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Corresponsal de DW cuenta su experiencia con la vacuna rusa

Serguei Satanovski
10 de diciembre de 2020

Poco antes del inicio de la campaña de vacunación en Rusia, nuestro corresponsal tomó parte como voluntario en la fase de pruebas de la Sputnik V. Esta fue su experiencia.

Imagen: picture alliance/dpa/Ministry of Health of the Russian Federation

El 5 de diciembre de 2020, Rusia comenzó el proceso vacunación contra el nuevo coronavirus con Sputnik-V, vacuna de fabricación rusa. Profesionales de la salud y del sector educativo son los primeros en ser inoculados, al considerar las autoridades que son las profesiones de mayor riesgo. En paralelo continúan las pruebas con Sputnik V. El corresponsal de DW Serguéi Satanovski tomó parte en ellas y este es el relato de su experiencia.

Inscripción como voluntario

En septiembre vi un anuncio en Internet: "Tome parte como voluntario en los ensayos de una vacuna contra el nuevo coronavirus". En aquel momento había poca información sobre Sputnik V y el número de nuevas infecciones en Rusia no era alarmante. A finales de noviembre, cambió la situación y los casos aumentaron notablemente. Después de ver enfermar gravemente a algunos amigos, decidí correr el riesgo de vacunarme. Busqué en Internet "vacuna contra el coronavirus" y así llegué a la página web de la administración municipal de Moscú. Completé un formulario que me preguntaba, entre otras cosas, si ya había enfermado por el nuevo coronavirus, si había tenido contacto en las últimas semanas con personas infectadas y si tenía enfermedades crónicas. Aproximadamente una semana después, recibí una llamada telefónica que me ofrecía escoger un hospital para someterme a un examen preliminar.

Exploración en el hospital

Acudí al hospital moscovita Shadkevich para hacerme el chequeo. Allí me enteré de que el director médico era el conocido doctor y moderador televisivo Alexander Miasnikov, amigo de otro famoso moderador televisivo de la televisión estatal, Vladimir Solovjov, considerado como parte del aparato ruso de propaganda. Al principio de la pandemia, Solovjov estimó que la probabilidad de que los rusos enfermaran de COVID-19 era "nula". De repente empecé a sentirme mal, pero ya era demasiado tarde para echarme atrás.

Antes de proceder al examen, la médico me preguntó si había tomado medicamentos en los últimos tiempos, si tenía alergias y a qué operaciones quirúrgicas me había sometido. Tuve que llamar a mis papás para saber de qué me habían operado cuando tenía cinco años. Durante la conversación, la doctora me dio 16 hojas de material informativo y me explicó el contenido en voz alta. Ahí se dice, por ejemplo, que el objetivo del estudio es valorar la efectividad, la capacidad inmunizadora y la seguridad de la vacuna Gam-COVID-Vac (Sputnik V es la marca comercial). En estudios previos se había probado la vacuna en animales, como hámsters dorados y cobayas, y en ellos quedó probada su eficacia y seguridad.

La doctora prosiguió diciendo que 40.000 personas participan en el estudio. 30.000 reciben la vacuna y 10.000 un placebo. 21 días después de la primera dosis, hay que volver al hospital para recibir el segundo componente de la vacuna. Además, hay que escribir cómo se siente uno cada día en un diario digital, una aplicación llamada "Check Covid-19". Por lo demás, no tengo que hacer nada más.

Póliza de seguro en caso de muerte o incapacidad

Pero hay otra investigación en marcha y la doctora me propone participar en ella. Al parecer, el estudio principal no incluye hacer análisis de sangre para medir la inmunogenicidad, es decir, la capacidad de la vacuna para inducir una respuesta inmunitaria en forma de anticuerpos que neutralicen al virus. Un estudio diferente lleva a cabo ese tipo pruebas y el Estado paga 8.500 rublos (alrededor de 93 euros) a los voluntarios. Solo se necesita sacar 95 mililitros de sangre, así que acepto. "Aunque la participación en el estudio es segura, durante todo el proceso usted dispone de una póliza de seguros especial", me dice la médica. En caso de muerte, los beneficiarios (en mi caso, mis papás), recibirían dos millones de rublos (alrededor de 22.000 euros). En caso de discapacidad, dependiendo del grado, se les pagaría entre 500.000 y 1,5 millones de rublos (5.500 hasta 16.500 euros) y, si se produjera un empeoramiento del estado de salud sin discapacidad, 300.000 rublos (unos 3.300 euros). Tras la conversación con la doctora, firmo el consentimiento de participación y pasamos al examen médico. Comprueban si tengo sífilis, hepatitis C y B, VIH y coronavirus y analizan si en mi orina hay restos de medicamentos. No encuentran nada y soy aceptado como voluntario para el estudio.

Serguéi Satanovski, vacuna rusa en mano. Imagen: Sergej Satanowski/DW

Almacenamiento a 28 grados bajo cero

El examen médico tiene una validez de una semana, así que, siete días después, vuelvo para vacunarme. Llego hasta el mostrador del departamento correspondiente, donde hay cuatro espacios: vacunación, médico, exploración y sala de descanso. A las 10 de la mañana nos encontrábamos allí dos participantes: una mujer de alrededor de 30 años y yo. Primero fui a que me extrajeran varias muestras de sangre para el test de anticuerpos. Después fui a vacunarme a una habitación pequeña, en la que solo había un par de sillas, una mesa médica y dos refrigeradores de la marca rusa "Pozis". Cada uno cuesta alrededor de 150.000 rublos (alrededor de 16.000 euros) y en ellos se almacena la vacuna a 28 grados bajo cero. El médico me inyectó la vacuna sin hacerme daño y pasé a la sala de descanso media hora. Me dijeron que la tensión les baja a algunos pacientes tras serles inoculada la vacuna, pero la mía permaneció igual. Recibí un certificado de participación y me mandaron a casa. Al final me dijeron que podría suceder que mi temperatura corporal se elevara. En ese caso, debía tomar paracetamol. También se me pidió que no planeara tener hijos en los tres meses siguientes, porque el efecto de la vacuna en el esperma todavía no ha sido investigado.

Fiebre y escalofríos

Solo después de vacunarme leí la reacción de otros participantes, entre ellos, periodistas y miembros del grupo de Telegram "Resultados de la vacuna", con el que se comunican más de 1.800 personas. La gente se quejaba de tener fiebre y dolores musculares la misma tarde de la inoculación de la vacuna.

Cuando esa tarde salí del trabajo hacia las 19 horas, empecé a tener dolor de cabeza, ligeros escalofríos y mareo. No descarté que fueran imaginaciones mías después de todas las historias que había leído. Pero, bien entrada la tarde, ya no había duda alguna de que mi cuerpo estaba reaccionando. La temperatura corporal ascendió hasta los 38,6 grados, los dolores musculares que aún tenía de mi última sesión de yoga se agudizaron. Todo eso fue desagradable, pero me gustó la sensación de haber recibido muy probablemente la vacuna y no el placebo. Tomé paracetamol, anoté los síntomas en mi diario digital y me fui a dormir. Al día siguiente, la temperatura rondaba los 37 grados y, al otro, desaparecieron todos los efectos secundarios. Dentro de tres semanas me inocularán la segunda dosis y, aproximadamente después de 42 días tras la primeras inyección, deberían formarse anticuerpos. Lo que aún no se sabe es si esos anticuerpos serán eficaces a la hora de combatir el virus.

(ms/ers)

 

 

Serguei Satanovski Periodista de DW.