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Civiles y armas de fuego en América Latina

20 de agosto de 2017

Aunque el número de armas en manos de los ciudadanos es menor que en otras regiones, éstas son responsables de muchos más homicidios. Expertos analizan un fenómeno en el que el contexto social es determinante.

A pesar de que la mayor cantidad de armas no está en América Latina, éstas son responsables de la mayor cantidad de muertes violentas de la región.
A pesar de que la mayor cantidad de armas no está en América Latina, éstas son responsables de la mayor cantidad de muertes violentas de la región. Imagen: picture-alliance/dpa/F. Gambarini

La violencia armada está batiendo récords en Latinoamérica. "En ninguna otra región las armas de fuego representan un porcentaje tan alto en los homicidios”, indica a DW Ignacio Cano, profesor de la Universidad del Estado de Rio de Janeiro y miembro del Laboratorio de Análisis de la Violencia de esta casa de estudios.

"A nivel mundial, casi el 45 por ciento de las muertes son cometidas por armas de fuego. En América Latina ese porcentaje sube a casi el 70 por ciento. Son países donde no hay más más armas que en otros, y hay muchas menos que en Estados Unidos, pero éstas se traducen en violencia de manera extremadamente fácil”, advierte el politólogo Diego Sanjurjo, de la Universidad Autónoma de Madrid. "América Latina tiene el 8 por ciento de los habitantes a nivel mundial, pero casi el 33 por ciento de los homicidios”, agrega.

A pesar de que la mayor cantidad de armas no está en América Latina, éstas son responsables de la mayor cantidad de muertes violentas de la región. Imagen: picture-alliance/dpa/F. Gambarini

Según cifras de la organización Small Arms Survey, a nivel mundial "el 83 por ciento de las víctimas de violencia letal pierden su vida fuera de las zonas de conflicto”. No son ejércitos con armamento pesado, sino que los propios civiles, premunidos de armas de fuego, quienes siembran la muerte entre la población.

Un informe de Small Arms Survey de octubre de 2016, muestra que en la lista de países no afectados por conflictos, los 15 primeros lugares de muertes violentas cometidas con armas de fuego son de América Latina y el Caribe.

El llamado triángulo del norte (El Salvador, Honduras y Guatemala) es hoy el escenario de la mayor violencia armada en el mundo fuera de zonas en conflicto.

"Durante varios años, Honduras estuvo en el puesto número uno de homicidios y de tasas de homicidios por armas de fuego a nivel mundial. Hoy ese puesto está ocupado por El Salvador con su característica guerra de pandillas. Cabe destacar que Brasil contabiliza alrededor de 50.000 homicidios al año, con cerca de tres cuartas partes cometidas con armas de fuego”, indica a DW Matthias Nowak, experto de Small Arms Survey. 

A más armas, ¿más crímenes?

Los civiles son los mayores consumidores de armas. Del total de 875 millones de armas pequeñas que hay en el mundo, aproximadamente 650 millones están en manos de civiles, de acuerdo con Small Arms Survey. Estados Unidos -con más de 270 millones de armas de fuego y una tasa de 89 por cada 100 habitantes- ocupa el primer lugar absoluto. Le sigue Yemen (55 por cada 100 habitantes), Suiza (46), Finlandia (45) y Chipre (36).

Las armas de fuego están especialmente presentes en la violencia letal en América Latina y el Caribe. Imagen: picture-alliance/dpa

Un dato significativo es que la cantidad de armas civiles en Latinoamérica es muy inferior a otras regiones. El país con la mayor tasa es Uruguay (32 por cada 100 habitantes). En ese sentido, no es posible establecer una relación causal entre posesión de armas y homicidios. "Países como Estados Unidos o Finlandia son extremadamente armados y esto no se traduce en violencia. En América del Sur, el más armado entre civiles es Uruguay, que es uno de los más pacíficos”, afirma Diego Sanjurjo.

Sin embargo, existe cierta correlación, a lo que se suman factores de riesgo propios de Latinoamérica, como violencia generalizada, desigualdad, impunidad, jóvenes que no trabajan ni estudian y urbanización descontrolada con ciudades que crecen más rápido de lo que el estado es capaz de controlar y proveer de servicios básicos. A esto se agrega el fácil acceso a las armas, bajo precio, contrabando, tráfico de drogas, crimen organizado, pandillas y conflictos como en Colombia o la crisis en Venezuela. "En ese contexto explosivo, tener armas de fuego en manos de civiles se vuelve una bomba”, sostiene Sanjurjo.

"Los carteles de drogas ejercen altos niveles de violencia e intimidación, confrontando al estado, luchando entre ellos y subyugando a poblaciones civiles, como vemos en las ciudades mexicanas de Tijuana y Acapulco actualmente. Las guerras entre pandillas como la Mara Salvatrucha y Barrio 18 en El Salvador y en Honduras, así como su lucha abierta contra agentes del estado y la violencia infligida sobre la población, explican en parte los altos niveles de violencia”, agrega.

La letalidad de las armas pequeñas

Es sorprendente notar que la gran mayoría de los homicidios por armas de fuego se cometen con armas pequeñas. "Si bien existen numerosas imágenes de miembros de pandillas o de carteles de drogas con armamento de guerra, fusiles automáticos o ametralladoras, las cifras demuestran que gran parte de las armas ilegales incautadas, así como de los homicidios, involucran armas de tipo pistolas y revólveres”, sostiene Matthias Nowak. 

Las pandillas en Centroamérica ejercen un alto grado de violencia armada. EL Salvador y Honduras tienen las más altas tasas de homicidios con armas de fuego.Imagen: Getty Imags/AFP/J. Cabezas

A veces unas pocas armas tienen una letalidad enorme. Un reporte de Small Arms Survey sobre arsenales en manos de pandillas llama la atención sobre un caso en Guatemala en que 32 armas fueron usadas en al menos 238 homicidios.

"Latinoamérica siempre ha tenido violencia, pero en las últimas décadas ha pasado a ser una violencia criminal, entre ciudadanos, y las armas pequeñas, que son transferidas, vendidas o desviadas de las fuerzas públicas hacia los ciudadanos, son sumamente importantes. Son las que causan el mayor número de las muertes, mucho más que las que tienen los ejércitos”, apunta Sanjurjo.

¡Alto al fuego!

Gobiernos y organizaciones intentan atajar este fenómeno. "En Guatemala, El Salvador, Colombia y Brasil se han implementado diferentes medidas para recuperar armas de civiles, como campañas de desarme voluntario, reformas legales y restringir el porte de armas en ciertos sitios o fechas”, relata Matthias Nowak.

Pero aunque las leyes cambien, no mejora necesariamente el control, y ningún plan será efectivo si no se atienden las problemáticas de quienes portan un arma. "Este es un instrumento usado para ejercer la violencia, que es sumamente letal, pero que no es el único causante de estas violencias. Identificar las causas profundas de estos comportamientos, buscar intervenciones para desarmar las conciencias y mejorar las capacidades de resolución no violenta de conflictos, sería un punto de entrada importante”, afirma Nowak.

Matthias Nowak es investigador de Small Arms Survey.Imagen: Small Arms Survey

Los expertos coinciden en la necesidad de cooperación entre los gobiernos en temas legales, de control, desarme e investigación del tráfico de armas. Un caso conocido es la salida de armas de 9 mm desde Uruguay, donde son legales para uso civil, para ser vendidas a grupos criminales en Brasil. Asimismo, se necesita mayor control de las armas en manos de agentes del estado y de empresas de seguridad, que son una fuente para el mercado negro. En Brasil, por ejemplo, el marcado de municiones de agentes estatales permite rastrear cada bala en caso de ser usada en algún hecho criminal.

Aunque son múltiples los factores que determinan la violencia, Ignacio Cano llama a no subestimar el papel específico de las armas. "Infinidad de estudios muestran que quien tiene un arma en realidad se pone en un peligro mayor que quien no la tiene, por mucho que crea que se está defendiendo. El ejemplo más claro son los policías. En Brasil tenemos muchos más oficiales muertos en tiempo libre, tratando de resistir un asalto por ejemplo, que durante horas de servicio. Si un profesional entrenado no consigue defenderse, qué pasará con un ciudadano común”, cuestiona Cano.

"Es necesario un control estricto de las armas legales, reducir las ilegales y disminuir el acceso general. Cuantas menos armas haya en circulación, más seguros estaremos todos”, apunta.

Autora: Victoria Dannemann (DZC)

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