Colombia y Panamá acuerdan controlar migración fronteriza
6 de agosto de 2021
Panamá y Colombia acordaron un plan de paso controlado de migrantes hacia EE.UU. varados a las puertas de la selva del Darién que llevaron a una emergencia humanitaria. Los traficantes de personas están en la mira.
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Tras una reunión en la localidad panameña de San Vicente, provincia del Darién, la canciller panameña, Erika Mouynes, y su colega y vicepresidenta colombiana, Marta Lucía Ramírez, insistieron en la necesidad de que los países de origen, tránsito y destino de estos migrantes, en su mayoría haitianos que están saliendo de Chile , se involucren para dar una solución coordinada que evite crisis humanitarias o sanitarias.
Al menos 10.000 migrantes en tránsito están represados en la localidad colombiana de Necoclí y el próximo lunes las autoridades de ambos países se reunirán para definir cuántos podrán cruzar hacia Panamá cada día y por cuál vía, según se anunció este viernes.
Desde hace varias semanas, miles de migrantes, entre ellos menores de edad y mujeres embarazadas, aguardan en el puerto colombiano de Necoclí embarcaciones que los lleven hasta la frontera con Panamá para atravesar el Darién.
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Una selva llena de peligros
Este corredor selvático de 266 km entre Colombia y Panamá se ha convertido en paso obligado para la inmigración irregular que desde Sudamérica trata de llegar hasta México, Estados Unidos y Canadá. Los migrantes cruzan la jungla, de 575.000 hectáreas, pese a que no hay vías de comunicación terrestres y deben enfrentar grupos criminales, ríos caudalosos y animales salvajes, como serpientes venenosas.
Panamá pretende alcanzar con Colombia un acuerdo similar al que tiene con Costa Rica, mediante el cual un número determinado de migrantes son trasladados diariamente de manera controlada hacia la frontera costarricense para que puedan continuar su periplo.
También busca evitar que entre el flujo migratorio se infiltre el crimen organizado. En los últimos años, entre los migrantes las autoridades panameñas han detectado a unas 60 personas con alerta de terrorismo.
"El crimen organizado, viendo este efecto de la migración, trata de sacar provecho", por lo que "vamos hacer más planes de seguridad" con intercambio de información de inteligencia, dijo el ministro panameño de Seguridad, Juan Pino.
"Darién es muy inmenso, tiene muchas trochas y caminos y estamos tratando de hacer todo lo posible para tener un flujo controlado, rápido y seguro", añadió Pino.
Más de 150 mil migrantes han pasado la selva
Según datos oficiales, desde hace una década más de 150.000 personas cruzaron el Darién. Aunque la pandemia redujo mucho el tránsito, en 2021 se ha vuelto a disparar. Y en lo que va de año han cruzado la frontera 49.000 personas, en su gran mayoría haitianos y cubanos, aunque también hay asiáticos y africanos.
Tras cruzar la selva, los migrantes son atendidos en campamentos instalados por el gobierno panameño, que les brinda atención y ayuda humanitaria junto a la ONU y otras organizaciones internacionales. Pero una hipotética llegada masiva pondría colapsar estos centros.
"Evidentemente es un número que podría impactar la capacidad de las estaciones de recepción migratoria que definitivamente no tienen esa cobertura", advierte a la AFP Santiago Paz, Jefe de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en Panamá. Los expertos alertan que antes de la pandemia los migrantes atravesaban Panamá durante la temporada seca (usualmente entre diciembre y abril) debido a que las condiciones climáticas hacen menos dificultoso cruzar la selva.
Pero ahora, desesperados por la pandemia, la pobreza y la violencia, realizan la travesía en cualquier época del año. "Sabemos que la pandemia impactó de manera muy seria a toda la población" y eso se ha traducido en "ansias y necesidades" por "cumplir el sueño americano", afirma Paz. Sin embargo, "no solo pueden ser víctimas de traficantes de personas, sino que pueden perder la vida" por las condiciones extremas de la ruta selvática, advierte.
jov (afp, el espectador)
Haití, entre el caos y los intentos de resurgir
Tras el devastador terremoto de Haití en enero de 2010, las donaciones fluyeron en miles de millones. Diez años después, la pobreza y la corrupción dominan los titulares del Estado caribeño. Pero hay esperanza de cambio.
12 de enero de 2010, poco antes de las 5 de la tarde: La tierra tiembla en el pequeño país que comparte la isla con República Dominicana. Intesidad de 7.0 en la escala de Richter. En algunos lugares se derrumbó el 90% de los edificios. Al menos 200.000 personas mueren y más de un millón se quedan sin hogar. Con 6.600 millones de dólares, los daños superan el producto interno bruto del país.
Imagen: AP
Catástrofe en el país de las crisis
Enero de 2011: Cruces en una fosa común cerca de la capital Puerto Príncipe. El terremoto golpeó a un país ya de por sí en crisis: en 2010, Haití era -y sigue siendo- el país más pobre del hemisferio occidental, sufriendo de sobrepoblación y corrupción. Los desastres naturales no son raros. Una epidemia de cólera que siguió al terremoto mató a miles de personas más.
Imagen: A.Shelley/Getty Images
Solidaridad global
Un momento de diversión en un campamento para víctimas del terremoto, construido en 2010 con la ayuda de la ONU, ONGs y particulares: el dinero fluyó desde todo el mundo para la reconstrucción. A nivel local, muchas organizaciones de ayuda han hecho un trabajo eficaz, construyendo casas, por ejemplo, dice a DW Bert Hoffmann, politólogo del Instituto Leibniz de Estudios Globales (GIGA).
Imagen: AP
Ayuda que destruye
Las donaciones de alimentos de Estados Unidos ayudaron a los afectados a corto plazo, explica Hoffmann. "Pero a largo plazo, el arroz gratis de EE.UU. ha llevado a los productores de arroz de Haití a una masiva bancarrota. Este tipo de ayuda no ha creado estructuras sostenibles para el país y ha aumentado la dependencia".
Imagen: AP
La crisis después de la crisis
Esperando trabajo: diez años después del terremoto, la calidad de vida de la mayoría de los haitianos ha empeorado. Más de la mitad de la población vive por debajo del umbral de pobreza de 2 dólares estadounidenses al día. Según la ONG alemana “Welthungerhilfe”, el 35% depende de las donaciones de alimentos. La ONG Médicos sin Fronteras demanda una atención médica básica adecuada.
Imagen: picture-alliance/AP Photo/R. Blackwell
Protestas mortales
El desempleo masivo, la inflación, el crimen y el nepotismo han llevado a los haitianos a las calles durante el último año y medio, como aquí en noviembre de 2019, donde los enfrentamientos entre la policía y los manifestantes cobraron muchas vidas. "El peligro de una guerra civil está creciendo en Haití", advierte Pirmin Spiegel, director general de Misereor, una organización alemana.
Imagen: imago images/Agencia EFE/J. M. Herve
El presidente Moïse no quiere irse
Jovenel Moïse (centro), ocupa el cargo desde febrero de 2017. Entre otras cosas, se le acusa de haber malversado miles de millones de un fondo de solidaridad venezolano. Pero él se niega a renunciar. Cuando el parlamento se reúna de nuevo este 13 de enero, el mandato de la mayoría de los miembros habrá expirado, y Moïse podría teóricamente gobernar por decreto.
La oposición está fragmentada, pero los activistas quieren seguir luchando por el cambio. "Necesitamos un gobierno que responda a nuestras necesidades", dice Rese Domini (foto), de 31 años, de la organización MONEGAF. La activista Velina Charlier, de 39 años, le dijo a DW en diciembre que pidió "la renuncia de Moïse, un proceso anticorrupción y un cambio radical del sistema".
Imagen: Reuters/V. Baeriswyl
"Europa calla "
Mientras tanto, las organizaciones de ayuda humanitaria hacen un llamamiento a la comunidad internacional para que actúe. La ayuda alimentaria debe dar prioridad a los productos locales "para impulsar la economía nacional", declaró Welthungerhilfe en noviembre. Alemania y la Unión Europea también deben trabajar por un cambio político en Haití, exigió el director de Misereor.
Diciembre 2019, Puerto Príncipe: Dos amigos en la playa. La crisis actual no debe ocultar el hecho de que hay "muchas estructuras familiares y locales en Haití que funcionan", dice el politólogo Hoffmann. El Estado caribeño no es "un infierno en la tierra". Es un país muy pobre, pero generalmente pacífico y con una gran cultura. (jov/eal)