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Cuba: tras cinco años, de nuevo la trinchera

12 de enero de 2021

La decisión de Trump de incluir nuevamente a Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo ofrece al gobierno cubano la excusa perfecta para cubrir con cortinas de humo la terrible crisis que asola la isla.

Kuba Havanna Plaza de la Revolución
Imagen: Guillermo Nova/dpa/picture alliance

Negar que el gobierno cubano, desde el mismo triunfo revolucionario en 1959, ha sido uno de los protagonistas mundiales del terrorismo. y de la desestabilización en diferentes regiones del mundo a través del apoyo a grupos terroristas es ir contra la realidad. Y también lo es negar que estratégicamente se considera otro error la decisión del presidente norteamericano Barack Obama de sacar a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo.

Desde la década del 60, en su afán de extender la insurgencia revolucionaria por América Latina, La Habana entrenó, financió y apoyó internacionalmente movimientos guerrillerosque, poco tiempo después, impusieron la "violencia revolucionaria" como método de lucha y terminaron convirtiéndose en movimientos terroristas responsables de cientos de miles de muertes en sus países: Sendero Luminoso en Perú y las FARC en Colombia, son los más nombrados, pero no debe olvidarse lo ocurrido con los Tupamaros en Uruguay, los Montoneros en Argentina, los Macheteros en Puerto Rico, o el comportamiento terrorista contra sus propios nacionales, mayormente los sectores indígenas, de los grupos guerrilleros independentistas centroamericanos. Es una realidad confirmada incluso en el discurso político y las memorias escritas de sus líderes, todos formados en Cuba y con asesoría durante décadas de militares cubanos.

Un muro con la inscripción: "Cuba".Imagen: Guillermo Nova/dpa/picture alliance

Fidel Castro, personalmente, jamás negó sus vínculos con movimientos terroristas a los que consideraba "luchadores por la independencia mundial": durante décadas dio refugio político, secreta o abiertamente según fuera el caso, a criminales buscados de la banda española ETA, del sector radical del Ejército Republicano Irlandés (IRA) y de los extremistas palestinos de HAMAS.

En el caso específico del país que siempre ha acusado a Cuba internacionalmente por estas acciones: Estados Unidos, son conocidos el apoyo y las campañas mediáticas nacionales de "limpieza ideológica", en medios de prensa cubanos, del accionar terrorista de grupos radicales norteamericanos como los Panteras Negras. También es notable la concesión de asilo político y programas de protección oficial secreta a ciudadanos americanos fugitivos de la justicia, siendo el caso más escandaloso el de la líder pantera negra Joanne Chesimard (Assata Shakur), que sigue viviendo en la isla pese a que desde 1998 el Congreso de Estados Unidos ha solicitado al gobierno cubano su extradicción.

La era de Raúl Castro

En poco más de cuatro décadas, Fidel Castro demostró que a Cuba no le hacía ningún daño la inclusión en tan temida lista. La historia demostraría que defendía con radicalidad la vieja teoría de que en la guerra todo está permitido. Descubrió tempranamente que el proceso revolucionario cubano ocurría en tiempos en que comenzaba a imponerse la tiranía de lo políticamente correcto, y que los anhelos de reivindicación social que representaba para el mundo la Revolución Cubana le permitían crear un discurso humanista para justificar incluso las más criticadas de las alianzas que Cuba estableció con el terrorismo internacional.

Una mujer con una camiseta con la bandera de EE. UU., con mascarilla, camina por una calle de La Habana.Imagen: Ramon Espinosa/AP Photo/picture alliance

Raúl Castro, al asumir el mando en 2006, algunos dicen que consciente de su insignificancia política en comparación con su hermano, cambió de estrategia: se desmarcó de la mayoría de estas cuestionables alianzas (ETA, IRA, HAMAS, etc.), transformó en conexiones secretas otras alianzas (FARC, movimientos de minorías radicales en Estados Unidos y el Mundo Árabe), no concedió protección oficial a revolucionarios acusados de terrorismo que solicitaron asilo en la isla, echó del país incluso a otros de esos "revolucionarios" (los casos más conocidos fueron los de ciertos militantes de ETA) y, aunque no lo cumplió finalmente, dio indicios de estar dispuesto a devolver a Estados Unidos a connotados prófugos de la justicia.

Ese inteligente accionar fue premiado en 2015 con la exclusión de Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo, estrategia fallida de Obama. No logró llevar a Raúl Castro a la negociación para un cambio real, y sobre todo menos colaborador, de la política cubana en sus relaciones internacionales con movimientos políticos, sociales y países tradicionalmente enemigos o críticos de Estados Unidos, entre ellos, la Venezuela dictatorial de Maduro, las FARC colombianas, el sandinismo radical de Daniel Ortega, el llamado por algunos "neoperonismo" que en Argentina se colaba en algunas zonas del kirchnerismo de Néstor y Cristina, y ciertos comportamientos corruptos vinculados al lavado de dinero y la corrupción política regional en el Partido de los Trabajadores de Lula en Brasil. 

Cuba: pesos cubanos y pesos convertibles.Imagen: Yamil Lage/APF/Getty Images

Trump: amigo de Cuba y los cubanos

Trump, incluyendo nuevamente a Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo, cierra con broche dorado sus promesas electorales de poner en jaque al gobierno de Díaz Canel. Sus acciones contra el monopolio económico militar en la isla, su posicionamiento radical contra el contacto "pueblo a pueblo" y la eliminación de la mayoría de las facilidades financieras, comerciales y de intercambio propuestas por Obama, le valieron el apoyo de un gran sector de los cubanos exiliados en Estados Unidos, pero ha provocado dos males sociales mayores.

Por un lado, el pueblo cubano de la isla ha aceptado en su mayoría como cierta la propaganda gubernamental de que la situación económica del país es culpa del recrudecimiento llevado a cabo por Trump, luego de unos escasos años de distensión y avances en la economía doméstica cubana durante el mandato de Obama. Por otro lado, los cubanos no habían estado nunca antes tan divididos y enfrentados irracionalmente en un tema: quienes consideran efectiva la estrategia de Trump y quienes la ven como un fracaso descomunal.

En cualquier caso, esta estrategia de presión no ha dado resultado; el gobierno ha respondido a Washington con una vieja estocada estilada años atrás por Fidel Castro: de nuevo a las trincheras y, a mayor crisis económica, mayor represión; Díaz Canel se ha favorecido de ser una de las naciones "atacadas" por el mayor enemigo que según el discurso internacional ha tenido la humanidad: Donald Trump; y el nuevo presidente norteamericano, Joe Biden, tendrá que maniobrar mucho y con mucho tacto para enrumbar las relaciones entre la Casa Blanca y el gobierno de La Habana. La incógnita de millones de cubanos es ahora si ese nuevo rumbo les traerá, al fin, algo de paz, prosperidad y democracia. (chp).

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