La prohibición de visitas impuesta en hospitales y hogares de ancianos debido al coronavirus es una medida demasiado dura, y no debería regir en el lecho de muerte, a juicio de Astrid Prange.
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¿Quién sostiene su mano? ¿Quién besa sus mejillas y su frente? ¿Quién pronuncia las últimas palabras de consuelo? ¿Quién cierra sus ojos? Estas preguntas no son fáciles de responder en los tiempos del coronavirus. Muchos moribundos deben recorrer solos el último trecho del camino. Sin familia y sin amigos, sin cariño y ternura. Dejan esta vida sin despedirse.
La muerte solitaria es una de las consecuencias de la prohibición de visitas en hospitales y otras instituciones de cuidado de enfermos, impuesta en la mayoría de los países afectados por la epidemia del coronavirus. Una medida de extrema dureza. Les quita a los enfermos, y en especial a los moribundos, la última alegría. El resto de voluntad de vivir. Las últimas añoranzas.
¿Ver una vez más a la hija o al hijo? ¿Abrazar una vez más al nieto? ¿Sostener una vez más la mano de la pareja y sentir su mirada amorosa? ¿Saber que el mejor amigo está ahí? ¿No es acaso esa la razón por la que muchos pacientes han soportado todos los dolores y tratamientos?
La prohibición también es una tortura para los familiares. No estuvieron allí cuando el ser querido los esperaba. No pudieron mostrarle sus sentimientos ni su amor, ni agradecerle por una vida compartida, ni brindar ni recibir consuelo. Son dolorosos sentimientos de culpa con los que de seguro muchos cargarán por el resto de sus días.
Por importante y correcta que sea la prohibición de visitas desde el punto de vista de la epidemiología y la política de salud, de ella emana un signo inhumano en medio de la crisis del coronavirus, que no se podrá superar sin humanitarismo.
Un equilibrio
El aislamiento de las personas ancianas y enfermas debe acabar ante el lecho de muerte. Se trata de encontrar un equilibrio entre dos propósitos justificados: proteger de una infección con el coronavirus y proteger de una muerte en medio del aislamiento social.
En Alemania, muchas instituciones de cuidado de pacientes y hospitales intentan reaccionar a esta situación de emergencia humana con reglas de excepción, para posibilitar a los moribundos la despedida de sus familiares. Pero en muchos lugares hay problemas en la implementación. Y las personas que han enfermado gravemente de COVID-19, en general, ya no pueden recibir visitas.
Aun cuando sea difícil controlar el virus, una despedida acorde con la dignidad humana debería ser posible también en los tiempos de esta pandemia. ¿Tal vez será posible en el futuro efectuar test rápidos a los visitantes? ¿Quizás haya en lo sucesivo más atuendos de protección y mascarillas, también para familiares que quieren despedirse de un ser amado?
Me inclino ante todos los médicos, cuidadores, religiosos, enterradores y, sobre todo, ante las familias afectadas, que cada día tratan de actuar humanamente y soportan cargas inimaginables.
Ellas recorren la Vía Dolorosa, donde los cristianos no podrán acudir en esta Semana Santa debido al peligro de contagio con el coronavirus. Ellas demuestran que el humanitarismo a veces está por sobre las prohibiciones. Y que la vida puede celebrar la resurrección. (ers/few-cp)
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Lugares que callan: sitios turísticos vacíos por culpa del coronavirus
Las vistas más famosas del orbe lucen solitarias en medio de la crisis desatada por la pandemia. Pero incluso así, sin visitantes, merecen una mirada. Quizás en ellas veamos la esperanza de que vendrán tiempos mejores.
Imagen: picture-alliance/dpa/P. Kneffel
Alemania: Múnich, Marienplatz
La Marienplatz, frente al Ayuntamiento de Múnich, parece un teatro al aire libre carente de espectadores. En condiciones normales, muchos curiosos se reúnen frente a la torre, donde la estrella es el "Glockenspiel". ¿Su gracia? Cuando suenan las campanas, pequeñas figuras recrean historias que datan del siglo XVI. Ahora solo la policía recorre el lugar.
Imagen: picture-alliance/dpa/P. Kneffel
Italia: Roma, Plaza de España
Entre los numerosos atractivos de la Ciudad Eterna se encuentra la Plaza de España, ubicada justo detrás de la Fuente de la Barcaza. Esta es una alegoría al espíritu de supervivencia que hizo grande a la ciudad en otra catástrofe, la inundación de 1598. Sí, el agua de la fuente fluye, pero las escalinatas de la Plaza lucen vacías.
Imagen: picture alliance/dpa
España: Barcelona, La Rambla
Hasta hace poco, La Rambla se caracterizaba por el permanente mar de personas que la recorría, sirviendo como ejemplo para quienes se quejan del exceso de turistas. Ahora, apenas es posible encontrar en La Rambla alguna paloma deambulando despreocupada.
Imagen: picture-alliance/NurPhoto/X. Bonilla
Francia: París, Campos Elíseos
Hoy el bulevar parisino, otrora epicentro de la actividad comercial y principal arteria de la capital francesa, parece congelado en el tiempo. Un Arco del Triunfo en medio del silencio, uno que otro vehículo en la distancia y la luz del semáforo en rojo. Si hay una postal de estos tiempos, seguramente es esta.
Imagen: picture-alliance/Photoshot/Tang Ji
Reino Unido: Londres, el Puente de la Torre
Hasta el Támesis se ve más apacible. No hay paseos en embarcaciones ni turistas. De hecho, también es poca la gente y los vehículos que atraviesan el puente. En las calles londinenses también se deja sentir el influjo letal del nuevo coronavirus.
Imagen: picture-alliance/Photoshot
Turquía: Estambul, Santa Sofía
La plaza frente a Santa Sofía suele verse como un recinto ferial repleto de turistas y comerciantes. Hoy, en cambio, reina el silencio a pocos metros de uno de los edificios más antiguos de Estambul. La iglesia que luego fue mezquita y ahora es museo data del siglo VI y sigue allí, esperando mostrar nuevamente sus maravillosos tesoros.
Imagen: picture-alliance/Photoshot/Xu Suhui
Rusia: Moscú, calle Tverskaya
Usada habitualmente para los grandes desfiles militares, la calle Tverskaya se extiende desde el anillo moscovita hasta el centro mismo, intersecando con la calle Mokhovaya, a metros de la Plaza Roja. Es una avenida de edificios regulares y boyante actividad comercial que hoy solo ve pasar convoyes desinfectantes.
Imagen: picture-alliance/dpa/Sputnik/G. Sysoev
Egipto: Pirámides de Guiza
Incluso las tumbas de los faraones ahora solo pueden ser visitadas por personal encargado de desinfectarlo todo. Está por verse si estas medidas de higiene servirán para que Egipto recupere la confianza de los turistas, hoy ausentes. En todo caso, las pirámides han sobrevivido a varias crisis a lo largo de la historia.
Imagen: picture-alliance/dpa/G. Hamdy
Arabia Saudita: La Meca, la Gran Mezquita
La Meca es considerado uno de los sitios de peregrinación más importantes por los musulmanes. Más de tres millones de personas lo visitan cada año. Pero en 2020 no será así. En La Meca hay toque de queda desde el 2 de abril. Allí donde habría decenas de miles de personas hoy solo rondan hombres con trajes de protección cuya tarea es desinfectarlo todo.
Imagen: picture-alliance/dpa/AP/A. Nabil
India: Agra, Taj Mahal
Muchos monumentos culturales históricos están siendo resguardados por fuerzas militares. Incluso el Taj Mahal de India, un monumento al amor, tiene a soldados en su entorno atentos a evitar que las multitudes vuelvan a reunirse ahí, como solía ocurrir en tiempos pre-COVID-19.
Imagen: picture-alliance/AA
Estados Unidos: Nueva York, Times Square
También lugares que se consideran el centro del mundo lucen fantasmagóricos actualmente. Un ejemplo es el Times Square, en Nueva York. Todo parece haberse detenido, como en un estado de perpetua espera. Pasos peatonales sin peatones, semáforos sin vehículos a los que ordenar... Todo es distinto, incluso en la ciudad que nunca duerme.
La amplia playa, el mar, y la silueta de Río de fondo. También Copacabana, epicentro del más animado paraíso de la fiesta y la música, es hoy una triste sombra de lo que fue. Solo las suaves olas del Atlántico rompen el silencio y nos recuerdan que la vida sigue su curso.
Imagen: picture-alliance/AA/F. Teixeira
China: la Gran Muralla
Después de dos meses de cierre, a fines de marzo la Gran Muralla China fue reabierta al público. Se trata de una imagen que nos da una luz de esperanza: al final del túnel todavía existe la posibilidad de que el mundo vuelva a ser el lugar que fue hasta hace poco.