Cuba ante el peligro del “efecto dominó” en la región
24 de octubre de 2025
"Si Venezuela cae, Cuba cae, Nicaragua cae”. Esa frase grafica lo que en términos de política latinoamericana se conoce como "Efecto Dominó” y es algo que se escucha mucho por estos días, desde que Donald Trump decidió militarizar el mar Caribe, según sus palabras, para frenar el narcotráfico hacia Estados Unidos, tildando de capos narcotraficantes a Nicolás Maduro primero y, más recientemente, a Gustavo Petro.
El gobierno de Maduro lo interpreta como una amenaza y, mientras moviliza a esa mitad del país que aún sigue sus designios, lanza encendidos discursos amenazantes, política y militarmente, contra "la intención gringa de provocar un cambio de gobierno en Venezuela”. Incluso Petro, más moderado tal vez por los enormes beneficios que la economía colombiana recibe de Estados Unidos, ha sonado amenazante. También en tono mesurado, Daniel Ortega, desde Nicaragua se limita a repetir el discurso de siempre: Estados Unidos quiere "robarle" las reservas de petróleo a Venezuela con el despliegue de buques de guerra en el Caribe. Y Cuba convoca una marcha de protesta nacional, como se escuchó en los discursos de ese día, contra la "inminente invasión del imperio del Norte”.
La necesaria "Revolución de los dormidos”
Nadie niega que la administración Trump, como el resto de las administraciones precedentes en la Casa Blanca, desearía un cambio de sistema en Venezuela y, por extensión en Cuba y Nicaragua, países que el Secretario de Estado Marco Rubio ha catalogado en muchas ocasiones como "Triángulo del Mal”. Pero, más allá de esos deseos y de la cercanía de la armada estadounidense, no existen evidencias serias que hagan pensar en una invasión de Estados Unidos a Venezuela. Ante esa realidad es lógica la división de los cubanos entre los esperanzados y los incrédulos: conocen muy bien ese falso discurso de trinchera amenazada que ha marcado sus vidas por más de seis décadas.
Y mientras muchos cubanos esperan que al fin Trump ponga fin al régimen de Maduro como antesala a un posible cambio en Cuba, otros muchos consideran que es necesario que el pueblo de la isla despierte. Incluso en la oposición se apuesta a que el estado de deterioro absoluto del país podría hacer estallar de un momento a otro una "Revolución de los dormidos”. Sin embargo, la pasividad de la población de la isla ante la extrema situación que vive no deja espacio a la esperanza.
En septiembre, el octavo Estudio sobre Derechos Sociales del Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH) reveló que el 89% de los cubanos vive en pobreza extrema, y otro estudio del Food Monitor Program mostró que para cubrir una dieta mínima para dos adultos en Cuba era necesario pagar 41 735 pesos mensuales, casi 20 salarios oficiales. Y pese a que el gobierno sigue achacando la hambruna nacional al "desvío ilegal”, a la corrupción social y, como siempre, al "cruel bloqueo norteamericano”, el presidente de la Coalición Agrícola Cuba-EE.UU., Paul Johnson, informó hace unos días que las importaciones de alimentos a Cuba habían crecido un 17 por ciento y que la cooperación bilateral entre ambos países mostraba potencialidades concretas en sectores estratégicos como la agricultura, la investigación científica y el comercio.
Pocos se refieren al más preocupante dato, además de la falta de combustible que genera lo que los cubanos llaman "alumbrón intermitente”, y además del enorme gasto dedicado a los actos políticos mientras se habla de crisis financiera nacional: según la oficialista Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) en 2025 la inversión agropecuaria apenas alcanza el 2,4%, lo que provoca un estancamiento casi absoluto de la producción nacional de alimentos.
Si esas son las cifras en Cuba, y si la depauperación social, económica y financiera es evidente, provocando que incluso el gobierno reconozca en sus reuniones políticas que el sueño mayoritario de la juventud y de buena parte de la población es emigrar, ¿qué impide que la población exija un cambio de gobierno ante la demostrada incapacidad de sus gobernantes?
Primero está el miedo paralizante generado por la represión contra los manifestantes del 11 de julio de 2021 -no hay dinero para comprar ambulancias y alimentos, pero sí para cambiar a nivel nacional todo el equipamiento militar y la infraestructura automovilística de la policía y los Órganos de Seguridad del Estado. Después, como reconoció el opositor cubano José Daniel Ferrer, líder de la Unión Patriótica de Cuba, deportado hace poco a Estados Unidos, la oposición está desarticulada y la población no reacciona. Y, aunque muchos no quieran mencionarlo, la gente en la isla, acostumbrada por décadas a depender de que le den todo para vivir, espera también que la solución llegue de otras manos: sea de las manos de una oposición con la cual no se atreve a implicarse; sea de las presiones al gobierno por parte de otros países, grupos como la Unión Europea o instituciones internacionales, o sea incluso por la peor de las vías: que Estados Unidos cumpla de una vez la tan cacareada invasión liberadora. Triste realidad que se evidencia leyendo ese circo romano que son los intercambios de cubanos sobre el tema en las redes sociales.
Resistencia y resiliencia política en Cuba
Nada pasará en Cuba si cae Venezuela, algo que sería totalmente sorpresivo porque el mundo "democrático” ha aceptado tranquilamente como presidente a un gobernante y a un partido que se robaron claramente las elecciones ganadas por el opositor Edmundo González.
El gobierno cubano ha demostrado ser experto en todo tipo de camaleonismo político. No puede pasarse por alto, por ejemplo, que mientras Trump tiene el foco puesto en "proteger a Estados Unidos del narcotráfico”, Cuba, que tiene un largo historial de rechazos y retrasos en las extraditaciones solicitadas por Estados Unidos, se apresura a lanzar un guiño de complicidad a Washington extraditando al narcotraficante chino Zhi Dong Zhang, alias "Brother Wang”, acusado en Estados Unidos por delitos asociados al tráfico internacional de drogas, especialmente por ser el supuesto proveedor principal del fentanilo para los carteles mexicanos.
Y otro detalle esencial: en medio del despliegue militar estadounidense inédito en la región, el gobierno de Díaz Canel ha respaldado propagandística y políticamente a Nicolás Maduro, impulsando incluso una campaña masiva de firmas entre la población, pero tras su discurso de apoyo a Venezuela en la Asamblea General de la ONU en septiembre, el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla dejó clara la intención de La Habana en una entrevista concedida al periodista británico Mehdi Hasan para "Zeteo”: "No vamos a entrar en guerra con Estados Unidos. Cuba brindará todo su apoyo político a Venezuela”.
Tampoco debe olvidarse el reposicionamiento de las alianzas del gobierno cubano en los últimos años, especialmente desde que comenzó la crisis económica y el debilitamiento político del chavismo en Venezuela en manos de Nicolás Maduro. En los hechos, Cuba está devolviendo paulatinamente la presencia rusa en la isla, militar y económicamente; está retomando lazos comerciales con China y busca sustituir la importación de petróleo venezolano con México.
Si Venezuela, finalmente, cae, ya sea por el trabajo de esa oposición que representa a más de la mitad de los venezolanos o sea por la tan anunciada "invasión gringa”, volverá a verse en acción la histórica estrategia del castrismo de parasitar a sus aliados hasta tanto sea posible y abandonarlos después, pues nadie duda que esa sea parte de ese lema "Somos Continuidad”, con el que Díaz Canel se presentó al pueblo cubano al ser nombrado a dedo presidente de Cuba.