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Berlín, al rescate de la memoria de Eduard y Johanna Arnhold

Julia Hitz
25 de enero de 2022

Casi nada recuerda en Berlín al matrimonio judío Arnhold, que fue famoso antes de la era nazi por su colección de arte y sus obras sociales. Eso ha de cambiar en 2022.

Eduard und Johanna Arnhold | Kunstsammler
Imagen: Stephanie von Becker/Archiv Peter von Becker

Mientras algunos mecenas y magnates judíos de comienzos del siglo pasado siguen estando presentes hoy en Berlín, otros corren peligro de caer en el olvido, como el matrimonio de Eduard y Johanna Arnhold. Pero ahora una iniciativa berlinesa se propone rescatar su memoria.

La vida en el barrio de Tiergarten estaba marcada, a fines del siglo XIX y comienzos del XX, por los empresarios, editores y artistas que allí vivían. Muchos eran judíos. La mansión del matrimonio Arnold albergaba su pinacoteca, con obras de Manet, Monet, Pissarro, Sisley, Böcklin y Max Liebermann. La colección estaba abierta al público y, en especial, a los estudiantes de arte.

Eduard Arnhold, un Rothschild alemán

Eduard Arnhold fue uno de los hombres más influyentes de Alemania en tiempos del imperio y en la República de Weimar. Como "el Rothschild o Carnegie de Berlín", lo caracterizó el periodista Peter von Becker, descendiente suyo y autor de una breve biografía, publicada en 2019. Nacido en Desau en 1849, ya en su juventud, Arnhold se convirtió en un exitoso empresario en Berlín, con negocios en el rubro del carbón e inversiones en gas y astilleros.

En 1912, era uno de los tres habitantes más ricos de Berlín. Con su mujer, Johanna, invirtió su fortuna en proyectos sociales, en el fomento de la ciencia y la tecnología, y en su colección de pinturas. Sobre todo, lo fascinaban los impresionistas franceses como Manet, Monet o Cézanne, pero también fue el principal coleccionista y promotor del alemán Max Liebermann. También donó muchos cuadros a museos berlineses.

En cuanto a las obras sociales, el matrimonio respaldó a cerca de un centenar de asociaciones e instituciones. En 1906, fundó en una localidad de Brandeburgo el Hogar Johanna, donde se daba capacitación gratuita a chicas y mujeres necesitadas. La casa fue vendida tras su muerte al Estado y siguió funcionando hasta 1943, pese a la presión del régimen nacional socialista. Pero no pudo mantener su nombre original.

La muerte y la destrucción

Eduard Arnhold murió en 1925 de muerte natural, cuatro años antes que su mujer y mucho antes de que llegaran al poder los nazis. Fue sepultado con todos los honores en Berlín, donde dos calles llevaron su nombre hasta 1933. Pero hoy casi nada recuerda en la ciudad al destacado mecenas y empresario.

Salón con pinturas de Manet, Sisley y Monet, entre otros.Imagen: Stephanie von Becker/Archiv Christoph H. Kunheim

En su testamento, Eduard y Johanna dispusieron que su colección de arte siguiera siendo accesible para el público, en la casona de la Regentenstrasse, por lo menos durante 10 años después de su muerte. Pero los nazis forzaron a los herederos a entregarles la casona, que en 1939 fue destruida, como casi todo el viejo barrio de Tiergarten. La colección se repartió entre los herederos y muchos de los cuadros fueron vendidos bajo presión o por los apremios de la guerra. Otros se quemaron en los bombardeos o se destruyeron en las explosiones realizadas por las tropas soviéticas al entrar en la ciudad.

Combatiendo el olvido

Ahora que están muriendo los últimos sobrevivientes del Holocausto, vuelve a plantearse el imperativo de recordar. El aniquilamiento del recuerdo, mediante su total destrucción: ese es un intento que caracteriza a los genocidios. No se trata solo del asesinato masivo, sino de borrar por completo a las víctimas. Y eso es algo que, en su perversión, los destaca de otros crímenes.

Precisamente por eso, el recuerdo tiene una importancia clave, no solo pero especialmente en Alemania. El recuerdo de las víctimas y de las historias personales, las historias de judíos que marcaron y marcan a Alemania y a Europa. Mucho de eso se perdió en el delirio destructor de los nazis. Ahora, se trata de devolver a la cultura judía su lugar central, como parte integral de la cultura europea.

En la Galería de Pintura de Berlín, cuyo nuevo edificio se erigió en la década de 1990 en el área donde se encontraba la mansión de Arnhold, hasta ahora nada recuerda al mecenas. Su directora, Dagmar Hirschfelder, se propone cambiar eso.

Se piensa colocar a la entrada bustos del matrimonio y remodelar la plazoleta que se encuentra ante la galería, rebautizándola con el nombre de Plaza Johanna y Eduard Arnhold. Esa es la idea de la Iniciativa Arnhold, creada por el periodista Peter von Becker, que cuenta ya con el respaldo de destacadas figuras como el director y pianista Daniel Barenboim y la nueva directora del Museo Judío de Berlín, Hetty Berg.

(ers/rml)

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