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Dilma, cien días gobernando Brasil

9 de abril de 2011

Sus posturas de cara a Irán y a Estados Unidos, y una mayor tolerancia frente a la creciente inflación diferencian al Gobierno de Dilma Roussef del de su predecesor, Lula, y marcan sus primeros cien días como presidenta.

Rousseff fue electa en octubre de 2010 con 55,7 millones de votos, cerca del 56 por ciento de los votos válidos.Imagen: dapd

La economista Dilma Rousseff, la primera mujer en ocupar la presidencia de Brasil, cumplirá cien días en el Gobierno este 10 de abril y lo hará contando con la aprobación del 73 por ciento de la población, según un reciente sondeo de opinión. Considerada más discreta y pragmática que su predecesor y mentor, Luiz Inácio Lula da Silva, Rousseff ha impuesto su propio estilo de gobernar, con todo y que su Gabinete está integrado por varios de los funcionarios que diseñaron las políticas de la gestión anterior.

A juicio de los analistas, las primeras diferencias entre Rousseff y Lula se dejan sentir sobre todo en la política exterior de Brasil. Mientras Lula se atrevió a protagonizar varios incidentes internacionales –uno de ellos, cuando le ofreció asilo al presidente hondureño Manuel Zelaya, tras ser derrocado mediante un golpe cívico-militar–, la nueva presidenta se ha mostrado más permeable a las críticas y dispuesta a dejar actuar a los diplomáticos brasileños. Otro rasgo que revela los contrastes entre el uno y la otra es el posicionamiento con respecto a Irán.

Posturas de cara a Irán y Estados Unidos

Rousseff tiene interés en mejorar las relaciones con Washington, haciéndolas más cordiales y productivas.Imagen: dapd

Carlos Pio, politólogo de la Universidad de Brasilia, sostiene que el ex presidente se esmeró en “apaciguar a los grupos a la izquierda del espectro político nacional” y ese empeño propició una confrontación directa con Estados Unidos; un caso emblemático es la insistencia de Lula en solucionar el impasse de la comunidad internacional con Irán por la vía diplomática. La intención de Rousseff de dar un golpe de timón quedó clara en marzo, cuando Brasil votó a favor de la resolución del Consejo de Derechos Humanos de la ONU y se distanció del Gobierno de Teherán.

Las directrices del actual ministro de Exteriores brasileño, Antonio Patriota, también dejan en evidencia el interés de la administración Rousseff en mejorar las relaciones con Estados Unidos, haciéndolas más cordiales en materia de política internacional –sin sacrificar el espíritu independiente demostrado por Brasil en los últimos años– y más productivas en el área económica. Uno de los objetivos de la presidenta es reducir el saldo desfavorable de Brasil en la balanza comercial con los estadounidenses, que en 2010 llegó a casi 8 mil millones de dólares.

Continuidad, una promesa difícil de cumplir

La gran promesa de Rousseff fue darle continuidad a las políticas de Lula que habían probado ser exitosas.Imagen: AP

Pio aclara, sin embargo, que la abstención de Brasil –junto a China, Rusia, India y Alemania– en la votación del Consejo de Seguridad de la ONU sobre si usar o no la fuerza militar en Libia no debe ser percibida necesariamente como un cambio de vientos en Brasilia. “A nivel retórico, la diplomacia brasileña siempre defendió la democracia. Pero en la práctica, se ha abstenido tradicionalmente de apoyar medidas que afecten la soberanía de los Gobiernos nacionales, incluso en los casos de los Gobiernos autoritarios”, explica Pio.

Electa en segunda vuelta en octubre de 2010 con 55,7 millones de votos –cerca del 56 por ciento de los votos válidos–, la gran promesa de Dilma fue la de garantizar la continuidad de políticas económicas y sociales que habían probado ser exitosas y que le permitieron a Lula separarse del poder con un 87 por ciento de aprobación popular. Sin embargo, Rousseff ya enfrenta dificultades para seguir impulsando los proyectos de su predecesor.

Obstáculos a la vista

Los sectores más pobres de la población: la cantera de donde salió la mayoría de los votos que llevaron a Rousseff al poder.Imagen: DW

El excesivo gasto público, el fortalecimiento del real frente al dólar –que perjudica la competitividad de los productos nacionales en el extranjero–, y una inflación que amenaza con superar los límites establecidos son tópicos que la oposición no desaprovechará como blancos de crítica. Aunque Rousseff ha hecho hincapié en que luchará contra la inflación, algunos analistas sugieren que su Gobierno no se esforzará en mantenerla a raya como lo hizo el de Lula.

“El Banco Central no se ha mostrado tan fuerte en la defensa del ajuste fiscal ni demasiado intolerante en relación con la inflación”, dice Pio. A sus ojos, todo parece indicar que el Banco Central dejará que la inflación siga su curso hasta superar el tope fijado como digno de alerta y eso sería injustificable. De ser así, está por verse cómo Rousseff, quien tiene fama de aplomada, soporta las críticas de los sectores más pobres de la población, la cantera de donde salió la mayoría de los votos que la llevaron al poder.

Autores: Mariana Santos / Evan Romero-Castillo
Editor: Pablo Kummetz

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