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De la ECO-92 a la COP30: los cambios en el enfoque climático

Bruno Lupion
12 de noviembre de 2025

La ECO-92, cumbre climática celebrada en Río hace 33 años, sentó las bases para la COP30 que ahora tiene lugar en Belém.

Hombre hablando ante un micrófono situado en un estrado. Sobre la pared, gran letrero con el nombre del encuentro: conferencia de Naciones Unidoas sobre medioambiente y desarrollo.
El presidente de Cabo Verde, durante su discurso en la ECO-92, celebrada en Río de Janeiro.Imagen: UN Photo/Michos Tzovaras

El hecho de que por estos días políticos y representantes de la sociedad civil se reúnan en la COP30 que se celebra en Belém para debatir soluciones a la crisis climática, se debe en gran parte a otra conferencia internacional que también tuvo lugar en Brasil, hace 33 años, concretamente, en Río de Janeiro: la ECO-92. 

El mundo acababa de salir de la Guerra Fría y se iba dando cuenta de que era necesario actuar de forma coordinada para controlar el calentamiento global y otros problemas medioambientales.

De la "Cumbre de la Tierra" de Río surgieron la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), un tratado internacional para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, y la Conferencia de las Partes (COP), órgano encargado de promover las conferencias anuales sobre el tema.

Muchas cosas han cambiado

A principios de la década de 1990, el agujero en la capa de ozono, provocado por la emisión de gases de efecto invernadero, constituía una gran preocupación para ecologistas e investigadores.

La reducción de emisiones definida dos años antes en el Protocolo de Montreal acabó siendo un éxito a largo plazo. Desde entonces, el agujero en la capa de ozono se ha ido achicando y la ONU prevé que se recupere por completo en la mayor parte del mundo en 2040, y en 2066 sobre la Antártida, lo que supone un éxito de la articulación multilateral para resolver un problema climático.

Control de la población

Varios participantes de la ECO-92 señalaron el control de la población como una estrategia importante para hacer frente al calentamiento global. Un reloj instalado en el pabellón de Riocentro, sede de la conferencia, informaba de la evolución del número de habitantes del planeta en comparación con la superficie de tierras agrícolas disponibles. 

Un reloj de la ECO-92 informaba de los habitantes del globo en relación a las tierras agrícolas.Imagen: UN Photo/Michos Tzovaras

La entonces llamada Comunidad Europea y Estados Unidos querían incluir el tema en la Agenda 21, un extenso documento con planes de acción medioambiental. La propuesta de control de la población ha caído hoy en desuso, debido a la desigualdad en el consumo de recursos ambientales per cápita entre países ricos y pobres y a la desaceleración del crecimiento demográfico.

China, casi ausente del debate

Aunque China ya era en 1992 un importante emisor de dióxido de carbono, lo era en una proporción mucho menor que hoy en día. La gran potencia económica de Asia en aquella época era Japón, que tuvo un papel protagonista en la conferencia.

En 1992, China emitió 2.700 millones de toneladas de CO2, aproximadamente la mitad que Estados Unidos. Hoy en día, China es el mayor contaminador mundial: en 2023 emitió 11.900 millones de toneladas de CO2, más del doble que Estados Unidos.

En 1992, más del 70 por ciento de la energía de China procedía del carbón. Actualmente, el carbón sigue representando el 60 por ciento de la generación eléctrica del país, pero se están produciendo avances acelerados en las energías renovables. El país se ha convertido en una potencia en el desarrollo y la exportación de tecnologías verdes, como paneles solares y coches eléctricos.

¿Quién es el Tercer Mundo?

En 1992 era común referirse a Occidente como "Primer Mundo" y al resto como "Tercer Mundo". Con el progresivo alejamiento de la Guerra Fría, el uso del término se hizo cada vez menos común, dando paso inicialmente a la expresión "países en desarrollo", que también apareció en ECO-92, pero, en 2015, el Banco Mundial anunció que dejaría de utilizarla. El término que más se ha utilizado recientemente es "sur global”.

EE. UU. fue señalado como el gran villano de la ECO-92. La Casa Blanca se opuso a definir límites y plazos para la reducción de las emisiones de CO2, se negó a comprometerse con contribuciones obligatorias para apoyar a los países pobres en la transición climática y se opuso firmemente a la creación de una convención sobre biodiversidad.

Durante la conferencia, la prioridad de Washington fue crear una convención amplia sobre la preservación de los bosques, que no avanzó ante la resistencia de países como Malasia, India y Pakistán, que defendían el derecho a utilizar sus recursos naturales para desarrollarse.

Pero, a diferencia de la COP en Belém, la ECO-92 sí contó con la presencia del entonces presidente de Estados Unidos, George Bush, quien solo confirmó su asistencia después de enfatizar que no firmaría el acuerdo sobre biodiversidad ni se comprometería con plazos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Durante la ECO-92, Bush subrayó que su prioridad era el crecimiento económico de su país.

Por su parte, la Comunidad Europea ejerció un papel de liderazgo medioambiental y defendió objetivos más ambiciosos en materia de emisiones de gases de efecto invernadero y biodiversidad.

El entonces canciller alemán Helmut Kohl, durante su participación en la ECO-92.Imagen: UN Photo/Michos Tzovaras

Por parte de Alemania, asistió el entonces canciller federal Helmut Kohl, que presionó para que se aprobaran tratados sobre biodiversidad y protección medioambiental.

Los países ricos y la financiación medioambiental

Una gran expectativa de la ECO-92 era lograr un compromiso de los países ricos para destinar el 0,7 por ciento de su PIB anual a proyectos medioambientales.

El texto final de la ECO-92 dejó esta cuestión abierta, sin un plazo de implementación. También quedó fuera una petición para aumentar en 5.000 millones de dólares los fondos del Banco Mundial destinados a proyectos climáticos.

En su lugar, los países ricos hicieron anuncios unilaterales para proyectos medioambientales. Destacó el compromiso de Japón de desembolsar 7.700 millones de dólares en cinco años para proyectos medioambientales, lo que supuso un distanciamiento de Estados Unidos sin precedentes desde el final de la Segunda Guerra Mundial. La Comunidad Europea anunció la asignación de 3.800 millones de dólares y Estados Unidos, 250 millones de dólares.

El compromiso de los países ricos con la financiación de proyectos climáticos en todo el mundo sigue siendo uno de los grandes obstáculos en las conferencias anuales.

(ms/cp)

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