Conservación tecnificada
28 de abril de 2015 En un pequeña y pacífica isla en medio del Caribe, los pescadores locales no necesitaron grandes cantidades de datos para comprender que las poblaciones de peces estaban en declive. Los peces grandes apenas caían en las redes y los arrecifes de coral, cercanos a la costa, ya no estaban repletos de vida marina, como en el pasado. Para hacer frente a esta situación, tanto el gobierno como los habitantes de la antigua colonia británica de Barbuda, decidieron tomar medidas.
En primer lugar, solicitaron ayuda al Instituto Waitt, una organización sin ánimo de lucro que desempeña un papel de liderazgo en un proyecto medioambiental denominado “Blue Halo”. El instituto, dirigido por Ayana Elizabeth Johnson, trabaja bajo el lema "utiliza el océano sin agotarlo".
"Antes la gente llamaba al océano su supermercado", cuenta Johnson a Global Ideas. Sin embargo, con el descenso de las reservas de peces, en 2013 los habitantes de Barbuda decidieron unirse a la iniciativa “Blue Halo” para desarrollar un plan de gestión para la pesca. Una de las prioridades para frenar la sobrepesca fue delimitar zonas ecológicamente sensibles, como los manglares y los arrecifes de coral. Para ello, elaboraron un mapa completo, que designaba las reservas marinas y áreas protegidas.
Debido al papel vital que juega la pesca en la vida de los isleños – un diez por ciento de la población depende directamente de esta actividad para sus ingresos – Johnson se dio cuenta enseguida de la importancia de una correcta delimitación de las áreas sobre el mapa. Para ello, en lugar de limitarse a reuniones formales en su oficina, visitó directamente a las diferentes partes interesadas, mostrándoles el software de mapas SeaSketch en el terreno.
El software debe facilitar el trabajo
Will McClintock, un científico marino de la Universidad de California, en Santa Bárbara, ha trabajado en el desarrollo de esta tecnología. El investigador cuenta que el software ha sido diseñado para poder ser manejado por alguien con pocos conocimientos sobre sistemas de información geográfica (SIG) y tecnologías similares. "Los usuarios no requieren ningún conocimiento sobre estas tecnologías", afirma.
Esto refleja una tendencia en muchos campos de la conservación. Los dispositivos digitales cada vez son más dinámicos y el software, que en ellos se ejecuta, cada vez más sofisticado. Cada nueva generación de cámaras digitales y teléfonos inteligentes es más elegante y ofrece mayor rendimiento. Hace apenas diez años, los software especializados sólo se podían ejecutar en ordenadores de escritorio. Ahora, por el contrario, pueden funcionar en finísimos chips, provistos con suficiente capacidad de procesamiento como para ejecutar tareas complejas.
Las soluciones se encuentran a menudo en una combinación de dispositivos habituales y software desarrollado para cumplir una tarea concreta. Como ejemplo, McClintock ha contratado al desarrollador Chad Burt para diseñar un conjunto de herramientas de software para ayudar a las agencias gubernamentales de California a gestionar la pesca a lo largo de los cerca de 1.350 kilómetros de costa del estado. SeaSketch y eCatch son algunos de los resultados.
Pero existen muchos más proyectos de este tipo. De este modo, hoy en día nos podemos encontrar con objetos diarios, provistos con artilugios técnicos de bajo coste, que podrían ruborizar a cualquier villano de las películas de James Bond de los años 60. El reto es encontrar el punto intermedio entre ser innovador y práctico y muchos de los innovadores lo están consiguiendo.
Herramientas inteligentes en el bosque
En la cuenca del Congo, cerca de Brazzaville, un programa de ensayo debe establecer los efectos de la tala de árboles en las poblaciones indígenas, que habitan en la selva tropical. Un grupo de investigación de la Universidad College de Londres (UCL) ha colaborado para ese fin en el desarrollo de Sapelli, una herramienta para monitorizar las reservas de árboles y así ayudar a las comunidades locales en la evaluación y protección de su medio ambiente. El software funciona en teléfonos inteligentes Android, que cuestan menos de 200 dólares americanos (186 €).
"El hecho de trabajar con teléfonos móviles inteligentes, asequibles, nos permite ofrecer diez de ellos a una comunidad," explica Muki Haklay, co-director de un programa de ciencia ciudadana en la UCL.
Haklay reconoce que un Smartphone, o teléfono inteligente, no es una panacea. Sin embargo, cree que la posibilidad de utilizar esa tecnología para documentar y transmitir información sobre la vida en la selva es un paso en la dirección correcta, ya que ofrece a las poblaciones vulnerables, que viven en regiones remotas, un enlace con el mundo exterior.
Crecientes posibilidades
Los conservacionistas también han conquistado el cielo. En 2012, los pioneros de los eco-drones Lian Pin Koh y Serge Wich fundaron la organización sin ánimo de lucro Conservation Drones (CD) para compartir sus conocimientos sobre vehículos aéreos no tripulados, o drones, de bajo coste con otros investigadores y grupos ambientalistas.
Todo comenzó cuando Koh decidió enviar un dron – a través de las selvas tropicales – para recoger datos sobre las poblaciones de orangutanes en Indonesia, en vez de ir en persona a monitorizar los animales.
Koh y Wich desarrollaron un dron por menos de 2000 dólares, utilizando componentes de un kit de aficionado y un software de código abierto para guiar el objeto volador a través de una serie de coordenadas. Después de un primer ensayo con éxito, el dúo dotó al dron con cámaras de alta resolución para poder capturar imágenes y vídeos sobrevolando la selva.
Aeronaves similares están ahora en uso para proyectos medioambientales en África, Asia y América Latina. La entidad ecologista Conservation International (CI) ha adquirido recientemente dos drones de la organización CD para ayudar a doce guardabosques en la detección de casos de minería ilegal y de tala de árboles dentro de una reserva natural de 1,6 millones de hectáreas en Surinam, un país situado al norte de América del Sur.
Aunque el proyecto se encuentra aún en su fase inicial la portavoz de CI, Mirjam Gommes, está convencida de las posibilidades que podría ofrecer en un futuo. "El cielo es el límite pero hay un montón de herramientas que podemos acoplar a dicha nave no tripulada, dependiendo de lo que se quiera lograr," explica.
En definitiva, se trate del mapeo de recursos oceánicos o el espionaje de árboles en la selva, el uso de la tecnología se está convirtiendo en un instrumento muy útil en los proyectos de conservación del medio ambiente.
Autor: Enrique Gili (AR/EL)