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Desertificación: lucha contra la catástrofe silenciosa

17 de junio de 2009

Por el Día Mundial de la Lucha contra la Desertificación y la Sequía se reúnen en República Dominicana representantes de organizaciones internacionales para evaluar el trabajo realizado en la última década.

Gonaives, Haití, septiembre 2008Imagen: AP

En la fecha declarada por Naciones Unidas como el Día Mundial de la lucha contra la desertificación y la sequía, representantes de varias organizaciones internacionales se reúnen en República Dominicana para evaluar su labor de la última década. UNCCD (United Nations Convention to combat desertification), FAO (Food and Agricultural Organization), PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo) y GTZ (Agencia alemana de cooperación técnica) evalúan la situación.

Según informa la organización medioambientalista Greenpeace, en todos los continentes el desierto va ganándole terreno al hombre. Africa acusa una situación desesperante, China, América del Norte y España sufren de sequía y de pérdida de campos de sembrío y pastizales. El cambio climático se une a otros factores –provocados por el hombre- que aportan a la aridización.

En Haití, la situación es especialmente grave: apenas entre 1 y 2 por ciento de zonas boscosas existen sobre la isla caribeña. DW-WORLD conversó al respecto con Anselm Duchrow, del proyecto regional contra la desertificación de la GTZ para América Central y el Caribe.

Un destino compartido

La suerte de Haití es compartida por República Dominicana y Honduras, cuyo desarrollo se ve seriamente afectado por una desertificación que no es fácil de cuantificar. “En la zona fronteriza entre Haití y República Dominicana es especialmente difícil el suministro de agua y las reservas están muy disminuidas. El sur de Honduras, según las estadísticas, sufre la mayor pobreza de la región y tiene los peores indicadores de desarrollo, como son educación o situación de la mujer. Desertificación es sinónimo de altos niveles de pobreza, ambas se condicionan mutuamente”, afirma Duchrow.

China, las tormentas de arena se comen la vegetaciónImagen: picture-alliance/ dpa

Sistemas de acopio de agua de lluvia

En siete años de cooperación técnica en la región, la agencia alemana asevera haber conseguido modestos avances. Así por ejemplo, su trabajo a nivel de organizaciones campesinas para difundir métodos de acopio y conservación de aguas de lluvias ha sido bien recibido. En colaboración con el DED (Servicio alemán para el Desarrollo) y ASA (Articulacao do Semi-Arido Brasileiro) capacitaron albañiles en la construcción de cisternas de almacenamiento en comunidades que no tienen acceso al agua, sobre todo en meses secos.

En República Dominicana –en donde llueve sólo en dos períodos- se puede llegar a recoger 18.000 litros. La buena acogida del programa hizo que se replicara en Guatemala, El Salvador y Panamá.

"La pobreza lleva a la gente a explotar los recursos de manera especialmente intensa"Imagen: picture alliance/dpa

Nivel político

Además de que la desertificación dificulta el acceso al agua, “la pobreza lleva a que la gente utilice los últimos recursos que les quedan de manera especialmente intensa y utilizan por ejemplo las laderas para sembrar, sin terrazas y sin protección contra la erosión”, informa Duchrow añadiendo que el exceso de regadío, los monocultivos –como el café en Haití- y la sobreexplotación de la ganadería son otros factores de desertificación.

Dado que esto último no ocurre a nivel de pequeños agricultores, la agencia de cooperación alemana enfoca el problema a nivel político en el campo de la asesoría técnica. También cooperan con las entidades educativas en la elaboración de programas de educación medioambiental.

“Se trabaja mucho con radios locales;, donde producimos programas de radio y los repartimos por el país. Tienen muy buena acogida”, cuenta Duchrow.

¿Una gota de agua en el desierto?

Si bien los 300.000 euros anuales dedicados a este programa de cooperación no representan un gran volumen financiero, “no son una gota de agua en el desierto”, replica el agente de la GTZ: “Cooperamos donde los comportamientos o la política pueden ser cambiados, donde las sociedades pueden enfrentar el problema por sí solas. Tampoco se espera de nosotros que invirtamos mucho, de nosotros se espera asesoría y ésta no es terriblemente cara. La desertificación es un problema que surge también de las inversiones mal orientadas. Por eso no sirve de nada hacer proyectos de protección, sino que más bien se trata de reorientar las inversiones”.

A pesar de la presencia y la cooperación de diversas organizaciones internacionales y de los más o menos fondos que fluyen hacia la región, la situación es desesperante. “El éxito de nuestro programa está íntimamente relacionado con la solución de muchos otros problemas políticos. Para hacer una política de desarrollo razonable en estas regiones, se necesita mejorar las estructuras nacionales, que en ciertos municipios rurales casi no existen”, asevera Duchrow.

En Haití, después de años de guerra civil, las estructuras nacionales tienen que ser reconstruidas por completo. “Estamos conscientes de que un Estado como éste, de papel, requiere de mucha inversión que nosotros mismos no estamos en capacidad de dar; es una tarea que rebasa nuestro mandato”.

¿Invertir en desertificación o en la reconstrucción del Estado?

A la pregunta si el dinero empleado en la desertificación estaría, entonces, mejor empleado en la reconstrucción de las estructuras políticas, el experto de la GTZ responde negativamente y puntualiza: “Justo en el caso de Haití si la estrategia entera estuviese orientada a reconstruir el país, puede darse el caso de que se invierta mucho dinero en estructuras carcomidas y que a la población no le llegara la ayuda. Hay que enfrentar ambos lados y no existe una estrategia correcta, no se puede decir que los dineros invertidos en política medioambiental estarían mejor invertidos en procesos de democratización pues éstos dependen de los medios de subsistencia de la gente, de la calidad de los suelos y, en bastante medida, del agua”.

Autora: Mirra Banchón
Editor: Enrique López

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