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Coronavirus: las graves fallas de Perú frente a la pandemia

Camilo Toledo-Leyva
21 de agosto de 2020

Perú se convirtió en el segundo país con la mayor tasa de mortalidad del mundo. Las medidas estrictas del comienzo no fueron articuladas con otros sectores para hacer un sistema de medición epidemiológico exitoso.

Sepultura de víctimas del coronavirus en Acora, Perú. (9.08.2020).
Sepultura de víctimas del coronavirus en Acora, Perú. (9.08.2020).Imagen: Getty Images/AFP/C. Mamani

Aunque, en números totales, Estados Unidos, Brasil y México aparecen como los tres países con más fallecidos por el nuevo coronavirus a nivel mundial, el orden de la lista cambia cuando se comparan las cifras de muertes en relación a la población de cada país. Allí, Perú encabeza la lista en el continente americano, y a nivel mundial se ubica como el segundo país, detrás de Bélgica, con la tasa de letalidad más alta por COVID-19.

Por cada 100.000 habitantes, 78 mueren a causa de esta enfermedad, según datos del ministerio de Salud peruano. Y la cifra de contagios en el país andino se estaría duplicando, en promedio, a la fecha, cada 46 días. De acuerdo con reportes de la Universidad Johns Hopkins, hasta este viernes (21.08.2020) rodea los 560 mil casos positivos y 27 mil víctimas mortales. Esto, sin contar el desborde de casos que las autoridades peruanas tuvieron que reconocer hace unos días, y que, según estimaciones que han llegado a los medios, llegaría a casi 50 mil personas fallecidas "en el contexto" del COVID-19.

Las pruebas serológicas, la raíz del problema

"Uno de los grandes errores fue la incapacidad para establecer un sistema de pruebas de diagnóstico adecuado. El gobierno se basó demasiado en el uso de pruebas serológicas rápidas, que detectan anticuerpos y tienen grandes limitaciones, en lugar de hacer pruebas moleculares. Algo que facilitó la transmisión del virus y, en consecuencia, las muertes”, explica a DW el epidemiólogo peruano Mateo Prochazka de la Universidad Cayetano Heredia.

Edward Málaga (al medio), neurobiólogo de la Universidad Cayetano Heredia que desarrolló pruebas molecular locales, junto a su equipo. Imagen: privat

En muchos países, la tasa de mortalidad de las personas que ingresan a cuidados intensivos (UCI) es de aproximadamente el 50 por ciento. Es decir, por cada dos personas que entran a UCI, una fallece. "Pero cuando no hay una unidad de cuidados intensivos o esta no cuenta con los recursos necesarios, de insumos o personal, no se puede llegar a prevenir esa letalidad. Aquí la letalidad puede ser 2 de 2. Además de las personas que no llegan a la UCI y fallecen por falta de oxígeno”, señala Prochazka.

Para el neurobiólogo peruano Edward Málaga, las altas cifras de fallecidos se debe, en su conjunto, a que las decisiones políticas tomadas no estuvieron basadas en la ciencia: "No se puso en marcha el testeo, rastreo y aislamiento. Estos tres van de la mano. No se pueden rastrear los contactos si no se ha hecho un testeo molecular masivo. Aquí se vio la diferencia entre el diagnóstico temprano y el diagnóstico tardío. El otro factor fue no comunicar bien con la población”, aclara en entrevista con DW.

Francisco González, profesor de la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad Johns Hopkins.Imagen: Johns Hopkins University

El avance del coronavirus, a pesar de las medidas

A comienzos de julio se levantaron las estrictas medidas de confinamiento impuestas desde marzo, pero, desde la semana pasada, debido a que la curva de contagios no se logra controlar, el Gobierno de Martín Vizcarra impuso nuevamente la inamovilidad los domingos. Según las autoridades, las reuniones familiares se habrían convertido en el nuevo foco de contagio del coronavirus en el país.

"Es paradójico que, a pesar de haber adoptado todas las recomendaciones de la OMS, no se haya logrado frenar el avance del virus. Pero esto se debe a una cuestión estructural que no va a cambiar un decreto de urgencia en un mes, o un año. Perú es uno de los países de la región que menos ha invertido en salud pública, a pesar de sus buenas cifras económicas”, subraya Francisco González, profesor de la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad Johns Hopkins, a DW. González recuerda que la gente tuvo que elegir entre salir de casa a buscar su pan, o morir de COVID-19: "Por necesidad, la gente no se aísla y trata de sobrevivir como puede. En Perú siete de cada diez empleos son informales, y el 40 por ciento de trabajadores son autoempleados”. Los expertos coinciden en que las buenas medidas estrictas del comienzo no fueron articuladas con otros sectores para lograr un sistema de medición epidemiológico exitoso.

Trabajadores del cementerio de Comas, en el norte Lima, transportan ataúdes de personas fallecidas por COVID-19.Imagen: Getty Images/AFP/E. Benavides

Ahora, el presidente Vizcarra ha anunciado que está negociando 30 millones de vacunas con cinco laboratorios internacionales, y que 800 mil pruebas moleculares de coronavirus estarían en camino. También se dispuso una planta de oxígeno móvil que estará circulando por varios distritos de la capital. A nivel nacional, el gobierno tiene previsto hacer megaoperativos con la atención primaria del coronavirus.

Burocracia vs. ciencia

En medio de la grave situación sanitaria que atraviesa el país sudamericano, empresas privadas se han querido sumar, por ejemplo, ayudando en la producción local de pruebas moleculares como la que realiza la Universidad Cayetano Heredia, pero se ha estrellado contra la pared de la burocracia estatal. El equipo científico, liderado por el neurobiólogo Málaga, logró replicar pruebas moleculares que dan resultados en 40 minutos, frente a las 48 horas que se necesitan normalmente. Pero la falta de normativas, vacíos legales, validaciones y permisos tienen estancado el proyecto desde hace dos meses.

"Perú no ha tomado conciencia de la gravedad de la pandemia. Es frustrante y triste ver que desde la ciencia podemos aportar con las pruebas, pero estas no llegan a donde tienen que llegar, lo que está causando más muertes. Es como si a diario cayera una avión lleno de gente”, relata Málaga a DW. 

Esta dilatación también se debe a las disputas entre el Ejecutivo y el Legislativo, que incluso provocaron hace unas semanas la caída del gabinete ministerial. "Esta es una tragedia del desgobierno. A pesar de que estamos frente a una pandemia de gran magnitud, que sólo ocurre cada 100 años, los políticos les dan más prioridad a sus propios intereses que a los de su gente”, concluye González, de la Universidad John Hopkins. 

(cp)

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