Del anhelo de ser monje por quince días
1 de septiembre de 2003En el 2000 nos fuimos con unos amigos y un grupo de veinte jóvenes a buscar el silencio de los cerros de Borgoña. El día empezaba temprano, rezábamos con las monjas, comíamos todos juntos en una sala grande, acompañados de música de Vivaldi y Fálada, después lavábamos la loza. Mientras las ovejas en el corral se reproducían, nosotros hacíamos largas caminatas por el campo. Todo siempre en silencio. Así pasamos el año nuevo del 2000 en un convento de las carmelitas descalzas, en el este de Francia. Para cada uno de nosotros sin duda una experiencia especial.
El "auge" de los monasterios
Lo que entonces nos pareció una experiencia única atrae en el tercer año del nuevo milenio a cada vez más alemanes. Ya sean estudiantes o gerentes de empresa, hombres y mujeres de todas las edades, religiosos o incluso ateos. "Registramos un fuerte crecimiento en la demanda de visitas a los conventos", informa Marita Hässler de la Asociación de las Prioras Alemanas (VOD). "Algunos monasterios ya están llenos, ya no pueden recibir más huéspedes." Los motivos por los cuales alguien decide pasar una semana o dos detrás de los muros de un convento son diversos. Principalmente se busca lo que se ha vuelto escaso; tiempo y calma para escuchar la propia respiración, escuchar a los pájaros cantar en la madrugada en vez de las bocinas de coche y tener calma para recargar energía.
Lugares para todos los gustos
Los monasterios son el lugar ideal para las personas que buscan refugiarse del trajín de la vida laboral. En Alemania cerca de 250 conventos abren sus puertas a gente interesada durante todo el año. Quien busca las murallas del convento, tiene varias posibilidades. Los hay en medio de la ciudad o más retirados en el campo, los hay para los que buscan compartir la vida en comunidad o para los que simplemente quieren descansar a solas. En la mayoría de los casos impera estricta separación de sexos. Sólo unos pocos conventos de aceptan hombres, asimismo pocos monasterios aceptan mujeres como huéspedes.
La iglesia luterana, a pesar de su postura crítica respecto a la institución católica del convento, también mantiene treinta "comunidades" de este tipo. En éstas viven monjas y frailes, pero también familias que se dedican, por ejemplo, al trabajo social. Incluso para las personas que prefieren un poco más de lujo para el alma y el cuerpo existe la oferta ideal. En Arensberg, un pueblo a orillas del Rin, las hermanas dominicanas ofrecen cursos de gimnasia, baños terapéuticos e incluso sauna y solario.
Siguiendo las huellas de San Francisco
La nueva moda de los alemanes se extiende también a otros países europeos como Francia e Italia, donde se siguen las huellas de San Francisco de Asís o de Santa Teresa de Ávila, como lo hice yo con mi grupo de amigos en el 2000. Las rutinas de un convento no me parecieron nada fáciles. Vivo en Alemania, el país de Lutero, un cura que hace 500 años atacó al papa e inició de ese modo la reformación. Ha habido en Alemania filósofos, como Nietzsche, que anunciaron incluso la muerte de Dios. ¿Me pregunto cómo es posible que mis compatriotas comiencen a acudir ahora a los monasterios, aunque sea por 15 días? El mundo del tercer milenio, aún está lleno de misterios...