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Dilemas ante la nueva Constitución cubana

Amir Valle
22 de febrero de 2019

Mientras el gobierno promueve su campaña #YoVotoSí, la oposición de nuevo se divide en las campañas #YoVotoNo, #CubaBoicot, #YoNoVoto, y el pueblo se desespera más ante la agudización de los problemas económicos.

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Imagen: picture alliance/Robert Harding World Imagery

Ante la resonancia internacional que en instituciones como la OEA y Naciones Unidas han tenido las críticas a la nueva Constitución propuesta por el gobierno del presidente Miguel Díaz Canel, Deustche Welle contactó a quienes promueven ese cuestionamiento dentro y fuera de la isla.

Antonio Rodiles, líder del proyecto intelectual independiente Estado de Sats

Antonio Rodiles.Imagen: Cortesia del entrevistado

El régimen planeaba afincar el neocastrismo con todo un show de iluminismo que incluía la colocación de un títere: el nuevo presidente, y la celebración de una Constituyente que legitimaría el nuevo rediseño administrativo. La comunidad internacional, alineada en la llamada política del deshielo, daría el espaldarazo a los herederos del castrismo. Todo cayó con la elección de Donald Trump y el radical viraje político de la región. El triunfo de Jair Bolsonaro en Brasil marcó el puntillazo.

El régimen también enfrenta una situación interna delicada. Fenómenos naturales han golpeado a la maltrecha economía, el control en Venezuela se les escapa de las manos y no aparece un nuevo aliado a parasitar. Por primera vez en las redes sociales circula un video donde se abuchea al llamado presidente, Díaz Canel. Desde el Foro por los Derechos y Libertades, llamamos a boicotear el falso referéndum convocado por el castrismo para el día 24 de febrero. Asistir sería regalarles la legitimidad y el mandato que no poseen. Nuestra campaña #CubaBoicot va en esa dirección.

Julio Batista Rodríguez, periodista, ganador del Premio Internacional de Periodismo Rey de España 2018

Julio Batista Rodriguez.Imagen: Cortesia del Entrevistado

Una Constitución debería ser garantía de democracia. Y justo esto es algo que el nuevo proyecto cubano parece olvidar. Desde su misma concepción (bajo la tutela de una Comisión de la cual nada escuchamos hablar hasta último minuto), el proyecto ha obviado el único punto donde no podía haberse equivocado: una Constitución representa los intereses del pueblo, no de sus mandatarios. Al menos, no una Constitución que aspire a regir una sociedad con vocación socialista; aunque de socialista quede poco en ella. Jugar a discreción con la voluntad popular, poniendo en primer lugar los intereses de una élite política, solo evidencia la intención de secuestrar la participación ciudadana para tomar decisiones de peso en el destino de la nación. Ese es hoy el principal defecto del proyecto: haber nacido con la expresa voluntad de controlar y concentrar el poder en manos de una minoría que ya lo detenta, nunca con la intención de socializarlo entre sus ciudadanos.

Juan Carlos Cremata, director de cine

Juan Carlos CremataImagen: Cortesia del Entrevistado

"El 24 se rompe el corojo", dijeron en 1895 los mambises y así fue la primera vez que esa fecha, en febrero, se convirtió, para Cuba, en historia. Ahora vuelve de nuevo. Porque es la data dictada por el gobierno cubano para la realización de un "referéndum" que APRUEBE (la opción del NO se contempla enemiga) una "nueva" Constitución de la República. Como es de esperar, a pesar de las protestas, impondrán su Carta Magna, contraria a lo que debería ser un documento así en el siglo XXI. Y como resulta que esa misma noche, el mundo tendrá puesta su atención en la entrega de los premios Oscar, ellos (la nomenclatura vernácula y retrógrada) en su versión criolla del show otorgarán todos los premios de su añeja "academia". Mientras tanto, por debajo de la manga, como duchos y ladinos prestigiditadores, suman una medieval Ley 349, que les asegura, garantiza, e intenta, vanamente, perpetuar la mordaza, sembrar la arbitrariedad, afianzar la censura e implantar la injusticia en el mundo de la cultura. Lo harán, sin dudas. Pero, ya no nos callan.

Angel Santiesteban, escritor, Héroe Internacional de la Información, de Reporteros Sin Frontera 2015

Angel Santiesteban.Imagen: Hendrik Rojas

Es el legado de Raúl Castro a sus hijos. Su testamento material, para que su familia herede lo que consideran suyo: Cuba. Pasará a la historia como uno de los mayores fraudes en un país que tuvo una Carta Magna ejemplar, la de 1940, la más inclusiva y adelantada de su época.  Ir a votar, aunque sea para decir NO, da al régimen una legitimidad que no se ha ganado en 60 años de desastres económicos, políticos y sociales. Como hacen siempre, pondrán los números a su antojo. Creo que lo importante es que corroboren que el tiempo se les acaba. En Cuba hay un despertar; la gente cada vez teme menos decir en voz alta lo que piensa; conciencia de rebeldía que se debe a la realidad de no tener una esperanza de que bajo este proceso político van a cambiar las cosas. No asistir a las urnas es importante porque estaremos dando un NO rotundo a todo lo que ellos representan.

Roberto Díaz Vázquez, historiador, Director del Centro de Apoyo para la Transición en Cuba

Amir Valle, Roberto Díaz Vázquez y Boris González.Imagen: Amir Valle

La Constitución de 1976 (que algunos prefieren llamar "Manifiesto político de Fidel Castro”), era prácticamente una copia al carbón de la antigua constitución soviética de primera mitad del siglo XX. Bajo el sello personal de Fidel Castro, militarizó el pensamiento social y eliminó cualquier fundamento que no estuviese alineado con ¨su Revolución¨.

La actual constitución incorpora una nueva forma de entender los principios que sustentan el modelo político, económico y social existente en el país. Disfuncional y obsoleto modelo que ha tenido que aceptar, por ejemplo, la controversial economía privada como forma de gestión del capital desligada del control gubernamental. En fin, la legitimidad que tanto necesita la actual fórmula del poder en Cuba transita por un reconocimiento poblacional a un modelo del pensar Cuba que no es ni remotamente parecido al de 1976, pero tendremos que esperar las leyes complementarias que, sin dudas, establezcan nuevas reglas del juego, tal vez  menos agresivas, pero seguro igual de intolerantes con lo diferente o disidente.

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