la secta, en tanto, Schäfer instauró un macabro sistema para dominar las voluntades y abusar sexualmente de niños. Cuando los alemanes crecieron, comenzó a invitar al internado o actividades de fin de semana a niños chilenos de familias pobres de la zona, de quienes continuó abusando.
Imagen: picture-alliance/dpa/O. Schmid
Prisión infranqueable
Escapar de Colonia Dignidad era casi imposible. Implicaba superar altas rejas, el río, los perros y férreos sistemas de vigilancia. Además, los colonos habían entregado sus pasaportes, no sabían español ni conocían la zona. Quienes lograban llegar a la embajada alemana en Santiago, eran devueltos a la colonia. Algunos se retractaban bajo engaños o amenazas, o se les atribuían problemas mentales.
Imagen: picture-alliance/dpa/epa/M. Ruiz
Wolfgang Kneese, el primer fugado
El primero en lograr huir de la secta, después de tres intentos que le valieron torturas y persecución judicial, fue el joven Wolfgang Kneese. En 1967 regresó a Alemania, donde denunció los crímenes que se cometían en la colonia. En 2008 recibió la Cruz Federal al Mérito (Bundesverdienstkreuz) por su infatigable búsqueda de justicia y respeto a los derechos humanos de las víctimas de la secta.
Imagen: picture-alliance/dpa/J.Carstensen
Fachada idílica
A pesar de las tempranas denuncias y del revuelo en la prensa, las autoridades de Chile y Alemania no reaccionaron. La colonia proyectaba una idílica imagen con su hospital benéfico, el coro y el restaurant externo en la localidad de Bulnes, con cecinas y pastelería alemana. Al interior, los crímenes continuaron y se agregaron nuevos, como la fabricación y el tráfico de armas.
Imagen: Archivo Villa Baviera
Adopciones irregulares
Con engaños como darlos por muertos ante sus padres, unos 20 niños chilenos fueron adoptados en forma irregular. Recibieron nombres alemanes, aprendieron el idioma de los colonos y debieron trabajar como esclavos. A la izquierda, Rafael Labrín, quien creció como Dieter Scholz. Junto a él otras víctimas: la ex colona Astrid Tymm y Johan Cisternas, quien de niño asistía a actividades en la colonia.
Imagen: FDCL/J. Stehle
Colaboración con la dictadura
Colonia Dignidad cooperó con la DINA, la policía secreta de la dictadura de Augusto Pinochet, de varias formas. Según consta en expedientes judiciales, aquí fueron detenidos, torturados y asesinados prisioneros políticos. Se calcula que los cuerpos de unas 100 personas habrían sido enterrados en fosas, luego exhumados y hechos desaparecer definitivamente. Los familiares continúan la búsqueda.
Imagen: AFDD Talca
El fin de Schäfer
Con la vuelta a la democracia, en 1991 el presidente Aylwin le quitó la personalidad jurídica a Colonia Dignidad, la que comenzó a llamarse Villa Baviera. Vinieron denuncias de abuso sexual de chilenos contra Schäfer y se destaparon los crímenes. Varios jerarcas fueron condenados; Schäfer huyó en 1997 y se escondió en Argentina. Fue detenido en 2005, condenado en Chile y murió en prisión en 2010.
Imagen: picture-alliance/dpa
El médico de la colonia
Mano derecha de Schäfer, el Dr. Hartmut Hopp era el ministro de relaciones exteriores de la colonia. Un privilegiado que fue enviado a estudiar a Estados Unidos y dirigía el hospital. Condenado como cómplice de abuso de menores, huyó a Alemania y vive libremente en Krefeld. La justicia alemana rechazó ejecutar la condena chilena y cerró investigaciones propias por no encontrar prueba de delito.
Imagen: picture-alliance/dpa/M. Agost
Culpas, castigos y compensaciones
Junto con reconocer su responsabilidad moral, Alemania ha ofrecido un fondo de ayuda de hasta 10 mil euros para cada ex colono afectado, lo que las víctimas consideran insuficiente. En Chile, donde sí ha habido condenas a victimarios, un grupo de afectados anunció una demanda contra el Estado en la que exige cada uno un millón de dólares de reparación.
Imagen: FDCL e.V.
El futuro y la memoria
Después de la partida de Schäfer comenzó un proceso de apertura. Unos 200 miembros abandonaron el enclave; algunos se quedaron en Chile y muchos regresaron a Alemania. Junto con justicia y reparación, los afectados exigen que Villa Baviera deje de ser un centro turístico, con hotel y restorán, y se convierta en sitio de memoria, donde se conozca la verdad y se honre a las víctimas.