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Cumbre del Mercosur: ni para atrás, ni para adelante

Pablo Kummetz17 de diciembre de 2007

La XXXIV Cumbre del Mercosur se lleva a cabo este lunes y martes en Montevideo. Escasos son los avances en las negociaciones para superar las asimetrías y lograr un código aduanero común. Una visión desde Europa.

Luiz Inacio Lula da Silva (izq.), con Hugo Chávez (medio) y Alvaro Uribe: encuentros y desencuentros en el Mercosur.Imagen: AP

Durante el encuentro, el presidente uruguayo, Tabaré Vázquez, traspasará la presidencia pro témpore del bloque a su homóloga argentina, Cristina Kirchner, que estrena su actividad internacional en esta cumbre.

El ministro uruguayo de RR. EE., Reinaldo Gargano y el comisario europeo de Política Económica y Monetaria, Joaquín Almunia, firmaron el lunes un "memorando de entendimiento", por el cual la Unión Europea aportará 50 millones de euros de cooperación no reembolsable para el proceso de integración regional.

Las expectativas son escasas: Vázquez no ofrecerá una cena a los invitados y el ministro de Economía uruguayo, Danilo Astori, reconoció la falta de avances en las negociaciones entre los socios.

También la Central de Comercio Exterior de Alemania (BFAI) es poco optimista en cuanto al futuro de la unión. En el Mercosur reina la frustración, escribe la BFAI, sobre todo en los países pequeños, que sienten quedar en desventaja porque el Mercosur no les proporciona los beneficios esperados.

Pero no sólo los desequilibrios económicos afectan al Mercosur. Una gran disputa entre Argentina y Uruguay por el asentamiento de plantas de celulosa en la ribera uruguaya del limítrofe río Uruguay envenena desde hace años el clima político de la ya por sí precaria unión económica.

Venezuela: potencial de conflicto

Simultáneamente, el ingreso de Venezuela como quinto socio genera un potencial de conflicto en las relaciones exteriores y también en el propio Mercosur, dice la BFAI.

Cuando el Mercosur fue creado, en 1991, los socios fundadores —Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay— se trazaron como objetivo ampliar sobre todo el comercio entre sí y atraer inversiones a un mercado ampliado. Bajo el lema del “regionalismo abierto”, el Mercosur se propuso integrarse en los mercados mundiales desde una posición de fuerza.

En los primeros años, la liberalización comercial avanzó en efecto rápidamente, el comercio dentro del Mercosur se multiplicó entre 1991 y 1998, alcanzando un volumen de 20.000 millones de dólares. También se multiplicaron las inversiones directas extranjeras, alcanzando un monto de unos 35.000 millones de dólares por año.

Pero a finales de los años 90, escribe la BFAI, el Mercosur cayó en una crisis que hoy ya puede calificarse de permanente. La gran devaluación en Brasil en 1999 y el colapso de la Argentina en el 2002 llevaron al borde del abismo también a los países más pequeños, Uruguay y Paraguay. El comercio dentro del Mercosur se redujo a la mitad y las inversiones extranjeros disminuyeron aún más.

Déficits estructurales en las instituciones, una falta de coordinación de las políticas económicas y débiles mecanismos para la solución de conflictos son según la BFAI las razones más importantes del estancamiento. Brasil, se agrega en el análisis, el mayor país del Mercosur, nunca estuvo dispuesto a abdicar de parte de su soberanía nacional a favor de instituciones supranacionales.

Por ello, conflictos entre los miembros del Mercosur no se solucionan internamente, sino que se acude una y otra vez a instancias internacionales, como la Organización Mundial del Comercio (OMC) y la Corte Internacional de la Haya.

Sueños, nada más

También el sueño de una moneda común ha quedado en la nada por ahora. La política monetaria de los países miembros va por diferentes caminos: Brasil tiene una de las monedas más caras del mundo; Argentina, una de las más baratas.

Como consecuencia de la debilidad de sus instituciones, el Mercosur tiene poca capacidad de acción externa, se agrega en el informe. Las negociaciones con los EE. UU. y Europa para llegar a acuerdos de libre comercio, iniciadas a mediados de los años 90, pronto se empantanaron, por las divergencias internas en el Mercosur.

Mientras que países como México y Chile se han integrado en la economía mundial a través de acuerdos bilaterales, los países del Mercosur se han autoaislado comercialmente. Sobre todo para las empresas de los países pequeños es frustrante que deban competir en el mundo bajo las peores condiciones sin beneficiarse de un trato preferencial en el comercio con Argentina y Brasil.

Si bien han sido reducidos muchos aranceles dentro del Mercosur, muchos siguen existiendo y permanentemente se agregan nuevos. Tampoco la armonización de estándares técnicos y sanitarios hace muchos avances. Y muchas regulaciones de los órganos del Mercosur no han sido integradas en el derecho nacional de los países. De un mercado interno como en la UE está el Mercosur muy lejos.

Nuevos conflictos

En lugar de profundizar la integración, agrega la BFAI, el Mercosur es ampliado con nuevos socios “difíciles”. La precipitada integración de Venezuela continúa siendo un gran interrogante en cuanto a los beneficios que pueda traer. Económicamente tiene sentido, porque la economía venezolana se complementa con las de Argentina y Brasil. Pero políticamente, el ingreso de Venezuela amenaza con crear nuevos conflictos.

Hugo Chávez quiere “descontaminar al Mercosur del neoliberalismo”. Sus adversarios temen, por el contrario, la contaminación del Mercosur con el “socialismo del siglo XXI” de Chávez. Con sus controvertidas apariciones en la escena internacional y su muy crítica posición con respecto al Gobierno de Bush en los EE. UU., Chávez no aumentó justamente el atractivo del Mercosur para otros potenciales socios, como por ejemplo la Unión Europea.

De acuerdo con muchos observadores, Chávez quiere transformar al Mercosur sobre todo políticamente en un polo opuesto a los EE. UU., teniendo la economía sólo un papel secundario. Por ello, la radicalidad de Chávez despierta cada vez más resistencias entre sus homólogos.

A pesar de todos los disgustos, expertos no ven actualmente alternativa alguna al Mercosur. “Nadie tiene un plan B”, dice un experto argentino que participó en muchas negociaciones del Mercosur. Ya la mera geografía obliga a los países de la región a la cooperación. Y por lo menos el Mercosur ha coadyuvado a fortalecer la democracia y reducir viejas tensiones en la región, concluye la BFAI. Algo es algo.

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