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Crisis venezolana, a debate en Nueva York y Guatemala

3 de junio de 2019

El Grupo de Lima se reunirá dos veces la próxima semana para seguir analizando el impasse político-institucional venezolano y sus secuelas; el 3 de junio sesionará junto al GCI. ¿Qué cabe esperar de esos encuentros?

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Imagen: Getty Images

Este jueves (30.5.2019), el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, y el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, coincidieron al reconocer la influencia de la élite política cubana sobre el Estado venezolano, pero discreparon sobre cómo persuadirla de contribuir a solucionar la crisis multidimensional del país sudamericano. Cuando Pence sugirió una alianza Washington-Ottawa para poner fin a la “maligna” injerencia de La Habana en Caracas –presumiblemente mediante un embargo más severo y menos unilateral en torno a la Antilla Mayor–, Trudeau dijo que prefería sondear otras opciones y conservar las buenas relaciones de su Ejecutivo con la isla.

En nombre del Grupo de Lima –creado en 2017 para lidiar con el impasse político-institucional venezolano y sus secuelas–, el mandatario canadiense agregó: “creemos que Cuba puede jugar un rol positivo en el bienestar y la futura estabilidad de Venezuela”. Cuán unánime es esa declaración se sabrá el 3 de junio, cuando los socios del Grupo de Lima se reúnan en Nueva York con los del Grupo de Contacto Internacional (GCI), la coalición auspiciada por la Unión Europea que se precia de ser la única con acceso directo tanto a los portavoces del presidente en funciones de Venezuela, Nicolás Maduro, como a los del mandatario interino, Juan Guaidó.

Nicolás Maduro.Imagen: Getty Images/AFP/Y. Cortez

Hernández: más presión, menos mediación

¿Qué cabe esperar de ese encuentro? ¿Una nueva oferta de mediación entre tirios y troyanos? Las opiniones al respecto varían, sobre todo tras el fracaso del Gobierno noruego como facilitador de las recientes negociaciones entre los emisarios de Maduro y Guaidó. “Ese fiasco era previsible. A estas alturas, la cuestión venezolana no se deja resolver a través de una mediación porque no estamos ante dos bandos legítimos enfrentados: estamos ante el secuestro de una población indefensa por parte de una organización criminal”, señala Ivo Hernández, de la Universidad de Münster, aludiendo a la jerarquía chavista en pleno.

“¿De qué sirve recomendarle a un rehén que dialogue con sus captores? El objetivo debe ser imponerles sanciones económicas a esos hampones –más duras que las ya vigentes– y hallar la manera de que éstos rindan cuentas ante la Justicia internacional”, enfatiza Hernández. A sus ojos, la multiplicación de las iniciativas de mediación sólo perpetúa el sufrimiento de millones de venezolanos y le da tiempo a la cúpula del chavismo de mejorar su agarre para aferrarse al poder. “Es lamentable que a las consultas de Oslo se les haya atribuido una ‘asepsia escandinava’ cuando, en realidad, Noruega tenía conflictos de interés nada desdeñables”, acota.

“Es lamentable que la ONU insista en proponer como mediadores a México, cuyo Gobierno ha manifestado abiertamente su afinidad con el régimen de Maduro, y a Uruguay, cuyo presidente se ha beneficiado económicamente de su cercanía con la Revolución Bolivariana. Y es igualmente lamentable que el GCI, impulsado por el bloque comunitario, no asuma posturas contundentes de cara a Maduro como las de la Casa Blanca”, critica Hernández, augurando que la solución del problema venezolano será internacional, pero, ante todo, americana, así como la del problema yugoslavo fue una solución eminentemente europea.

Juan Guaidó.Imagen: Reuters/M. Quintero

León: sin zanahoria, no hay garrote que valga

“Lo poco que se ha avanzado en esta materia se lo debemos a Estados Unidos. El Parlamento venezolano ha recibido un respaldo considerable de sus congresistas –republicanos y demócratas– y su sistema judicial ha allanado el terreno para el arresto de funcionarios chavistas bajo cargos de corrupción administrativa y narcotráfico. Y ni hablar de las sanciones. Ya es hora de que el Grupo de Lima entre en acción”, recalca Hernández, recordando que la próxima reunión de esa alianza tendrá lugar el 6 de junio en Guatemala. Las expectativas del politólogo Daniel León de cara a las dos citas de la próxima semana son moderadas.

“Para propiciar cambios de comportamiento, como los que se esperan del castrismo y del chavismo, es útil recurrir a la táctica del garrote y la zanahoria; amenazar con sanciones sin ofrecer incentivos positivos, como lo hace Washington con La Habana y Caracas, no conduce a nada. Por otro lado, una acción multilateral permite ofrecer incentivos más convincentes que los de un actor puntual, como Noruega o Estados Unidos, por ejemplo. Por eso creo que la cautela de Canadá y los esfuerzos conjuntos del Grupo de Lima y del GCI son más prometedores”, añade León, del Coloquio de Estudios Latinoamericanos (CELLE) de la Universidad de Leipzig.

“No obstante, esas mociones mancomunadas tienen límites. El Grupo de Lima clama por la reinstauración del Estado de derecho en Venezuela, por la restitución del orden constitucional apegado a la Carta Magna de 1999 y por el reconocimiento de Juan Guaidó como legítimo presidente encargado; y eso es algo que Maduro no está dispuesto a aceptar. Y el GCI, que tiene una posición menos tajante, aunque exige la celebración de elecciones presidenciales adelantadas limpias, no invierte tantas energías en la cuestión venezolana porque sus miembros no están tan afectados por el éxodo venezolano como los del Grupo de Lima”, comenta León.

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