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Colombia: el “sí” no está asegurado

José Ospina-Valencia
27 de septiembre de 2016

Tras seis años de ingeniería política se firmó el Acuerdo de Paz. La UE retiró a las FARC de la lista de terroristas y la guerrilla pidió perdón. Dos barreras menos en la carrera de obstáculos que apenas comienza.

Firma del Acuerdo de Paz entre Santos y Londoño, el 26 de septiembre de 2026 en Cartagena de Indias.
Firma del Acuerdo de Paz entre Santos y Londoño, el 26 de septiembre de 2026 en Cartagena de Indias.Imagen: picture-alliance/AP Photo/F. Vergara

“Si bien algunas encuestas favorecen el “sí” en el plebiscito de este 2 de octubre, al que están convocados 34 millones de colombianos,  una baja participación puede dar una mala sorpresa, debido a que la campaña del “no” es muy sólida”, advierte Yann Basset, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad del Rosario de Colombia. “La campaña contra el Acuerdo de Paz se basa en el profundo odio generado por las FARC y la creencia de que este grupo va a recibir concesiones inaceptables, como que van a recibir curules en el Congreso”, resalta Basset, egresado de la Universidad de la Sorbonne.

Las reservas del bloque “no”

La disyuntiva de todo negociador o conciliador es qué, cuánto y cómo ceder y conceder para poder llegar a un acuerdo con el que ambas partes se identifiquen y, por lo tanto, puedan cumplir. Y si la exclusión política fue una de las mayores razones para la existencia de un grupo armado como las FARC, parece lógico abrir esos espacios. Así, el Acuerdo de Paz “busca la ampliación de la democracia como camino para tramitar los conflictos de manera pacífica y el rompimiento definitivo del vínculo entre política y armas, y abrir la puerta para que en Colombia nos integremos a una cultura de reconciliación, convivencia, tolerancia y no estigmatización”.

En razón a esto, el firmado Acuerdo prevé la concesión temporal de 5 escaños para las FARC en la Cámara de Representantes y 5 en el Congreso, que solo pueden ocupar personas que hayan aclarado su situación jurídica. “Pero el hecho de que en otras negociaciones de paz en otros países, e incluso en la reunificación de Alemania, se haya concedido varios escaños parlamentarios a la contraparte y esto no haya dañado el Estado de Derecho es algo que muchos seguidores del “no” no quieren escuchar, porque su decisión es altamente emocional”, agrega Basset, especialista en el estudio del contexto y la transformación del populismo en América Latina.

Con emociones ¿para qué razones?

Yann Basset, politólogo de la Universidad de la Sorbonne y profesor de la Universidad del Rosario, de Colombia.Imagen: Yann Basset

En medio de esta alta “emocionalización”,  promovida por líderes de la derecha y extrema derecha de Colombia, sus seguidores escuchan las experiencias exitosas en otros países y de inmediato sacan otra razón para negarse al Acuerdo, como la de que ¿para qué negociaron con las FARC si ya estaban casi derrotadas?. Y cuando se demuestra que las FARC “no estaban casi derrotadas”, añaden que “rechazar este Acuerdo permitirá negociar otro mejor”. ¿Cuándo y cómo y si es posible hacerlo? son preguntas que se quedan sin respuesta, por una sencilla razón: nadie lo sabe.

Para muchos no parecen ser suficientes 260.000 muertos. La guerra debe continuar porque aún no están dispuestos ni a ceder ni a pactar ni a perdonar ni pensar diferente. “No quieren que el panorama político en Colombia cambie”, agrega Yasset y recuerda que “al grueso del ‘no’ dirigido por la ultraderecha se agrega una buena parte de los habitantes de las grandes ciudades que no están de acuerdo con la representación que obtendrán las FARC”.

Tanto es así, que hoy, víctimas de las regiones que vivieron las barbaridades de la guerra claman a los habitantes de las ciudades para que voten por el “sí” y no los condenen con un “no” a más guerra. Yann Basset observa aquí “una falla de la campaña del ‘si’ que se ha quedado con mensajes generales como de que ‘vamos a tener un país con más oportunidades’, y no le ha dado espacio suficiente a las víctimas y habitantes de las regiones más afectadas para que convenzan al país de la necesidad de poner fin a esta guerra”.

Miedos, convicción y cálculos

“El voto del ‘no’ es un voto ideológico, no uno con la razón”, concluye Yann Basset, quien asiente que dicha campaña ha adquirido matices emocionales de una “trumpización” en la que la postura es lo que prima, no el contenido del mensaje, sea este verdadero o falso.

Hay otros que prefieren convencer con cálculos. Si gana el sí, "cambiamos una guerra que hasta ahora ha costado 240 millones de millones de pesos, por una reintegración de 250 mil millones" es, por su parte, la dimensión del gasto que el matemático José Fernando Isaza hace del Acuerdo de Paz firmado este 26 de septiembre entre el Gobierno de Colombia y el líder de las FARC , en Caracol Radio.

A falta de un Plan B, una derrota del ‘sí’ significaría una paralización insospechada de muchas cosas en Colombia y la resurrección de una guerra a punto de ser sepultada.

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