Comentario: Occidente está perplejo
30 de agosto de 2014 Una semana antes de la cumbre de la OTAN en Gales, pocos días antes de la necesaria, demostrativa y simbólica visita de Barack Obama a Estonia y en medio de la cumbre extraordinaria de la Unión Europea en Bruselas, es justo decir algo: Occidente está desconcertado y perplejo ante la propuesta neoimperialista de Vladimir Putin, y carece de argumentos ante los cambios estratégicos que enfrenta Medio Oriente.
Sanciones, ¿y qué más?
Naturalmente, la UE, la OTAN y Occidente en general actúan por medio de las sanciones contra Rusia. Y, de seguro, las futuras cumbres seguirán usando esa respuesta ante el desafío que impone Moscú. Estas deberían afectar a Rusia y al presidente Putin, aunque difícilmente pondrán freno a sus acciones, más cuando nadie sabe realmente qué quiere Putin en Ucrania: ¿“Solo” desestabilizar el Este de ese país? ¿Anexionar ese territorio o crear un corredor que llegue hasta la península de Crimea? Sea lo que sea, Putin ha probado maquiavélicamente la débil reacción de Occidente, sabiendo que este no actuará militarmente en la región, sino que optará por equipar al desmoralizado Ejército ucraniano. E incluso quizás ni siquiera eso.
Siendo realistas, debemos reconocer que Ucrania no es responsable de su propio desarrollo, sino que depende de Moscú. Quien quiera defender la integridad territorial ucraniana, ya sea en Kiev, Berlín, Bruselas o Washington, deberá hablar con Putin. Pero primero se debe averiguar qué pretende el presidente ruso, para luego decidir qué se va a ofrecer.
Una negativa a la inclusión de Ucrania en la Unión Europea y especialmente a la OTAN es una precondición. La federalización de Ucrania, especialmente de las zonas del Este, es sin duda un objetivo de las negociaciones. Y el reconocimiento del papel de Rusia en todo esto es inevitable. Dicho de otra forma: Ucrania y Occidente deberán contar con el veto de Rusia a la hora de estrechar una relación. Ese es el precio a pagar para evitar la siempre latente invasión rusa. Un precio amargo para Kiev y la confirmación de que Occidente no puede hacer mucho, aparte de buscar entendimientos diplomáticos, para evitar la guerra. Como sea, entendimiento es una palabra camuflada para ocultar un concepto más duro: resignación.
No hay más para ofrecer
Desde la caída del Muro y la reunificación de Europa, hace 25 años, Occidente ha creído en la racionalidad de la diplomacia y ha puesto cordura en las relaciones entre los estados. Por eso, las ambiciones de poder de Putin han sido tan sorprendentes y abrumadoras. Putin siente que, por ahora, no existen otros actores de peso a nivel de política mundial.
En Europa, las reivindicaciones de poder de Rusia se ven con cautela y escepticismo. Estados Unidos, por su parte, comenzó el año con un ensimismamiento y limitación de su papel dominante a nivel internacional. Y la OTAN tiene desde hace años una crisis de identidad. Ante este vacío, Putin nos ha hecho conscientes de su fuerza. Y a la hora de enfrentar sus provocaciones, y también los cambios en Medio Oriente, Occidente ha reaccionado con perplejidad. ¿Solo por ahora? Difícil que sea de otra forma, en realidad. Occidente no tiene más que ofrecer por el momento.