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Con un cepillo y mucha paciencia se reconstruyen años de historia

25 de julio de 2009
Stadtarchiv, Erstversorgungszentrum, Köln Flash-galerie
Imagen: DW

El Archivo Histórico Municipal de Colonia constituía uno de los fondos documentales más importantes de Alemania. Su contenido llenaba 30 kilómetros de estantes, que crecían a una media de 300 metros por año. Siglos de historia plasmada sobre el papel, gran parte de la cual ha quedado reducida a pedazos irreconocibles.

El 3 de marzo de 2009, el edificio que daba cobijo al Archivo se vino abajo. Probablemente, unas obras cercanas en la línea de metro ocasionaron el derrumbe, que arrastró a otros dos inmuebles consigo. Dos personas murieron. Actas, edictos con la firma de Napoleón, libros antiguos, mapas, planos, carteles y parte del legado célebres de personajes como Heinrich Böll, Jacques Offenbach, Karl Marx y Friedrich Engels quedaron sepultados bajo los escombros.

Desde entonces, todo un equipo trabaja en la puesta a salvo de cuanto documento logra ser rescatado. En un Centro de Primeros Auxilios, se les aplica el tratamiento inicial: limpiar, secar e intentar catalogar.

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Imagen: DW

En los periodos de máxima actividad trabajan en el Centro de Primeros Auxilios unas 120 personas. La mayoría son voluntarios y no siempre se trata de personal cualificado: muchos son ciudadanos corrientes con ganas de ayudar.

“Agradecemos cualquier apoyo. Tómese por favor un día de vacaciones, un fin de semana o si quiere más tiempo para contribuir a la conservación de nuestros documentos”, apela Bettina Schmidt Czaia, la directora del Archivo Municipal.

En el Centro de Primeros Auxilios, cada ayudante recibe una caja llena de papeles y un cepillo para quitarles el polvo. Si el voluntario es capaz de distinguir la procedencia o el tipo de documento que tiene entre las manos, realiza la primera selección. Todo lo no clasificable para ojos inexpertos pasa al siguiente cartón.

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Pero no todos los documentos han sido rescatados hechos pedazos. 80 palés repletos de papeles de gran formato llenan una de las salas del Centro de Primeros Auxilios. Húmedos, sucios, arrugados o doblados, tal vez rotos, pero enteros. De ellos no se encargarán los ayudantes, sino los restauradores de papel.

Más de 100.000 mapas y planos y alrededor de 50.000 carteles de tamaño grande formaban parte de los fondos del Archivo Municipal de Colonia.

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El equipo de restauradores del Centro de Primeros Auxilios lo componen entre 30 y 50 personas, dependiendo del momento. Especialistas de todo el mundo van pasando por aquí. Y, por supuesto, muchos conservadores de Colonia y cercanías. También la mayoría de ellos son voluntarios.

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Colonia es una ciudad partida en dos por Rin. El río es su orgullo y una de sus bellezas, pero también el culpable de que en su subsuelo se encuentre agua a pocos metros. Muchos de los documentos se rescatan mojados. El primer secado se lleva a cabo en la misma calle Severin. Al Centro de Primeros Auxilios, el contenido del Archivo llega cuando está semiseco o húmedo. El Centro cuenta con cuatro salas dotadas de deshumificadores industriales. En carros como éstos, los documentos son sometidos al secado definitivo.

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“Cuando estás ahí, en ese gigantesco agujero que ha dejado el Archivo, las primeras noches trabajando mano a mano con los bomberos y con los equipos de rescate, no te fijas si lo que cae entre tus manos es algún documento importante o no. Te da igual si es una de las joyas del Archivo o un acta cualquiera. En esos momentos, tratas de salvar todo lo que puedes, y eso lo más rápido posible”, cuenta la restauradora Imke Henningsen.

Después de los turnos de emergencia iniciales, Henningsen abandonó la calle Severin, el lugar del siniestro, para pasar a trabajar en el Centro de Primeros Auxilios. “Yo también he leído esos porcentajes que aparecen en la prensa y que aseguran que ya se ha rescatado el 70, el 80 o el 85 por ciento del fondo documental… Pero lo cierto es que nadie sabe con seguridad cuánto hemos logrado salvar. Nadie sabe cuánto queda todavía bajo los escombros”, dice.

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El trabajo con los grandes formatos es una labor a realizar en equipo. Los documentos se mueven siempre entre dos. Hay que tener mucho cuidado de no doblarlos, no romperlos, no hacerles sufrir más estropicios de muchos los que ya han vivido.

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11.000 toneladas de escombros han retirado hasta ahora los bomberos del lugar en el que se derrumbó el Archivo. Los documentos llegan al Centro de Primeros Auxilios cubiertos de un polvo muy alcalino que debe ser retirado cuanto antes porque podría dañarlos. Aquí no se aplican procedimientos altamente tecnificados. Un pincel de pelo de cabra basta para la limpieza en seco del papel.

Los documentos delicados y los pergaminos se envuelven para su almacenamiento provisional en papel de seda y se colocan en cajas especiales. Los extremadamente frágiles sellos de cera que portan muchos pergaminos se conservan en unos saquitos especiales que les aseguran protección.

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Tener mucho cuidado es la primera premisa a la hora de realizar este trabajo, asegura la restauradora de papel Johanna Friesmarkiewicz.

Friesmarkiewicz trabaja para la Biblioteca Nacional de Estocolmo. Ella y otros tres compañeros colaboran estos días como voluntarios con el Archivo colonés. "Hemos venido a ayudar", cuenta, "pero también estamos aprendiendo mucho."

"Estamos muy contentos de estar aquí. La organización es magnífica y el trabajo muy interesante, así que nos alegramos mucho de poder echar una mano", añade la restauradora sueca.

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"Éste es un claro ejemplo", dice Anne Pelikan, mientras contempla unos planos arquitectónicos. Un buen ejemplo de cómo llegan los documentos al Centro de Primeros Auxilios. "Ve, están doblados, llenos de piedrecitas, de arena… éste tiene aquí un corte… pero otros se encuentran en buen estado. Es un ejemplo claro de lo impredecibles que son los daños que ocasionan este tipo de accidentes".

Anne Pelikan fue durante años conservadora de papel en la Biblioteca Nacional de Boston. Hoy es profesora y, cuando se enteró del incidente, no dudó en presentarse como voluntaria para los trabajos de restauración. Sólo puede quedarse tres semanas, lamenta. Sus alumnos la esperan. Pero "estoy muy contenta de estar aquí", asegura.

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Una vez limpios y secos, los documentos se guardan en cajas. Cada una de ellas recibe un número y su contenido queda registrado en una base de datos informática. Colocados sobre palés, los cartones se embalan y envía a diferentes puntos del país. Actualmente existen 40 estaciones de almacenamiento: bibliotecas y archivos desde Colonia a Hamburgo han puesto espacio a disposición de estos fondos. Allí permanecerán hasta que llegue el momento de que los restauradores los abran y comiencen los definitivos trabajos de reconstrucción.

Autor: Luna Bolívar Manaut

Editor: José Ospina Valencia

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