En Hungría se ha tipificado como crimen entrar al país sin permiso. Un tribunal húngaro ha levantado cargos contra cientos de refugiados que cruzaron la frontera en busca de asilo o para atravesar el país.
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En el juzgado de la ciudad húngara de Szeged, el abogado Gabor Gyösö apeló el lunes pasado (23.11.2015) la expulsión de un ciudadano sirio que había cruzado la frontera serbo-húngara a mediados de septiembre. “El tribunal debería tomar en cuenta las condiciones bajo las que el acusado cometió este supuesto crimen. Pero la corte carece de empatía”, dijo Gyösö, miembro de la Federación Internacional de Helsinki para los Derechos Humanos.
Los tres jueces rechazaron la apelación, pese a que no había nadie a quien expulsar, puesto que a finales de septiembre el ciudadano sirio ya había salido de Hungría junto con su familia. El tribunal en Szeged ha levantado cargos contra más de 600 migrantes, ya sea que estuvieran presentes o ausentes, que han cruzado la nueva valla fronteriza de Hungría desde el 15 de septiembre.
688 refugiados condenados
Mientras que Alemania acoge a cerca de un millón de inmigrantes y a las islas griegas arriban unas 5.000 personas por día, en Hungría los extranjeros han desaparecido casi por completo. De acuerdo con el portavoz gubernamental Zoltan Kovacs, Budapest está aportando dinero y mano de obra para la construcción de vallas en las fronteras de Serbia, Macedonia y Eslovenia.
Cerca de 1.500 de los más de 300.000 refugiados que atravesaron el país a lo largo del verano permanecen en Hungría, según la Federación Internacional de Helsinki para los Derechos Humanos. Un representante del tribunal en Szeged informó a DW por escrito que 688 personas han sido declaradas culpables de haber cruzado ilegalmente la frontera. Casi todas han sido sentenciadas a largas expulsiones de entre uno y cinco años. Las Naciones Unidas no tipifican el cruce de fronteras en busca de asilo como crimen; Hungría tiene otra opinión al respecto.
Apoyo popular
La investigadora Bori Simonovits, del Instituto de Investigación Social en Budapest, dice que los húngaros apoyan la línea dura del Gobierno. En los últimos tres años, el 40 por ciento de la población ha afirmado no querer acoger a ningún inmigrante, señala.
Debido a este ambiente hostil, solo pocos refugiados desean quedarse en Hungría. No obstante, varios cientos están varados en el país a causa de la aplicación de la ley húngara. La política de refugiados del primer ministro Víctor Orban ha beneficiado la popularidad de su partido. No obstante, el apoyo no es unánime.
El programador informático Balasz Szalai, por ejemplo, cuenta que en el verano ayudó a los migrantes que pasaron por Szeged. En una noche muy fría, su furgoneta sirvió de cobijo a 16 niños refugiados. Ahora, la frontera está cerrada. Dos veces al mes, Szalai viaja a la vecina Serbia para llevar donaciones a los migrantes que atraviesan el país.
“Ahora el camino de los refugiados por Europa es más largo, y esto no ha resuelto el problema”, dice el programador informático. “Podemos hacerlo mejor, con más humanidad de lo que lo hicimos”.
El campo de refugiados de Moria
Los refugiados que llegan a Lesbos son enviados a Moria, para ser registados. Debido a las largas colas, las malas condicios higiénicas y la falta de recusos, algunos lo consideran el peor campo de refugiados del mundo.
Imagen: DW/D. Cupolo
Refugiados y refugiados
Al llegar a Lesbos, los refugiados son separados. Los sirios son enviados al campo de Kara Tepe, donde la mayoría dispone de un alojamiento sólido. Los de otras nacionalidades son llevados al campo de Moria, el primer centro para el registro de personas que dejaron sus países huyendo de la miseria. Allí, los refugiados duermen en carpas o a la intemperie, a la espera de poder viajar a Atenas.
Imagen: DW/D. Cupolo
Demasiada gente
El hacinamiento causa a menudo fricciones, como en esta cola para la comida. De acuerdo con un informe de la ONU, el campamento fue concebido para 410 personas. Sin embargo, hay allí entre 2000 y 4000 refugiados, dice Fred Morlet, que coordina el trabajo de los voluntarios en Lesbos. "Desde el principio faltaron recursos y ahora éste se ha convertido en el peor campo de refugiados del mundo".
Imagen: DW/D. Cupolo
Escasez de alimentos
Ramona Brongers, fundadora de la fundación Live for Lives, comenzó a trabajar con su ONG en Moria después de haber visto un llamado de auxilio en internet. "Preparamos 1.500 raciones al día, pero nunca basta para dar comida a todos", cuenta. Y agrega: "Ayudamos como podemos, pero los problemas son enormes y las organizaciones más grandes no asumen la responsabilidad".
Imagen: DW/D. Cupolo
"Dormir entre la basura"
Brongers relata que sus 36 voluntarios se vieron superados por las labores de aseo y recolección de desperdicios. "Mire a su alrededor, la gente duerme en la basura", dice Brongers. Acota que "es imposible mantener este lugar limpio; siempre estamos al borde de una epidemia". Hace poco se reportó un brote de sarna en el campo de Kara Tepe.
Imagen: DW/D. Cupolo
Falta de motivación
Morlet reprocha la actitud de los encargados del campamento. "Los funcionarios todas luces no está motivados y a veces no vienen a trabajar, lo que implica que los refugiados no son registrados, mientras sigue llegando más y más gente. Dos horas de dilación significan un desastre humanitario".
Imagen: DW/D. Cupolo
Caminante descalzo
"Caminé de Pakistán a Turquía sin zapatos", dice Fiaz Uddah (al centro), quien espera que llamen su número. "Dormimos así, en estas cajas de cartón. No tenemos mantas", dice por su parte su amigo Israr Ahmed. Y añade: "Hacemos esto porque no queremos que nuestros hijos vivan como nosotros".
Imagen: DW/D. Cupolo
¿Quién decide?
Arshid Rahimi, un afgano veinteañero de Ghazni, dice que su madre lo forzó a partir después de que su padre y su hermana fueran asesinados durante un ataque talibán contra una escuela cercana a su casa. "Mi vida se veía amenazada por los talibán, pero aquí la gente dice que he venido por razones económicas", señala, y pregunta: "¿Quién decide si soy un refugiado o no?"
Imagen: DW/D. Cupolo
"Se parece a Guantánamo"
Algunas familias pueden quedarse en las carpas de Moira, que son escasas, pero Morlet compara el campamento con una prisión. "Con cercos y alambrada de púas, se parece a Guantánamo", comenta. No obstante, predice que el número de refugiados no se reducirá. "Hay quienes dicen que el invierno los frenará, pero el mar es más calmado en invierno", apunta.
Imagen: DW/D. Cupolo
En manos de Dios
"Cuando estaba a bordo del bote en que vine hacia acá, en medio del océano, comprendí que estamos solos, en las manos de Dios", dice Pejman Usefi, un afgano que vivía en Irán. "Si Dios decide salvarte, entonces te salvarás. Así es como veo mi situación en este campamento".