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De la Bastilla a La Pepa: las independencias y las ideas venidas de Europa

17 de mayo de 2010

“El tráfico intelectual entre Europa y las colonias latinoamericanas era mucho más intenso de lo que hoy creemos”, dice el profesor Walther Bernecker- un constante flujo de ideas que influyó las independencias.

Batallas por la independencia: las ideas también pelearon.

“Vive la France!”, resonaba el 14 de julio de 1789 por las calles de París. El pueblo, bandera tricolor en mano, se había lanzado a la toma de la Bastilla, símbolo del Antiguo Régimen. Tres años y medio después, rodaba la cabeza de Luis XVI. “Sin las ideas de libertad, igualdad y fraternidad, los procesos de independencia latinoamericanos no hubieran sido lo que fueron”, asegura Walther Bernecker, profesor en la alemana Universidad de Erlangen, “se hubieran dado así o así, porque para ellos existen multitud de causas, pero se habrían desarrollado de otra manera, o bien aparecido más tarde”.

"La Libertad guiando al pueblo", de Eugene Delacroix.Imagen: picture-alliance/dpa

El germen de un convulso periodo se fue macerando en Europa a lo largo del siglo XVIII. La Ilustración y el racionalismo inglés habían hecho acto de presencia para volver a poner el acento en los asuntos terrenales, en el ser humano, en la razón, la ciencia y el progreso. Los monarcas que- como Luis XVI- ocupaban cómodamente sus tronos en el nombre de Dios, notaron las primeras sacudidas del terremoto que finalmente acabaría, bastantes años más tarde, con la mayoría de sus Coronas: indicios de un seísmo que también pudieron sentirse en América.

“¡Viva La Pepa!”, gritaban en diciembre de 1813 los diputados de las Cortes de Cádiz. Las tropas napoleónicas que ocupaban España habían sido derrotadas; José Bonaparte, el rey extranjero, obligado a renunciar al cargo que le entregara su hermano Napoleón. Los representantes de la Asamblea gaditana aún no sabían que su Constitución, ratificada el 19 de marzo de 1812, día de San José, sería rápidamente derogada por Fernando VII- y es que el restituido Borbón contaba con el apoyo del Congreso de Viena, y de los españoles, que le coreaban vivas al monarca, de apodo el Deseado.

“Sin la invasión francesa de España, las independencias latinoamericanas no hubieran transcurrido como lo hicieron”, dice Stefan Rinke, de la Universidad Libre de Berlín y autor del libro Revolutionen in Lateinamerika, die Wege in die Unabhängigkeit (1760 – 1830), “Revoluciones en Latinoamérica, los caminos hacia la independencia (1760 - 1830)”.

La idea de Perú, de Chile, de México…

El "espíritu crítico del siglo XVIII": ¿influyó en América?Imagen: dpa

Una cosa resulta evidente en relación a los procesos de independencia en América Latina: no existe la causa, sino las causas; no hay un único motivo, sino un conjunto de ideas, circunstancias y acontecimientos- más o menos puntuales- que se van sumando, no de la noche a la mañana, sino a lo largo de siglos. Después, cada estudioso le concede importancia a un asunto; le resta valor a un hecho.

“Hace 50 o 60 años, se colocaba a la Revolución Francesa entre las razones de las independencias. Hoy, esto se ve de otro modo. Por supuesto que el acontecimiento tuvo importancia en el sentido de otorgarle trascendencia a la persona, pero el terror desatado posteriormente en Francia hizo que América Latina creara anticuerpos contra este tipo de fenómenos”, indica el historiador peruano José Agustín de la Puente.

“Lo que se llamó el ‘espíritu crítico del siglo XVIII’ influencia genéricamente los procesos de independencia latinoamericanos, pero no será lo esencial”, analiza de la Puente, “la parte central del mosaico que conduce a este movimiento la ocupa la idea del Perú, de Chile o de México, la certeza de que se pertenecía a una sociedad particular. Incluso los hombres que permanecieron fieles a la Corona se sentían primero del lugar en el que habían nacido, y sólo después españoles”.

Alexander von Humboldt, uno de los muchos científicos que fueron a explorar Latinoamérica.Imagen: AP

A principios del siglo XIX, Latinoamérica había evolucionado hacia una realidad diferente a la que se encontraron los primeros colonizadores, y al mismo tiempo distinta de España, sostiene el peruano. Pero tampoco ese “reconocimiento de las raíces propias”, esa especie de sentimiento nacional- aún no desarrollado del todo- estuvo libre de la interferencia europea: “no hay que olvidar”, indica Bernecker desde Erlangen, “la importancia que tuvieron las misiones científicas. Los estudiosos- por ejemplo, alemanes, y Alexander von Humboldt no fue el único- hicieron ver a los criollos la enorme riqueza de su continente, contribuyendo a fortalecer así el orgullo latinoamericano.”

“Yo sé que no todos comparten mi visión”, dice de la Puente. Stefan Rinke, por ejemplo, reconoce la relevancia de esa toma de conciencia pero, en su opinión, las independencias “no pueden entenderse al margen de su contexto. Y el contexto no es local, sino claramente trasatlántico”. El punto de inflexión lo coloca el profesor de la universidad berlinesa en otro hecho: la temporal desintegración de la monarquía en España.

Un trono traspasado y una Constitución para los “españoles de ambos hemisferios”. ¡Siga leyendo!

Fernando VII, el Deseado.Imagen: picture-alliance / akg-images / Joseph Martin

Sin rey, el poder regresa al pueblo

"El caldo de cultivo para los procesos de independencia existía en Latinoamérica desde hacía mucho tiempo. Tras las revoluciones estadounidense y francesa, el momento hubiera sido propicio para que también las colonias españolas se levantasen. Cabe preguntarse por qué eso no sucedió hasta décadas después", plantea Rinke.

En 1808, el trono de España pasó de mano en mano- entre Carlos IV y Fernando VII acabaron entregándoselo a Napoleón y éste sentando en él a su hermano José Bonaparte. “Hasta ese momento, la monarquía había sido un elemento aglutinador. Incluso cuando los criollos criticaban a la Corona, no atacaban al rey, sino a sus asesores. A partir de que el monarca desaparece, la posibilidad de desligarse completamente de España empieza, muy poco a poco, a ganar terreno”, resume Rinke.

El “intruso francés”- José Bonaparte, también llamado Pepe Botella- nunca fue reconocido por el pueblo español, que se alzó en armas en una guerra apoyada al otro lado del océano. “Al principio, en América Latina dominó lo que nosotros llamamos el ‘fidelismo’, es decir, la fidelidad a la Corona”, explica de la Puente. "Pero, si no había monarca- que era el dueño del poder-, el poder volvía al pueblo. Y las juntas populares que surgieron para organizar la administración mientras estuviera ausente el 'rey cautivo' [supuestamente secuestrado por los franceses], acabaron convirtiéndose en independentistas.”

El vacío monárquico habría dado rienda suelta al secesionismo, y vida al pensamiento acumulado tras años de contactos con el Viejo Continente- ideas ilustradas, republicanas, liberales, racionalistas, nacionalistas… sin olvidar las escolásticas: "nociones que van a estar insistiendo en que la revolución es legítima, en que es justo levantarse ante la existencia de un mal gobierno, de un gobierno tirano o despótico”, dice Ana Carolina Ibarra, del Instituto de Investigaciones Históricas de México. Si la Iglesia católica apoya a la Corona, entre el clero de base van a surgir quienes la ataquen.

Una confianza minada para siempre

Mientras que Fernando VII pasaba el “exilio” en un castillo galo- regalo de Napoleón a cambio de sus derechos sobre la Corona de España- la "madre patria" libraba una batalla militar y otra política. En Cádiz, listas para huir en caso de que la guerra lo hiciera necesario, unas Cortes se reunían para darle forma a un sistema de monarquía constitucional que pudiese entrar en vigor al regreso del rey. En 1812, estas Cortes sancionaron la Constitución de Cádiz, también conocida como “La Pepa” porque nació el día de San José.

“La Constitución de Cádiz no tiene parangón en su época, no sólo por su carácter liberal, sino por ser la primera que igualaba política y socialmente a una metrópoli y sus colonias”, comenta el Manuel Chust Calero, profesor de historia de la Universidad Jaime I de Castellón, Valencia. “La Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios“, establecía el documento en su artículo primero. “La Nación española es libre e independiente, y no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia ni persona”, añadía en su artículo segundo.

“El problema es que este principio de igualdad no se llevó a la práctica porque, en tal caso, y teniendo en cuenta la densidad de población, a los latinoamericanos les hubieran correspondido la mayoría de los diputados de las Cortes”, matiza Bernecker. “Lo que las elites españolas trataron de practicar en Cádiz era una contradicción: por un lado, querían romper con el Antiguo Régimen y, por el otro, conservar la obediencia del Imperio- pero la obediencia del Imperio era fruto del Antiguo Régimen”, añade de la Puente.

Lo acontecido en Cádiz tuvo gran influencia ideológica en los movimientos de independencia y en la estructuración de los Estados que de ellos surgieron. Pero, al mismo tiempo, la revolución liberal gaditana también contribuyó a aumentar el descontento en las colonias, “sobre todo, porque la decepción fue enorme. Los españoles no sólo pusieron en marcha este proceso constitucional, sino que le dieron mucha publicidad. Cuando las expectativas se vieron truncadas, se minó una confianza que ya no pudo volver a reestablecerse”, dice Rinke.

La vida de la Constitución de Cádiz fue corta- murió en 1814 con la vuelta de Fernando VII de Francia. Y cuando el Antiguo Régimen trató de recuperar posiciones en América Latina, la independencia se tornó ya irrefrenable.

Autora: Luna Bolívar Manaut

Editora: Enrique López Magallón

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