Colonia, donde todo es posible
28 de abril de 2008Después de haber vivido en esta hermosa ciudad más de siete años y de haber tenido la oportunidad de conocer otras ciudades alemanas he nombrado a Colonia, para mí mismo, como la más latina de las ciudades alemanas.
Esta afirmación, muy actual a mi parecer, tiene bases muy antiguas. Retrocedamos aún más en el tiempo para entender porqué creo que los coloneses son tan latinos siendo, al mismo tiempo, tan alemanes.
Para mí fue una gran sorpresa descubrir el pasado románico de esta ciudad cuya herencia latina va desde su nombre hasta el gusto de utilizar ciertos aforismos para matizar alguna conversación. Es que conversar es un arte en Colonia, al punto que yo diría que los deportes oficiales de la ciudad son: hablar del tiempo -el habitante promedio de esta ciudad es poco menos que un experto en climatología-, el fútbol, el hockey sobre hielo y el conversar largo y tendido sobre cualquier tema bebiendo una cerveza, o unas cuantas, si la ocasión es propicia.
El aporte de esta ciudad al mundo es variopinto y sorprendente: Desde personalidades como Konrad Adenauer o Heinrich Böll hasta la afamada Agua de Colonia, que desde niño conocí en Lima bajo la marca 4711, aunque la original fue la de marca Farina, también colonesa.
Colonia profunda
Si se me pidiera nombrar algo típico de Colonia yo elegiría al único idioma que se habla y se bebe: el Kölsch, que es el dialecto de Colonia y la cerveza típica de esta ciudad. Si alguien quiere comprobar y comprender esto último tengo el consejo perfecto: Unirse a un grupo de coloneses en una Kneipe (taberna) en un día de carnaval: allí se habla y se bebe Kölsch, se cuentan chistes, se bromea y se cantan canciones típicas como aquella de nombre tan andino llamada Titikakasee.
El Kölsch es un dialecto propio de la ciudad que sorprende sobre todo por su importancia como signo de identidad. Kölsch es también un tipo de cerveza producida aquí bajo esta denominación de origen y me atrevo a decir que es una de las mejores de Alemania.
Cosmopolitismo
En Colonia es posible viajar en un tranvía y escuchar que las personas del asiento delantero están conversando animadamente en alemán, mientras otras están hablando en castellano, en turco o inglés. Gracias a mi vida en Colonia he aprendido reconocer de inmediato a un ruso, a un polaco o a un marroquí o incluso, sin verlos, puedo adivinar que en el asiento trasero hay dos africanos que aunque se comunican en francés no tienen definitivamente el acento europeo.
Aquí he aprendido no sólo a reconocer cómo suenan las diferentes lenguas, cómo se viste una madre hindú o cómo un musulmán reza los nombres de Dios en soledad utilizando esa especie de rosario que descubrí tan sorprendido de mi ignorancia, sino que he aprendido también a apreciar la belleza de esta ciudad moderna y pujante, heredera de un legado arquitectónico envidiable e increíblemente bien conservado a pesar de dos guerras mundiales: la hermosísima catedral con sus florones inmensos, con sus sobrias nervaduras y columnas, con sus órganos de tubos, sus vitrales, sus cuadros, altares y otros indescriptibles tesoros artísticos.
Cómo dejar de nombrar al Mercado Antiguo, a las románticas orillas del Rin, a los mercados de pulgas o a los cafés, a los artistas callejeros, las calles empedradas, los centros comerciales y hasta incluso a los Dönner, emparedados que, según mi teoría, son un tipo de sándwich de origen griego adaptado por los inmigrantes turcos para el gusto alemán y que hoy por hoy son vendidos en tantos, pero tantos lugares de Colonia que estos negocios „turcos“ han pasado a formar parte del paisaje urbano.
Más sobre la gente...
La amabilidad típica del habitante de Colonia, tan cosmopolita y acostumbrada a la presencia de extranjeros en contraste con la actitud del alemán promedio de otras ciudades es algo excepcional. La gente te saluda por la calle y es por lo general respetuosa y amable, acomedida o reservada de acuerdo a la situación, curiosa y cauta en la justa medida, ¿y cuando se trata de celebrar? Pues veamos...
Una característica inequívoca de Colonia es la así llamada “Quinta estación del año“. La época de carnaval. En estos días el verdadero espíritu festivo de la ciudad brilla en cada calle. La gente va disfrazada de maneras que van de lo estrambótico a lo exquisito. Y cuando digo “la gente“ me refiero a la gran mayoría de habitantes de la ciudad. Niños y ancianos, obreros y ejecutivos casi invariablemente lucen sea un completo disfraz o por lo menos una nariz roja de payaso sujetada con elásticos y van por la calle, en el auto o en el tren como si fuera la cosa más normal del mundo. Los corsos del „Lunes de Rosas“, o las flores y dulces que son regaladas al público que asiste a mirar los desfiles, por supuesto bien disfrazados, hacen de esta época del año una experiencia inolvidable.
Tradición y más tradición
A través del año es interesante observar cómo las vidrieras de los negocios van modificando su decoración de acuerdo a la festividad de turno: durante la semana santa huevos y liebres de pascua (sí, aquí no es conejo, sino liebre de pascua), payasos y gorros de bufón en carnaval, motivos muy veraniegos en julio y agosto y así sucesivamente.
En navidad, el centro de Colonia se ve invadido por una maravillosa sinfonía para los sentidos: olores de dulces típicos, vino caliente, pan dulce y mil maravillas más. Los mercados de navidad ofrecen sorpresas que van desde juguetes de latón a cuerda, artesanías en madera, velas de clases y características increíbles, perfumes, antigüedades y adornos de vidrio en caleidoscópicas combinaciones. En estos mercados se puede escuchar a través de altavoces canciones navideñas alemanas, variadas y hermosas, ¡y lo mejor!: alguna vez observé que estas eran tarareadas por los pasantes, la mayoría sonriendo sin importar su edad o condición social.
Posibilidades
Como se podrá apreciar, el abanico de posibilidades es muy amplio: ¿Qué te gustaría hacer en Colonia?: ¿Aprender a bailar salsa al estilo cubano? ¿o sencillamente bailarla al estilo de tu país en alguna discoteca latina?, ¿Escuchar una misa en español? ¿Asistir a un concierto de Juan Diego Flores? ¿O deseas simplemente saborear una paella o un buen asado argentino?
En Colonia todo esto es posible. Contra lo que se podría pensar en Sudamérica, aquí se consigue desde panela colombiana hasta pisco peruano o tortillas mexicanas, uno se puede inscribir en cursos para aprender a bailar tango o comprar en el supermercado chocolate ecuatoriano. Aquí he conocido la música de Juanes y de Orishas y he visto a algún brasilero bailar samba en plena calle una tarde de sábado y también, cómo no, he gozado de inolvidables conciertos en la Philharmonie o saboreado exposiciones en el famoso Museo Ludwig o me he confundido con la gente en el estadio Kölnarena escuchando a los populares Bläck Fööss.
Si, en Colonia todo es posible.