Estamos en el año 2007 en Bogotá, Colombia. Sobrevivientes de minas antipersonales se mueven al ritmo de la música. Bailarines con y sin discapacidad bailan y disfrutan de explorar sus cuerpos.

Sin saberlo, están dando inicio a una experiencia pionera en el país: la compañía de danza contemporánea inclusiva ConCuerpos.

"Nuestra propuesta es reflejar la diversidad propia de la sociedad”, explica hoy una de sus fundadoras, Laisvie Andrea Ochoa, en diálogo con DW.

"Todo cuerpo tiene capacidad de movimiento”, asegura. Y aclara: "Nuestra compañía está integrada por personas con y sin discapacidad”.

"Hay personas usuarias de sillas de ruedas, personas sordas, personas con otras discapacidades visuales o sensoriales”, detalla. "Lo que nos une es el amor por la danza, el gusto por el movimiento, el placer que nos da sudar y bailar en conjunto”, describe Ochoa, también bailarina y coreógrafa.

El cuerpo, invitado de honor

"Hace mucho tiempo, creía muy profundamente que, como persona en situación de discapacidad, debía potenciar mi mente y dejar de lado las posibilidades del cuerpo. Es decir, que debía privilegiar las habilidades intelectuales por sobre las habilidades físicas”, cuenta a este medio el bailarín David Bernal Vera, usuario de silla de ruedas.

"Sin embargo, en estos años en ConCuerpos, he experimentado que la atención al cuerpo no solo es necesaria, sino que potencia la vida”, reflexiona ante este medio el artista bogotano.

"En este espacio se me permite ser quien soy”, comparte satisfecho.

La clave del método

"No nos enfocamos en lo que alguien no puede hacer, sino por el contrario, en lo que cada quien puede”, destaca Ochoa, "Y celebramos esa diversidad”, agrega.

"Tampoco se trata de ignorar o esconder las discapacidades, sino de aprovecharlas”, aclara la experta colombiana, y, en este sentido, destaca la inclusión de la lengua de señas como "insumo para la creación artística” de sus puestas en escena.

Una tarea política

"Pero no se trata de un trabajo terapéutico, sino político”, indica. "En el sentido de que estamos derribando barreras de participación para que las personas con discapacidad puedan ejercer plenamente sus derechos culturales y artísticos”, dimensiona.

"Hace falta que la diferencia encuentre un lugar en la sociedad”, apunta, por su parte, Bernal Vera, y alerta sobre "la normalización de ciertos patrones que responden a una idea absoluta del modelo de cuerpo y a un único ideal de vida”.

En contraposición, resalta: "En ConCuerpos se nos permite crear desde nuestras particularidades”.

La compañía lleva realizadas más de 10 obras, las que han mostrado tanto en Colombia como en otros países de Latinoamérica y Europa. En octubre, estarán presentando en Bogotá "Cancionero para la ausencia”.

Los prejuicios

La tarea, sin embargo, a menudo debe enfrentar prejuicios: "Se piensa que nuestro trabajo no es profesional, o no tiene una calidad artística alta, porque trabajamos con personas con discapacidad”, lamenta Ochoa.

"Se suele creer también que una persona sorda no puede bailar porque no escucha la música”, refiere, "pero la danza contemporánea ya rompió hace un buen tiempo esa relación unívoca entre música y movimiento: se puede bailar el silencio, o puede venir el movimiento y luego la música”, explica.

Por sobre prejuicios, límites preestablecidos y normas excluyentes, ConCuerpos propone una manera propia de estar en el escenario, y también fuera de él.

"La inclusión es una herramienta muy poderosa, que nos permite cuestionar nuestros valores y nuestras maneras de habitar el mundo”, sostiene Bernal Vera, "y nos da la posibilidad de modificar lo que sea necesario para hacernos más cordiales, gentiles y hospitalarios con otras formas de vida”, concluye.

(cp)