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Civiles y FF.AA. en Chile: la lucha por superar la dictadura

11 de septiembre de 2023

Desconfianza, renuencia a aceptar responsabilidades, dificultades en la búsqueda de justicia. La relación entre el poder civil y las Fuerzas Armadas chilenas no ha estado exenta de dificultades, a 50 años del golpe.

Gabriel Boric llega a la Moneda donde lo esperan soldados del Ejército de Chile.
El presidente Gabriel Boric durante la ceremonia de asunción del mando, en marzo de 2022.Imagen: Cris Saavedra Vogel/AA/picture alliance

El terremoto del 27 de febrero de 2010, de magnitud 8,8 en la zona centro-sur de Chile, impuso numerosos desafíos al gobierno de la entonces presidenta Michelle Bachelet. No solo había que coordinar la entrega de ayuda, a 10 días de entregar el mando a Sebastián Piñera, sino que se tornaba imperioso recuperar el orden público, fuera de control en la ciudad de Concepción, donde los saqueos iban en aumento.

La renuencia de Bachelet a declarar el estado de excepción, que facilitaría el despliegue de las Fuerzas Armadast, tenía como fondo los anticuerpos que generaba en la izquierda la idea de ver militares en las calles, otra vez.

Este episodio, uno de tantos donde el poder civil y los militares chilenos se han mirado con desconfianza, refleja lo duro que ha sido para el país superar el trauma de una dictadura que incluso tiene ecos hoy, 50 años después del golpe de Estado liderado por Augusto Pinochet, que derrocó al presidente Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973.

"La Transición después de 1990 y la relación con las Fuerzas Armadas y Carabineros ha sido más difícil de lo que la gente comprende”, dice a DW Francisco Vidal, ministro de Defensa durante el primer gobierno de Bachelet. "Partamos del hecho de que Pinochet estuvo en el mando del Ejército hasta 1998 y en ese período fue muy difícil tocar el tema de los derechos humanos, y cuando se hizo hubo dos muestras de fuerza: el ejercicio de enlace de diciembre de 1990 y el denominado ‘boinazo' de mayo de 1993", rememora. Se refiere a dos episodios que despertaron los temores a un nuevo golpe.

Michelle Bachelet en 2009, llegando a la Parada Militar junto a su ministro de Defensa, Francisco Vidal.Imagen: Santiago Llanquin/AP Photo/picture alliance

Lento avance

El proceso de recomposición de las confianzas entre el mundo civil y el militar sigue su curso, porque toma tiempo, explica a DW el analista Kenneth Bunker, académico de la Facultad de Economía y Gobierno de la Universidad San Sebastián. A su juicio, en los primeros años del retorno a la democracia había mucho resquemor ante las Fuerzas Armadas.

"Creo que eso se ha ido matizando, porque hoy hay muchas personas que son mayores de edad y que no vivieron siquiera un día en dictadura. No haber estado expuestos al trauma ayuda a evaluar de otra forma a las Fuerzas Armadas”, añade el también columnista de Ex-Ante.

"Antes había rencor contra las Fuerzas Armadas. Ahora hay una generación nueva que está dispuesta a verlo de otro modo. Uno lo ve cuando se tocan temas que van mucho más allá de lo que pasó hace 50 años. Hoy los militares juegan un rol que se puede asociar con cosas como proteger la frontera, en toda esta crisis de inmigración irregular de los últimos años. Hay razones coyunturales para pensar distinto sobre ellas", añade Bunker.

"Es un proceso difícil, porque el nivel de involucramiento de las Fuerzas Armadas y Carabineros en la dictadura fue total", apunta Vidal. En su opinión, los primeros gobiernos democráticos después de Pinochet avanzaron de forma "muy pausada" en la búsqueda de verdad y justicia. "El Informe Rettig (sobre violaciones a los derechos humanos) fue rechazado por las Fuerzas Armadas en 1991. Distinto fue con el Informe Valech (sobre torturas) con el presidente Ricardo Lagos, en 2004, que fue aceptado por los militares", pone como ejemplo.

El comandante en Jefe del Ejército, Juan Emilio Cheyre, y su sucesor, Óscar Izurieta (derecha), en un encuentro con el presidente Ricardo Lagos en 2005.Imagen: Santiago Llanquin/AP Photo/picture alliance

Sí, ha habido justicia

Uno de los aspectos más complejos de la posdictadura fue la búsqueda de verdad y justicia. Para facilitar el proceso, incluso llegó a construirse una cárcel especial para encerrar a los militares condenados: Punta Peuco.

"La cárcel de Punta Peuco tiene un régimen similar a las otras, no veo en su construcción un menoscabo a la justicia”, dice Vidal, quien recalca que lo importante es que los condenados están presos. "En América Latina, y para qué decir comparado con Europa, con Grecia o Portugal, Chile es el país donde más justicia se ha hecho. Tardía, pero ha habido justicia", apunta. "Chile es el único caso que yo conozco donde el jefe de la policía secreta terminó muriendo en la cárcel. Me refiero a Manuel Contreras", agrega el exministro de Defensa.

"En todos los países ha habido procesamiento de los involucrados en las dictaduras, y Chile no fue la excepción. No se puede decir que hay impunidad. Lo que pasa es que, al no haber sido procesado debidamente Pinochet, se sigue sintiendo que no se hizo justicia, pero hay decenas de personas de alto mando que fueron procesadas", recuerda Bunker. El 28 de agosto pasado, sin ir más lejos, fueron condenados siete brigadieres y coroneles por el asesinato del cantautor Víctor Jara.

"Si me preguntan si las Fuerzas Armadas de hoy son iguales a las del golpe, obviamente no. Y no se trata solo de un asunto generacional, sino que ha habido esfuerzos" para superar el legado dictatorial, dice Vidal. "El principal ejemplo es el del comandante Juan Emilio Cheyre, que en 2004 dijo ‘nunca más'", asumiendo la responsabilidad del Ejército en las violaciones a los derechos humanos. "Y hace un mes", añade el exministro, "la Armada por primera vez se pronunció a través de su comandante en Jefe, el almirante Juan Andrés de la Maza, diciendo también ‘nunca más'".(ms)

 

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