Participan, dentro de sus posibilidades, en proyectos piloto para "preservar la Creación”, como lo llaman las Iglesias. Y todo ello a pesar de la pobreza y de la actual pandemia del coronavirus. Se equipa, por ejemplo, a las familias con cocinas de alta eficiencia: así se reduce el consumo de leña en un 60 % en comparación con las hogueras tradicionales. Esto no solo conduce a una reducción de las emisiones de CO2 en un 60% sino también a la conservación de los bosques, ya que en toda Ruanda la tala de árboles provoca una erosión catastrófica del suelo. La iniciativa de las cocinas ya está surtiendo efecto en las zonas rurales, donde el 80% de las familias siguen cocinando con hogueras a cielo abierto. Finalmente, la reducción del humo y de los gases combustibles tiene un impacto positivo en la salud: en las clínicas rurales, los médicos comprueban que las mujeres con una cocina de alta eficiencia - son ellas las que normalmente cocinan en las familias - se ven notablemente menos afectadas por trastornos oculares y enfermedades respiratorias. En Ruanda, la población participa según sus posibilidades en la conservación de la naturaleza, del medio ambiente y de su salud, combatiendo de esa manera también a la pobreza.