Con largas penas de prisión para cinco exparamilitares por violar sistemáticamente a mujeres indígenas durante la guerra civil, Guatemala apenas empieza un proceso de aceptación de su oscura historia, advierten expertas.
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Los hermanos Benvenuto y Bernardo Ruiz Aquino, así como Damián y Francisco Cuxum Alvarado fueron condenados en Guatemala a 30 años de prisión por crímenes de lesa humanidad. Además, Gabriel Cuxum Alvarado recibió 40 años de prisión por cometer un delito más: el ocultamiento de su propia identidad.
Para los condenados, que escuchaban atónitos el veredicto por videoconferencia en la prisión de Fraijanes, esta sentencia significa probablemente cadena perpetua, porque tienen entre 59 y 70 años. Para las víctimas de las innumerables violaciones, es al menos una pequeña parte de justicia. La más joven tenía apenas doce años en ese entonces. "Sangré durante un mes y no sabía por qué, mi tía me preguntó: ‘¿Qué te ha pasado?'”, relató durante el juicio. Este es solo uno de los muchos testimonios desgarradores que han sacudido a toda Guatemala en las últimas semanas.
El hecho es un símbolo de la violencia sexual como táctica de guerra infligida a las mujeres maya durante la guerra civil, a principios de la década de 1980, según relató una de las víctimas ante los jueces: "Asesinaron a mi esposo, quemaron mi casa y me robaron dinero. Luego me violaron. Después de tres meses de embarazo, tuve que abortar y tuve un dolor insoportable".
La guerra civil como trauma de Guatemala
El país centroamericano está superando finalmente su oscura historia. Al menos 200.000 personas fueron víctimas de la guerra civil entre 1960 y 1996, 45.000 más desaparecieron, y cuatro de cada cinco víctimas eran indígenas. La población rural maya era el blanco preferido de las masacres planificadas por el Ejército y los grupos paramilitares de derecha. Las mujeres sobrevivientes de la comunidad de Rabinal son achí, un grupo étnico de origen maya.
Aura Estela Cumes Simón todavía se despierta por la noche empapada de sudor, y la pesadilla es siempre la misma: sueña que la persiguen y ella misma es víctima de estas atrocidades. Algo que no sorprende, pues la antropóloga, como experta en el proceso, fue quien tomó los testimonios de las 36 demandantes. Una y otra vez escuchaba la misma frase, entre lágrimas: "¡Me siento seca por dentro, aturdida, como si fuese una muerta viviente!”.
Cumes Simón es maya y la lucha contra el racismo en Guatemala, que sigue siendo cotidiana, es su especialidad. Sobre el tema ha escrito varios libros en los últimos 20 años. Por eso, Cumes Simón no dudó cuando le pidieron ser perito en un juicio de este tipo hace ocho años. "Muchos guatemaltecos todavía no saben lo que pasó entonces. O peor: no les importa. Pero aún más grave es cuando repiten la narrativa común de que las víctimas tienen la culpa de todo", afirma la experta.
¿Sigue siendo el Estado un enemigo de los indígenas?
La antropóloga Cumes Simón también ha investigado sobre la violencia sexual como arma de guerra, pero lo que le contaron las mujeres, que tenían entre doce y 53 años en el momento del crimen, superó su imaginación. "No era solo el control, la tortura, las violaciones, es decir, la destrucción de todo ser humano. También tuvieron que ver cómo mataban a sus esposos, hermanos o hijos delante de ellas. Los soldados y paramilitares crearon una especie de campo de concentración", asegura.
Lo más increíble era que los torturadores y asesinos eran también antiguos vecinos, que fueron reclutados para perseguir a los guerrilleros. "Así que esta gente ha destruido su comunidad y la vida de su propia gente. En el programa de las patrullas también había un llamado ‘servicio de mujeres' en el que se violaba a las mujeres", dice la experta, y se pregunta: "¿Cómo se puede llegar a cometer tales crímenes contra mujeres y niños indefensos?".
Aura Estela Cumes Simón lo tiene claro: el Estado guatemalteco sigue siendo el mayor enemigo de la población indígena. Hace apenas tres años que la jueza Claudette Domínguez fue apartada del caso por relativizar y dudar constantemente del testimonio y los motivos de las mujeres mayas. "Esta victoria en los tribunales es también un símbolo de la lucha contra el racismo arraigado en Guatemala. Conseguido por tres abogadas mayas", sostiene.
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Guerra civil aún no termina
Una de las juristas es Lucía Xiloj, que desde hace años se ha hecho un nombre como defensora de los derechos de la población indígena. Ella es de Chichicastenango, a solo 50 kilómetros de Rabinal, el lugar de las violaciones. También es parte de la ironía de la historia el hecho de que las víctimas hayan tenido que esperar casi 40 años para que se haga justicia, y que la hayan conseguido, precisamente, a través de una abogada indígena de la misma edad.
"Para mis clientes, esta sentencia es de enorme importancia. Ahora tienen por escrito, tanto ante la sociedad como ante sus comunidades, que no tienen ninguna responsabilidad en lo sucedido", comenta Xiloj, "porque, desgraciadamente, cuando las mujeres indígenas entran a una sala judicial, sus testimonios no son creídos. Los estereotipos siguen siendo los mismos hoy en día".
"No se trata de un doble racismo por ser mujeres e indígenas, sino de un racismo multiplicado: también son pobres y apenas tienen oportunidades de educación. Además, todo el sistema de justicia está orientado al idioma español, por lo que las mujeres indígenas de Guatemala están muy desfavorecidas", afirma Lucía Xiloj.
La abogada quiere continuar, porque el veredicto significa solo un primer paso. Ahora también hay que hacer justicia con las mujeres que han sido víctimas de violencia sexual en otras comunidades guatemaltecas: Xiloj dice que nunca olvidará la alegría de las mujeres: "Nos decían decían: ‘Por fin nos creen y escuchan'. Definitivamente, la guerra civil aún no ha terminado, todavía queda mucho por hacer".
(ct/rml)
La diversidad de los pueblos indígenas en América Latina
Según datos de UNICEF, en América Latina existen actualmente 522 pueblos indígenas. México, Bolivia, Guatemala Perú y Colombia aglutinan el 87% de los pueblos indígenas de América Latina y el Caribe.
Imagen: Christopher Pillitz
Amazonia, fuente de diversidad
Según el Atlas Sociolingüístico de Pueblos Indígenas en América Latina de UNICEF, la Amazonia es la región con mayor diversidad de pueblos indígenas (316 grupos), seguida por Mesoamérica, la cuenca del Orinoco, los Andes y la región del Chaco. Brasil (foto) es el país con más diversidad de pueblos indígenas con un total de 241. Colombia es el segundo con (83), seguido por México (67) y Perú (43).
Imagen: DW/T. Fischermann
Diversidad de pueblos y lenguas
Cinco pueblos agrupan varios millones de personas: Quechua (foto), Nahua, Aymara, Maya yucateco y Ki'che; y seis aglutinan entre medio y un millón de habitantes: Mapuche, Maya q'eqchí, Kaqchikel, Mam, Mixteco y Otomí. Cerca de una quinta parte de los pueblos indígenas perdió su idioma nativo en las últimas décadas. De 313 idiomas indígenas, el 76% es hablado por menos de 10.000 personas.
Imagen: picture-alliance/Robert Hardin
Cada vez más urbanos
Aunque más del 60% de la población indígena de Brasil, Colombia, Ecuador, Honduras y Panamá todavía vive en zonas rurales, más del 40% de la de El Salvador, México y Perú reside en áreas urbanas. En Chile (foto) y Venezuela, la población que vive en ciudades supera el 60% del total. Éstos tienen 1,5 veces más acceso a electricidad y 1,7 veces más acceso a agua corriente que los de zonas rurales.
Imagen: Rosario Carmona
Conviviendo con la pobreza
Según un informe del Banco Mundial, la pobreza afecta al 43% de los hogares indígenas, más del doble de la proporción de no indígenas. El 24% de todos los hogares indígenas vive en condiciones de pobreza extrema, es decir 2,7 veces más que la proporción de hogares no indígenas. En 2011, en Guatemala, tres de cada cuatro habitantes de zonas con pobreza crónica pertenecían a un hogar indígena.
Imagen: picture-alliance/Demotix
Educación superior: un privilegio para muy pocos
El reporte del Banco Mundial 'Latinoamérica indígena en el siglo XXI' apunta que la finalización de estudios primarios entre indígenas urbanos es 1,6
veces mayor que entre los que habitan en zonas rurales, mientras que los que terminan la educación secundaria es 3,6 veces mayor y los que cursan estudios superiores es 7,7 veces mayor. El acceso a la universidad es un privilegio para muy pocos.
Imagen: Uskam Camey
Brecha digital: exclusión social
A pesar de la aparente familiaridad de este miembro de la tribu Kayapó (Brasil) con la tecnología, los miembros de pueblos indígenas no se han beneficiado de su masificación. Estos tienen cuatro veces menos acceso a internet que los no indígenas en Bolivia y seis veces menos acceso en Ecuador. Asimismo, los indígenas tienen la mitad de acceso a un computador que los no indígenas en Bolivia.
Imagen: AP
Implicados en la vida política
Los pueblos indígenas participan activamente en la vida política de sus comunidades, ya sea a través de parlamentos locales o nacionales, en los municipios o a nivel estatal. Sus líderes están involucrados en partidos políticos nacionales o han creado sus propios partidos. Así, existen partidos indígenas muy influyentes en Bolivia y Ecuador, pero también en Venezuela, Colombia y Nicaragua.
Imagen: Reuters/J. L. Plata
Empoderamiento ciudadano
Con una población de más de 800.000 habitantes, principalmente de origen aymara (foto), El Alto (Bolivia), comenzó a organizarse en juntas vecinales. A través de éstas, exigieron tener acceso a sus propios recursos financieros y ejercer control sobre ellos. Las Juntas se crearon con el objetivo de que éstas planificaran, financiaran y construyeran infraestructura básica y proporcionaran servicios.
Imagen: picture-alliance/dpa/EPA/BOLIVIAN INFORMATION AGENCY
Protección vulnerada
Cerca del 45% de cuenca del Amazonas está protegida en el marco de diversas formas legales. A pesar de que 15 de los 22 países de la región han ratificado el Convenio Nr. 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), a menudo se vulnera el proceso de Consentimiento Libre, Previo e Informado (CLPI) que pretende garantizar su participación en cambios que pueden afectar su estilo de vida.
Imagen: Survival International
Indígenas en el punto de mira
Los representantes de pueblos indígenas son víctimas de criminalización y hostigamiento y suelen sufrir amenazas, violencia e incluso la muerte al posicionarse en contra de la instalación de grandes infraestructuras en su territorio. En la fotografía, miembros de las comunidades indígenas en contra del proyecto hidroeléctrico Las Cruces, ubicado en el río San Pedro Mezquital, en Nayarit (México).
Imagen: AIDA/C. Thompson
Minería: fuente de conflictos
La minería también es una amenaza para los pueblos indígenas y provoca migraciones y conflictos. Se calcula que una quinta parte de la cuenca amazónica tiene potencial minero: 1,6 millones de kilómetros cuadrados, 20% de los cuales están en tierras indígenas. La extracción ilegal de oro también se ha propagado en la región, provocando deforestación, contaminación de los ríos y violencia.
Imagen: Jorge Mario Ramírez López
Defendiendo el territorio
Los Munduruku (foto), que cuentan con una población de entre 12.000 y 15.000 personas que viven en la orilla del río Tapajós, en los estados de Pará, Amazonas y Mato Grosso (Brasil), sufren el peligro de ambas actividades. Durante tres siglos, han tratado de demarcar oficialmente su territorio, una área de 178.000 hectáreas amenazado por actividades de extracción y proyectos hidroeléctricos.
Imagen: DW/N. Pontes
Socios clave en la lucha contra el cambio climático
El reconocimiento y la protección de los territorios indígenas es una estrategia eficaz para prevenir la deforestación y combatir el cambio climático. Entre 2000 y 2012, la deforestación en la Amazonia brasileña fue de 0,6% dentro de los territorios indígenas protegidos legalmente, mientras que fuera llegó al 7%, lo que produjo 27 veces más emisiones de dióxido de carbono.
Imagen: Ádon Bicalho/IPAM
Los grandes desconocidos
Algunas comunidades indígenas siguen negándose a tener contacto con el mundo exterior y viven en áreas aisladas, usando lanzas y dardos envenenados para cazar monos y aves. Es el caso de los Waorani (foto) que viven en la selva amazónica, en Ecuador. En las últimas décadas, muchos de ellos han pasado de vivir como cazadores a asentarse en el Parque Nacional Yasuní.
Imagen: AP
Contacto mortal
Lamentablemente algunos de los que han sido contactados han sufrido las consecuencias. Los indígenas matsés o “mayorunas” que viven en la ribera del río Yaquerana, en la frontera entre Brasil y Perú, conocidos como “el pueblo del jaguar" (foto) fueron contactados por primera vez en 1969. A raíz de este encuentro muchos murieron por enfermedades como tuberculosis y hepatitis.