Derechos de la infancia: con mucho por hacer
20 de noviembre de 2007Entre las 10 y las 12 de la mañana, los niños de quinto curso del colegio Süderelbe de Hamburgo han recorrido el centro de la ciudad ofreciendo a los viandantes brillo en los zapatos a cambio de unas pocas monedas, algo de música por la voluntad del pasante y a bajo precio los objetos producidos por ellos mismos.
Lo que para los chicos de Hamburgo ha sido durante unas horas poco más que un juego, es para más de 30 millones de menores en todo el mundo, según la organización Terre des Hommes, cruda realidad. Desde 1998, cada 20 de noviembre, el día en el que como hoy se conmemora la firma de la Convención sobre los Derechos del Niño de Naciones Unidas, esta ONG llama a una acción bautizada como “Niños de la calle por un día”.
“Hemos elegido el tema de los niños de la calle porque es un grupo que ve violados sus derechos de manera extrema y es un buen ejemplo para mostrar cómo no se están cumpliendo los principios recogidos en la Convención”, explica a DW-WORLD Peter Strack, portavoz de Terre des Hommes en Alemania.
La conciencia de los niños
En Turingia, los chicos de séptimo curso limpian en el aparcamiento de un supermercado los parabrisas de los coches. Otro trabajo común entre los “niños de la calle”, sólo que, en el mundo real, para llegar a la propina los pequeños tienen que abrirse paso entre el tráfico de sus abarrotadas ciudades.
En Alemania, cerca de 2.200 chavales se meten este 20 de noviembre en la piel de quienes, con su misma edad, han de trabajar para ganarse el pan que comen. “En primer lugar se lleva a cabo una labor en las escuelas, donde los niños tratan la situación de otros niños y el cumplimiento o incumplimiento de sus derechos en todo el mundo. Después, los jóvenes salen a la calle para concienciar al público en general”, comenta Strack.
Los stand informativos, como el que organiza el colegio Rensefeld de Bad Schwartau, en el norte del país, acompañan a la mayor parte de los actos. La efectividad de la acción es doble: porque se dirige a los pequeños y se dirige a los adultos. Y es que, dice Strack que uno de los logros de la Convención sobre los Derechos del Niño es haber servido “para que los mismos niños en muchos países sean conscientes de cuáles son sus derechos.”
Problemas en Latinoamérica
La Convención es un referente y “hay una cantidad creciente de niños que participan activamente en la vida pública”, asegura Strack. “Nos acaba de llegar la noticia, por ejemplo, de que en el proceso constituyente de Bolivia han habido contactos directos entre la Organización de Niños y Niñas Trabajadoras y el presidente para que los derechos y demandas de estos menores sean incluidos en la nueva Constitución. En Colombia se celebra hoy en Bogotá un gran evento en el que los niños reclaman sus derechos y en el que participan varios miles de personas.”
La Convención sobre los Derechos del Niño fue ratificada en 1989. Principalmente, el documento recoge el compromiso de los firmantes de proteger a sus menores de la violencia, permitirles la libre expresión de sus ideas y asegurarles una vida digna. El valor del texto reside en que es jurídicamente vinculante. El problema, lamenta Strack, en que emprender acciones legales contra quienes incumplen lo acordado es prácticamente imposible.
“El concepto del niño como un ser portador de derechos está calando en algunas legislaciones, como en Bolivia, que cuenta con un Código de la Infancia. En otros países, como en Chile, todavía no se ha avanzado tanto.” Aún así, Strack no quiere repartir notas entre los Estados latinoamericanos. “La legislación de Bolivia es bastante buena, pero la situación económica del país no permite su cumplimiento. Chile tiene un sistema bastante amplio de atención básica, pero sus leyes no se comprometen todo lo que podrían con los derechos de la infancia.”
El problema en América Latina es que los problemas son muchos, reconoce Strack, “y los recursos y la voluntad no tantos. Durante muchos años se ha dado prioridad al desarrollo económico, como es el caso de México, a facilitar la llegada de capital extranjero… y el esperado efecto de que esas inversiones mejoren a la larga las condiciones de vida no se da si no existe política adecuada de redistribución y una política social fuerte.”