Hace diez años, la canciller alemana Angela Merkel decidió -de forma espontánea- eliminar la energía nuclear. Una decisión que sigue en pie y que no se pone en duda, dice Jens Thurau.
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Las terribles imágenes de Fukushima habrían movido a Merkel a tomar una decisión solitaria que, al comienzo, no contó con el respaldo ni de su propio partido, y que horrorizó tanto a la industria energética como a su socio liberal de coalición: ¡Se acaba la energía nuclear en Alemania!Así de fácil.
Una decisión que ha perdurado, hasta hoy. En ese momento, todavía había 17 centrales nucleares en funcionamiento en Alemania; actualmente hay seis. Y para finales de 2022 no habrá ninguna. La energía nuclear en Alemania es historia, y es difícil imaginar que la decisión vaya a revertirse.
Sólo unos meses antes, en otoño de 2010, el gobierno de coalición CDU/CSU-FDP de entonces había ampliado la vida útil de las envejecidas plantas nucleares. Y, casi al mismo tiempo, Alemania se proponía una "transición energética" ampliando el uso de la energía eólica y solar, así como la lenta pero constante reducción del carbón.
El cambio energético: complejo y lento
Hoy en día, la transición energética alemana es un monstruo muy complejo y lento, con innumerables partes en pugna. Todo eso está impulsado por las promesas de reducir las emisiones contaminantes hasta la neutralidad de CO2 a mediados de siglo. En realidad, es sorprendente que, desde Fukushima, no haya surgido ningún debate que cuestionara la eliminación progresiva de la energía nuclear en Alemania, porque otros países han reaccionado de forma muy diferente a la catástrofe de Japón: Francia, Estados Unidos y China siguen con sus reactores, aunque cada vez sean más viejos. Las nuevas plantas son exageradamente costosas y, al menos en las democracias, difícilmente se pueden imponer en contra de la voluntad de la población.
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Pero en ningún otro lugar ha habido un movimiento antinuclear tan fuerte como en Alemania. La disputa, durante décadas, sobre un posible depósito final en Gorleben, Baja Sajonia, puso en marcha las cosas, y el terrible accidente del reactor de Chernóbil, en 1986, alertó aún más a los alemanes. Con Fukushima, la energía nuclear dejó de ser viable. Merkel lo ha reconocido correctamente.
El problema aún no resuelto de un depósito definitivo
Sin embargo, la energía nuclear sigue siendo políticamente relevante en Alemania: el país acaba de empezar a buscar un depósito de residuos nucleares, ya no en Gorleben, sino en otro lugar. Y volverán los acalorados conflictos.
No será hasta mediados de siglo cuando los residuos radiactivos de las centrales nucleares alemanas, gran parte de los cuales están actualmente almacenados temporalmente allí, puedan desaparecer bajo tierra para siempre y de forma segura. Al menos esa es la esperanza. Y la antigua mina de Asse, cerca de Wolfenbüttel, en la que durante muchos años se vertieron descuidadamente residuos radiactivos de media y baja actividad, es una de las obras medioambientales más deprimentes y costosas del país.
Los pocos partidarios de la energía nuclear que quedan en Alemania siguen afirmando que un país industrializado como este difícilmente llegue a alcanzar sus ambiciosos objetivos climáticos sólo con energía eólica y solar, y sin carbón. Y que en algún momento la protección del clima obligará a construir nuevos reactores. Lo cierto es que las centrales nucleares son caras, necesitan enormes cantidades de agua de refrigeración, son enormes monstruos en un panorama energético que se descentralizará cada vez más de forma sostenible, especialmente en los países más pobres.
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El legado de muerte de Chernóbil
Y cualquiera que haya visitado la antigua central nuclear de Chernóbil, en la actual Ucrania, que haya percibido el aterrador silencio de las ruinas de la ciudad de Pribyat, entonces abandonada, a las carreras por 50.000 habitantes, y la zona de muerte alrededor del reactor dañado, puede llegar a la conclusión de que la solitaria decisión de Angela Merkel de hace diez años fue la correcta.
Merkel actuó con un frío instinto político: la canciller nunca se involucró en los acalorados debates ideológicos en torno a la energía nuclear. Pero constató con objetividad que los costos y el esfuerzo que suponían "seguir usando la energía nuclear" eran demasiado elevados, y que una mayoría de la población rechazaba las plantas atómicas. Y eso sigue siendo así hasta hoy, diez años después de Fukushima.
(jov/cp)
La larga sombra de Fukushima
Cuatro años después del desastre de Fukushima, la respuesta global a la energía nuclear ha cambiado. Mientras que algunos países continúan desmantelando sus centrales nucleares, otros ven un futuro con energía atómica.
Imagen: Reuters/Kyodo
El terremoto de Tohoku y el posterior tsunami
Fue el peor desastre de la historia de Japón después de la II Guerra Mundial. Hace cuatro años, un terremoto de magnitud 9,3 registrado frente a las costas de la región de Tohoku provocó un tsunami que devastó la costa del noreste de Japón. El resultado: al menos 15.880 fallecidos y 2.694 desaparecidos, además de 6.135 heridos.
Imagen: dapd
Fuga radioactiva en Fukushima
El problema es que lo que empezó siendo un desastre natural acabó convirtiéndose en tragedia por culpa de la tecnología. El terremoto provocó un tsunami de 13 metros que arrasó la central nuclear de Fukushima Daiichi. Tras el impacto, los sistemas de refrigeración de la planta fallaron, provocando el sobrecalentamiento de tres reactores y la consiguiente fuga radioactiva.
Imagen: Reuters/Kyodo
Central de Three Mile Island
El caso de Fukushima no es el primero de la historia. En el año 1979, en la planta nuclear de Three Mile Island, en Middletown, Pensilvania, un fallo en el circuito de la planta provocó una fuga radioactiva. Las bombas de alimentación dejaron de funcionar, provocando la fuga de 120.000 litros de refrigerante del circuito primario. Unas 140.000 personas, entre mujeres y niños, fueron evacuadas.
Imagen: AFP/Getty Images
El legado de Chernóbil
Hasta Fukushima, el desastre de Chernóbil fue el peor accidente nuclear de la historia. En 1986, un repentino incremento de potencia en la Unidad 4 de la central de Chernóbil, en Ucrania, destruyó el reactor y liberó una nube radiactiva que se extendió por Rusia y Europa. 335.000 personas fueron evacuadas en un radio de 30 kilómetros y al menos 30 murieron como consecuencia del accidente.
Imagen: picture-alliance/dpa
Nueva planta nuclear en EE. UU.
A la Unidad 2 de la planta Watts Bar en Tennessee se le están dando los últimos retoques, luego de un largo retraso por una baja demanda en la región. Su planta hermana, Watts Bar Unidad 1, se inauguró en 1996 y era, hasta ahora, la central nuclear de apertura más reciente. El país prevé seguir abriendo plantas nucleares, pues las considera una alternativa viable a los combustibles fósiles.
Imagen: picture-alliance/AP/Tennessee Valley Authority
Período de transición en Alemania
A pesar del fuerte movimiento antinuclear, la coalición de centroderecha de la canciller Angela Merkel trató de retrasar la fecha de eliminación de la energía nuclear de 2022 a 2034. El objetivo de 2022 había sido establecido por su predecesor, Gerhard Schröder, de centroizquierda. Merkel justificó el retraso alegando que se trataba de un período de transición hacia las energías renovables.
Imagen: picture-alliance/dpa
Merkel reacciona con rapidez
Después de la catástrofe de Fukushima, el gobierno alemán reaccionó con rapidez y cerró de manera definitiva ocho plantas nucleares. La coalición de Merkel decidió eliminar por completo el uso de la energía atómica hasta el 2022, adoptando la fecha originalmente establecida por Schröder. Ahora, Alemania ha decidido extender el uso de energías renovables en un 80 por ciento para el año 2050.
Imagen: picture alliance/Hinrich Bäsemann
Italianos confirman la prohibición nuclear
Al igual que Alemania, Italia también tiene una larga historia de activismo antinuclear. Después del desastre de Chernóbil, los italianos votaron para prohibir la energía nuclear en 1987. Sin embargo, en 2011, el entonces primer ministro, Silvio Berlusconi, trató de reintroducir la energía atómica. En un referéndum, los italianos rechazaron nuevamente el uso de energía nuclear en su país.
Imagen: picture-alliance/dpa
El futuro nuclear en Reino Unido
La coalición conservadora-liberal en Reino Unido también promueve la energía nuclear para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, la planta más reciente desde 1996, Hinkley Point C en Somerset (en la foto), se enfrenta a un proceso legal por el uso de dinero estatal para su construcción. El costo de la planta se calcula en unos 34 mil millones de euros.
Imagen: picture-alliance/Simon Chapman/LNP
La India amplía el uso de energía atómica
Nueva Delhi planea cuadruplicar su capacidad nuclear en 2020, abasteciendo así un 25 por ciento de la electricidad en el país. Sin embargo, el plan ha sido fuertemente rechazado. Manifestantes han interrumpido repetidamente los trabajos de construcción de la central nuclear de Kudankulam, parcialmente subsidiada por Rusia. Moscú ha ofrecido construir una docena de reactores nucleares en la India.
Imagen: picture-alliance/dpa
China mira más allá del carbón
Pekín está buscando un aumento más modesto en su capacidad nuclear. La República Popular planea generar un 6% de su electricidad a través de energía atómica para el 2020. Actualmente se encuentra en construcción la central de Changjiang (en la foto), en la provincia de Hainan. La energía nuclear puede reducir, en gran medida, la dependencia de China de las contaminantes plantas de carbón.
Imagen: picture-alliance/dpa
La dependencia de Francia
El 75% de la electricidad que consume Francia procede de energía nuclear. A pesar de que el presidente Hollande prometió reducir la dependencia atómica del país, sólo se ha anunciado el cierre de una planta, situada en la frontera con Alemania. El resto de las centrales, que suman 20, siguen humeando en el corazón de Europa.