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Colombia: "Hay que debilitar los planes contra la paz"

21 de enero de 2017

En la misma semana en que se anunció la fase pública del diálogo con el ELN, nuevos asesinatos hacen temer por la paz en Colombia. DW conversó al respecto con monseñor Darío Monsalve, obispo de Cali

Cali Dario de Jesus Monsalve
Imagen: picture-alliance/infophoto/picciarella

DW: Esta semana supimos que el Gobierno colombiano comenzará la fase pública del diálogo con el ELN el 7 de febrero. Y también tuvimos la triste noticia de nuevos asesinatos de líderes regionales en Buenaventura y en Córdoba. ¿Cómo entender lo que está pasando en Colombia?

Monseñor Molsalve: Es muy lamentable el que sistemáticamente se esté persiguiendo a estos defensores de derechos y líderes de la construcción de paz en los territorios. Completamente repudiable esa oposición al avance de la construcción de la paz por grupos radicales. Aunque falta identificarlos de manera plena, se piensa que pertenecen a la órbita del paramilitarismo que aún no cesa en el país. Hay que hacer un esfuerzo muy grande –nacional e internacional- para proteger a estos seres humanos en riesgo y para garantizar que el Gobierno colombiano ponga todo lo que esté a su alcance en este sentido y evitar un genocidio similar a los que hubo con la Unión Patriótica en el pasado. Hay que impulsar con mucha fuerza los diálogos con el ELN y el EPL. También estamos promoviendo una concertación con las "Bandas Criminales” (Bacrim) para desmontar esas estructuras. Hay que desconectar todas esas redes que se han basado en el asesinato, la intimidación y el desplazamiento forzoso para apoderarse de los territorios. En este momento estamos buscando que se entienda bien qué es lo que está pasando y quiénes son los que están manejando este plan de eliminación.

Es decir, ¿tiene que ver la negociación de los acuerdos de paz con estas nuevas muertes?

Estamos buscando en la región suroccidente y Pacífico articular a todos estos artesanos de la paz. Ayer tuvimos una reunión con líderes del Putumayo, Huila, Cauca, Valle y Nariño, pensando en que hay que unirlos para que realmente entiendan que no están bajo ninguna denominación o marca de organizaciones armadas. Que se identifican de una manera absolutamente civil. Junto con la Conferencia Episcopal, estoy muy interesado en avanzar en ese sentido.

 Usted ha mencionado paramilitarismo y bandas criminales. ¿Los acuerdos con los grupos guerrilleros no significarán, entonces, la paz? ¿Por qué?

Hay sectores sociales y también políticos que han tenido vínculos en el pasado con esto. Pediría a la Corte Penal Internacional y a la Corte Interamericana, en donde cursan muchos procesos sobre Colombia, que tomaran cartas en el asunto y ayudaran al país, porque es más fácil controlar desde fuera esos grandes centros donde se anudan estas acciones. Al país hay que ayudarle a que se debiliten estos planes contra la paz.

¿Cómo debemos imaginar los centros donde se anudan estas acciones? ¿Las redes del narcotráfico?

Hay muchos procesos en relación con todo esto. Algunos de esos centros pueden estar en relación con el narcotráfico, que es un conector de todas estas violencias. Otros pueden estar también en intereses terratenientes y en la ideología anticomunista, que hace que toda acción por la paz, toda reivindicación del medio ambiente o del derecho al territorio sea calificadas de comunismo. Y que se reemprendan cruzadas en ese sentido. Hay que estar muy atentos. Hay que atacar este fenómeno por todos los medios no violentos, legales y penales.

Usted acompañó los diálogos de paz con las FARC. ¿También lo hará con los del ELN?

Con las FARC acompañé el acercamiento a las víctimas y ahora la implementación de los acuerdos. Más directamente estoy acompañando el proceso con el ELN y estoy buscando abrir un espacio para el tema de las Bacrim. Como todos esos fenómenos confluyen en las regiones, podemos ayudar mucho desde la labor pastoral y social.

Usted se había pronunciado a favor de un cambio de  metodología en las negociaciones con el ELN, para que no sean iguales que las de las FARC. ¿Por qué?

Imagen: Getty Images/AFP/P. Ugarte

Se trata de mecanismos alternos, porque indudablemente son situaciones y contextos distintos. El ELN insiste mucho más en su derecho de rebeldía y el desconocimiento de las leyes vigentes en el país. En ese sentido, ha habido mucha polémica con el tema de la retención de personas y el secuestro extorsivo. Es urgente un mecanismo de acuerdo humanitario que ponga como piso común el derecho internacional humanitario entre las partes. Ese mecanismo fue el que se aceptó para destrabar el diálogo y avanzar hacia la fase pública.

Usted pedía también que los diálogos tuvieran lugar en Colombia. ¿Por qué?

Los procesos de paz de Colombia tendrían que nacionalizarse más.  Parte del rechazo a los acuerdos con las FARC se origina en el estigma de haber sido hechos en Cuba, al amparo de los Castro y con el beneplácito del sistema del Gobierno venezolano. Todo eso, unido al rechazo que se explotaba políticamente en contra de las FARC. Eso llevó a que fuera fácil hacer rechazar el acuerdo y votar por el no.

Sí creo que se necesita nacionalizar estos procesos, no vaya a ser que la gira por distintos países de un posible acuerdo con el ELN vaya a traer efectos negativos en ese sentido por la volatilidad con la que se están dando las situaciones políticas en América Latina y en el mundo. Colombia tiene urgente necesidad de mostrar que no es un Estado fallido. Para ello, la construcción de la paz y el deslinde del narcotráfico son fundamentales.

 Desde fuera se podría creer que, teniendo ya un acuerdo con las FARC, el del ELN debería ser más fácil de lograr. ¿O son muy diferentes?

No son diferentes, son diversos. Porque son circunstancias y realidades donde cada guerrilla ha tenido su enfoque, sus matices y su manera de conseguir la organización interna y su lucha por el poder. De tal manera, hay que partir de lo que cada uno es, para ver lo que cada uno puede dar. El ELN ha puesto como gran objetivo la participación de la sociedad. Pero, al mismo tiempo, esa participación viene confundida y complicada por todos estos hechos violentos que afectan a la población civil y generan rechazo. Creo que hay que buscar la oportunidad para la concertación con mucha paciencia y con mucho realismo.

En todo este proceso, usted mismo ha sido amenazado. ¿No tiene miedo, Monseñor?

No es que tengamos miedo, es que el miedo nos tiene a nosotros. Estoy convencido que somos una sociedad que tiene que contar con esa realidad triste de mucha gente que piensa que la intimidación y el asesinato son soluciones. Para erradicar eso de la conciencia de un país, hay que aceptarlo primero y vivir como si no se diera.

 

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