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Como cualquiera

Daniel Gaitán24 de agosto de 2004
Realmente, no es tan importante mi vida. Me preocupa pensar en no tener nada que escribir sobre ella. Recuerdo que siempre quise volcar en letras mis días, pero no tenía tiempo, y ahora que lo tengo, no sé que contar.
Está por llover y mi perro “Kazaa” me mira con la tristeza infinita que tienen los animales. Yo miro por la ventana como las nubes grises tapizan el horizonte y van llenado el fondo, ese que nunca se alcanza, donde se junta la tierra y el aire, donde los pájaros se pierden antes de entrar.
Tengo esa nostalgia que no suelo tener conmigo. Pero aquí estoy, sin saber que decir de mí. No valgo ni siquiera 50 cent. Creo que se terminó mi libro. No tengo historias, ni siquiera puedo inventarlas. Me falta vuelo. Creí tenerlo en algún momento, pero se ve que me equivoqué. Hace más de cinco años que me vine a este valle de la precordillera. Necesitaba soledad. Estar en contacto con la naturaleza. Volver a conectarme conmigo. Alguien me dijo en aquel momento “te vas allá, adonde tenés la casa de tu vida” anticipándose a que jamás volvería a la ciudad.
Para mí, fue una decisión importante, fue un basta de viajes y hoteles. Me había hartado de ser quién fui, no quise ser más el motor de otros, el horóscopo de quienes se apoyaban en mí. Me molestaba escuchar la música de Britney Spears, y ver la cara de Brad Pitt por todas partes. La televisión y su gran hermano, la euro 2004, y el sexo comprado como se compra un balde a través de las páginas amarillas.
Sé que no quiero volver, pero de hacerlo, lo haría con mi propio caballo de Troya, para que nadie se entere de mi vuelta.