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Coronavirus en Madrid: "Aquello parecía la guerra"

Nicole Ris
22 de diciembre de 2020

Durante la primera ola de coronavirus, los hospitales se saturaron con rapidez y el personal médico trabajó al límite de sus fuerzas. Muchos médicos aún no se han recuperado y temen una nueva ola tras la Navidad.

La médico intensivista Laura Sanz en su lugar de trabajo.Imagen: Laura Sanz

El 2020 fue un año duro. La médico intensivista Carmen Gijón tal vez se da cuenta ahora de lo duro que fue. Todavía le quedan un par de días libres antes de tener que volver a trabajar en la planta de cuidados intensivos. Ha pasado algún tiempo desde que su hospital fuera tomado repentinamente en marzo por la primera ola de coronavirus, pero aún no ha procesado lo vivido. En aquel momento, sus colegas y ella lucharon entre la desesperación, la frustración y la impotencia por la supervivencia de los pacientes. Carmen Gijón estuvo presente en el momento en el que el coronavirus arrebató la vida de incontables personas. Vio cómo sus pacientes pasaban de la cama a la mortaja de un instante para otro. Muchos de ellos eran ancianos, pero otros acababan de ser papás. Parecía que algunos conseguirían sobrevivir. A menudo morían ante la sola presencia de los médicos de la planta de cuidados intensivos. En rara ocasión, era posible llevar algún pariente hasta el lecho de muerte y, en esos casos, bajo estrictas medidas de seguridad.

La intensivista Carmen Gijón en su trabajo. Imagen: Carmen Gijón

"Siempre lloraba de camino a casa"

La joven intensivista lucha por reprimir las lágrimas cuando recuerda esos momentos. Sus colegas y ella trabajaron hasta el verano en períodos de ocho días seguidos y uno de descanso, se olvidaron de ellos mismos, dieron el 200 por ciento de sí mismos. Tanto Carmen como sus compañeros lloraban cada vez que regresaban a casa después de un turno. Después, exhaustos, se les hacía muy difícil conciliar el sueño. "A veces no sé cómo hemos logrado aguantar tanto. La primera ola fue literalmente como una batalla", narró la mujer, de 38 años. Muchos de sus colegas han necesitado tratamiento psicológico y, algunos de ellos, incluso medicación para poder volver a estar tranquilos. Están traumatizados incluso aquellos que son "muy fuertes". Se produjo una tregua cuando las cifras de contagios se redujeron durante el verano, pero a partir de septiembre volvieron a llenarse las camas de cuidados intensivos. Carmen Gijón está agotada física y mentalmente.

Más muertos tras la Navidad

Laura Sanz es también intensivista. Para ella, no solo las menores restricciones sino también el comportamiento individual de las personas han llevado a que el virus vuelva a estar fuera de control. Desde su perspectiva, cree posible que todavía haya una nueva ola. También otros médicos creen que volverá a haber muchos muertos, especialmente después de los días festivos de Navidad. Dependiendo de cada región, en España pueden reunirse de seis a diez personas. Es de esperar que la gente se atenga a esa medida y que además guarde distancia, lleve puesta la mascarilla y ventile las habitaciones. "Todos saben de qué depende. Es una cuestión de responsabilidad", afirmó Laura Sanz. Cada vez acuden más personas a su clínica madrileña para hacerse la prueba del coronavirus antes de las fiestas. Sanz tiene 37 años y vivió el inicio de la pandemia como paciente. Se contagió cuando todavía nadie se había tomado en serio el peligro y estuvo dos semanas en el hospital luchando por respirar. Tuvo miedo de que sus colegas tuvieran que trasladarla a cuidados intensivos. Laura observó desde su cama cómo el mundo a su alrededor se transformaba. Tuvo suerte de tener acceso a una cama. Muy poco después, se necesitaron todas y cada una de las plazas hospitalarias para los pacientes de COVID-19.

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"Había enfermos también en los pasillos"

"Aquello parecía la guerra. Incluso en los pasillos había enfermos", recordó. Algunos pacientes morían de forma tan repentina, que no tenían ni tiempo de pedir ayuda. Sin su vecina de habitación, Joaquina, de 78 años, cree que no hubiera sobrevivido. "Fue para mí como una abuela en los 10 días que pasamos juntas", relató Sanz. Joaquina no sobrevivió. También el médico en jefe de Laura Sanz murió de coronavirus. Cuando ella superó la enfermedad, solo quería reincorporarse al trabajo, también para apoyar a sus colegas, pero aún no le es posible trabajar jornadas completas, porque sigue padeciendo los efectos tardíos del COVID-19. Ella tiene problemas digestivos, cuestión que investiga en un estudio que realiza junto a otros médicos para analizar la relación entre las bacterias de la flora intestinal y una infección por coronavirus. "La bacterias son como el rey de la selva", explicó Sanz. Las buenas protegen su territorio de los agresores. Por ejemplo, del  coronavirus, y eso es algo que podría influir en la gravedad con la que cursa la enfermedad. Su hipótesis es que también podrán combatirse con la flora bacteriana los efectos tardíos del coronavirus. Un rayo de esperanza, aunque también cree que le tocará volver a pasar días y semanas en la planta de cuidados intensivos como tarde a finales de enero. Confía en que ella y sus colegas tendrán energía suficiente, porque el 2020 fue duro. 

Paciente de COVID-19 en posición de pronación en una cama de cuidados intensivos de Madrid. Imagen: Juan Carlos Lucas/NurPhoto/picture alliance

(ms/ju)

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