¡La aventura nos espera! - Viajando con el perro y la bicicleta
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"Descubrir el mundo, entender las relaciones, participar plenamente en ellas, sin engaños, romper con la cerrada forma de pensar insular." Inspirados por esta idea, la fotógrafa Andrea Künstle y su compañero de vida Klaus Breuer realizaron junto con sus dos perros hace tres años el viaje de sus vidas: una excursión en bicicleta desde Europa hasta Oriente Medio.
Durante dos años permanecieron en movimiento continuo. Un tiempo intenso de obstáculos y nuevas impresiones, con fases de aprendizaje, exploración y experiencias que les han hecho cambiar.
Mirando a otros mundos
Durante dos años, Andrea y su compañero de vida Klaus viajaron en bicicleta desde Bonn hasta Egipto. Siempre acompañados por sus dos compañeros más fieles: los perros Sammy y Momo. Han vuelto con historias emocionantes, muchas anécdotas y mucha experiencia de vida, y además han traído una gran cantidad de fotos. Algunas se muestran aquí...
Imagen: Künstle/Breuer
Mirando a otros mundos
Durante dos años, Andrea y su compañero de vida Klaus viajaron en bicicleta desde Bonn hasta Egipto. Siempre acompañados por sus dos compañeros más fieles: los perros Sammy y Momo. Han vuelto con historias emocionantes, muchas anécdotas y mucha experiencia de vida, y además han traído una gran cantidad de fotos. Algunas se muestran aquí...
Imagen: Andrea Künstle/Klaus Breuer
Así, es soportable...
Recorrer mundo sobre un sillín: Los cuatro trotamundos han viajado más de 17.814,05 kilómetros, de los cuales 11.093,05 fueron en bici; el resto en barco, coche, tren y avión.
Imagen: Andrea Künstle/Klaus Breuer
"El mundo bajo una luz diferente"
Debido a su carrera, la fotógrafa Andrea siempre procura ver el mundo con otros ojos.
Imagen: Andrea Künstle/Klaus Breuer
Una vida lejos de la civilización
En su viaje, Andrea y Klaus conocieron y se aficionaron a diferentes formas de vivir.
Imagen: Andrea Künstle/Klaus Breuer
Las montañas los llaman
Parecen fabulosas viviendas excavadas en la piedra.
Imagen: Künstle/Breuer
Un milagro creado por el hombre
Es fácil sentirse pequeño e insignificante ante una obra maestra.
Imagen: Künstle/Breuer
Cambiar la bici por “el vehículo del desierto”
¡Incluso el más diligente ciclista merece, a veces, un poco de descanso!
Imagen: Künstle/Breuer
Volver a la civilización
Además de los paisajes, los viajeros también se encontraron en las diferentes ciudades todo tipo de cosas extrañas, interesantes, fascinantes, deliciosas y, simplemente, hermosas.
Imagen: Künstle/Breuer
...mercados orientales...
Imagen: Künstle/Breuer
…pescado...
Imagen: Künstle/Breuer
...carne...
Imagen: Künstle/Breuer
...especias...
Imagen: Künstle/Breuer
...zapatos...
Imagen: Künstle/Breuer
...y dulces.
Imagen: Künstle/Breuer
Hospitalidad emocionante
Sigue siendo un recuerdo especial para Andrea la bondad y la amabilidad con la que se les recibió en el extranjero.
Imagen: Künstle/Breuer
Cocinar sin alta tecnología
A pesar de, o debido a la simplicidad de los alimentos y bebidas, el acto de comer se convirtió en una experiencia muy especial. Ya sea pan hecho a fuego abierto…
Imagen: Künstle/Breuer
...berenjena cocinada de la forma más sencilla...
Imagen: Künstle/Breuer
...o agua bombeada directamente desde las profundidades de la tierra.
Imagen: Künstle/Breuer
Cuando el tiempo se detuvo
Cuando los relojes parecen funcionar más lentamente, entonces el alma puede encontrar la paz. La imagen de una máquina de escribir puede provocar nostalgia. Andrea recordaba sobre todo que, a veces, vale la pena hacer las cosas con calma.
Imagen: Künstle/Breuer
Lugares para soñar
El descubrimiento de que no se necesita mucho para ser feliz acompaña a Andrea incluso un año después de su regreso a casa. Autora: Sarah Daman
Imagen: Künstle/Breuer
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Regresar a su propio mundo fue "como un doloroso golpe"
En su viaje a través de Europa y el mundo árabe, el cuarteto experimentó muchas sorpresas, hábitos y conoció costumbres desconocidas. Lo que les queda de ello es, sobre todo, una cosa: el recuerdo de paisajes impresionantes, olores extraños, gustos y costumbres, y especialmente de gente maravillosa, amable, servicial y encantadora.
Su mayor choque cultural no lo sufrió la fotógrafa, como tal vez se podría pensar, en uno de los países árabes. Lo sufrió inesperadamente al regresar en Europa, al ver un supermercado francés: "Totalmente perverso: ¡Estanterías llenas de vino rosado que eran más grandes que cualquier otro mercado donde habíamos estado antes! Yo simplemente no podía soportarlo. Me dolió porque pensé que no necesitábamos todo eso, era demasiado."
"Tengo un miedo terrible a los platos, tazas, vasos y cubiertos en abundancia"
Hoy en día, Andrea sabe que no necesita mucho para ser feliz. Y así, hay días en los que la pared blanca de su estudio en el centro cultural “Tapetenfabrik” en Bonn le resulta más valiosa que cualquier lujo. La claridad y la simplicidad de la pared le ayudan a reflexionar sobre lo que realmente importa, más allá del lujo de una sociedad de consumo, volver a encontrarse a sí misma y llevar la paz a su inquieta mente.
Desde su regreso tomó una decisión: por cada nueva cosa que entra en el hogar, otra debe hacer sitio. Quiere desterrar cualquier sobrecarga sensorial de su vida. Una vida que no requiere una gran cantidad de "cachivaches", que funciona sin el lujo del mundo occidental. Para ella, esto significa una vida más feliz, una vida marcada por la serenidad y el buen ojo para la fotografía.