Deutsche Welle: Miles de sirios huyen de la guerra civil. Más de 150.000 se han refugiado en Jordania, unos 50.000 en Turquía. Tras su reciente estancia de dos días en la frontera turco-siria, ¿qué impresiones trae?

Claudia Roth: La situación es muy preocupante. La cifra de 50.000 personas se refiere solo a quienes están en campos de refugiados, sin contar quienes se albergan en alojamientos privados. En total unos 300.000 han huido del país y la situación de más de millón y medio de personas en Siria se agrava dramáticamente. Se necesita con urgencia ayuda humanitaria, alimentos, atención médica, agua…Y una comunidad internacional que no persiga sus propios intereses a costa del pueblo sirio.

En el supuesto de que la guerra civil se prolongue, ¿cuentan los campos de refugiados de los países vecinos con la suficiente capacidad para albergar regularmente nuevas oleadas de sirios?

Creo que debiera ofrecerse a los países de acogida la posibilidad de que países como Alemania reciban también refugiados, en caso de que estos quieran venir aquí. En Alemania también viven muchas personas de origen sirio, que hablan árabe y me parece que hay gran predisposición para decir: “Sí, tenemos una responsabilidad hacia la gente que necesita protección”. En los últimos días, con el recrudecimiento de la violencia en Alepo, ha aumentado la cifra de quienes huyen para ponerse a salvo. Una situación así requiere algo más que palabras bonitas: hay que hacer una ofrecimiento claro a Turquía, Jordania y Líbano.

¿Cree posible que todavía pueda haber una solución política para la situación en Siria, quizá gracias a las gestiones del nuevo enviado especial de la ONU, cuyo nombre aún se baraja? Lajdar Brahimi tiene mucha experiencia como mediador en conflictos internacionales.

La tragedia de Siria es que su conflicto se ha internacionalizado. Hay muchos intereses diferentes en juego: Rusia, China, Irán, Arabia Saudí, Catar, Turquía, Estados Unidos…Intereses diversos que se manejan a costa de los sirios. La comunidad internacional debiera unirse con el claro objetivo de crear las condiciones adecuadas para detener la violencia y establecer los cimientos de una nueva Siria tras la caída de Assad. Suministrar nuevas armas al país me parece una equivocación. Siria necesita una ofensiva humanitaria, no más armas ni mercenarios, como por ejemplo los que he conocido en la provincia turca de Hatay. Venían de diferentes países: Chechenia, Libia, Bangladesh…Estos mercenarios no desean una democracia en Siria, sino establecer allí una teocracia. La situación requiere una comunidad internacional firme y que no sirva a los distintos intereses en juego. De lo contrario, podría producirse una escalada de los conflictos religiosos y étnicos. Sería como un incendio que se propagaría por toda la región con resultados devastadores.

Ahora no son solo los últimos apoyos de Siria, como Rusia, China e Irán, sino también la comunidad internacional la que debe hacer algo al respecto…

Efectivamente, todos tienen esa obligación. No creo que Arabia Saudí o Catar sean ejemplos de democracia ni de tolerancia religiosa. Los saudíes y Catar representan los intereses de los sunitas, al igual que Irán los de los chiítas. Si prosigue la escalada del conflicto, tendremos una nueva forma de enfrentamiento religioso y confrontación, que puede afectar a Irak y a Turquía. Me parece urgente la celebración de una cumbre en la que todas las partes se sienten a la mesa, incluyendo a Irán. Sería muy sencillo decir que solo Rusia, China o Irán tienen la responsabilidad sobre este asunto. En los otros países hay también intereses, por ejemplo quienes enviaron mercenarios para erigir una teocracia. Hay que proteger de algo así a los sirios, que querían exactamente lo mismo que otros estados árabes: una primavera árabe que les traiga una democracia tras 40 años de dictadura.

Autora: Sabine Hartert/MS
Editora: Emilia Rojas