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De tropezón en tropezón

20 de septiembre de 2002

Las caídas y sobresaltos no faltaron en la larga carrera que culmina este domingo en las urnas. En Alemania, los diversos partidos llegan a la meta, con más o menos magulladuras y una que otra baja que lamentar.

La campaña electoral llega a su fin.Imagen: AP

Los alemanes se habían preparado para una campaña electoral dura, pero más bien tediosa. El tema que se perfilaba como la piedra de toque, el desempleo, es de por sí penoso y árido. Y si bien el canciller Gerhard Schröder tiene fama de ser una figura atractiva para los medios de comunicación, no podía decirse lo mismo de su contrincante, el primer ministro bávaro, Edmund Stoiber.

El terror de los liberales

Sin embargo, las sorpresas no escasearon a lo largo de estos meses de lucha electoral. Ni tampoco los escándalos de diverso calibre. El primero en subir con el pie izquierdo al escenario de los alborotos políticos fue un viejo conocido en estas lides, el vicepresidente del Partido Liberal Demócrata (FDP), Jürgen Mölleman. Y lo hizo con críticas al gobierno israelí bastante subidas de tono, que le valieron sendos reproches de antisemitismo.

La polémica en que se sumió luego con el Consejo Central de los Judíos de Alemania provocó grandes problemas a la cúpula liberal que, al final de la campaña, ha tenido que vérselas una vez más con su díscolo dirigente. Porque Möllemann, lejos de escarmentar, volvió a la carga en la última semana previa a las elecciones, con un volante provocativo. En éste, bajo una foto de Ariel Sharon, se expone escuetamente que el jefe de gobierno israelí no quiere un Estado palestino, envía tanques a los territorios ocupados y vulnera resoluciones de la ONU.

El galán desafortunado

Pero no sólo los liberales tuvieron sus problemas caseros. También los socialdemócratas tuvieron que atravesar un trecho amargo y prolongado. Las desgracias del canciller comenzaron en serio cuando se reveló que su ministro de Defensa, Rudolf Scharping, había recibido honorarios de una empresa de relaciones públicas y se desató la discusión sobre el tráfico de influencias.

Ya el año pasado Scharping había estado a punto de perder el cargo por su encendido romance con una condesa, a la que visitaba en Mallorca utilizando aviones militares, mientras tropas alemanas eran enviadas en misión de paz a Macedonia. Un capítulo embarazoso, del que le rescató el comienzo de la guerra de Afganistán. Esta vez, sin embargo, no hubo salvación para el ministro, que se había convertido en un bochorno para Schröder.

Turbulencias parlamentarias

Pero ahí no terminaron las penurias del gobierno. Cuando llueve sobre mojado, también se salpica el compañero de ruta, en este caso Los Verdes. El partido ecologista, que hasta entonces se jactaba de ser el único con las manos limpias, comenzó a tropezar con un pecado venial pero bullado: el uso de las millas acumuladas en vuelos de servicio para efectuar gratuitamente viajes particulares.

El hecho, que a primera vista no ameritaba hablar de corrupción, contraviene sin embargo las disposiciones expresas a que deben atenerse los parlamentarios del Bundestag. Arrastrado por una epidemia de rigor ético, el primero en abandonar el ruedo por esta causa fue el político verde Cem Özdemir, quien también había tenido vínculos con la agencia publicitaria que hizo caer en desgracias a Scharping. Otros dirigentes verdes lograron, sin embargo, sortear la tormenta.

La orfandad del PDS

Lo siguió en la retirada el líder indiscutido del Partido del Socialismo Alemán (PDS), Gregor Gysi, la figura más carismática de los comunistas renovados. Hábil político y magistral en la retórica, Gysi era el pilar que mantuvo en pie a la izquierda del Este de Alemania y le otorgó un rostro en la parte occidental del país. Su dimisión de todos los cargos dejó al partido huérfano de brillo y de optimismo para las elecciones generales. De hecho, está en duda que llegue a conquistar esta vez escaños parlamentarios.

Buena conducta

En lo que respecta a la Unión Cristianodemócrata/ Cristianosocial (CDU/CSU), a sus correligionarios les corresponde el premio al buen comportamiento durante la campaña electoral. Al margen de uno que otro resbalón de Stoiber, incluido uno literal al salir al escenario en un mitin electoral, el partido no tuvo mayores bochornos que lamentar. El escándalo de las cuentas secretas que heredó de los tiempos de Helmut Kohl ha pasado a los archivos de la memoria colectiva y los conservadores se mostraron disciplinados junto a su líder. Pero nada asegura que ello baste para conseguir el triunfo, tras esta carrera plagada de sobresaltos.