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¿Dinero para Siria? ¡Primero levanten las sanciones!

13 de marzo de 2019

La UE y la ONU planean reunir dinero para Siria, pero más efectivo sería levantar primero las sanciones que pesan sobre ese país; esas medidas punitivas perjudican ante todo a la población civil, opina Matthias von Hein.

Syrien Symbolbild
Imagen: Reuters/M. Djurica

Representantes de más de ochenta y cinco Estados viajarán a Bruselas para asistir a la Conferencia de Donantes para Siria, atendiendo a la invitación extendida por la Unión Europea y las Naciones Unidas. Hace un año se reunieron cuatro mil millones de dólares en un evento celebrado con fines similares; esta vez, los organizadores aspiran a obtener mucho más dinero.

Esos son recursos que Siria necesita urgentemente. Tras ocho años de guerra, buena parte de sus ciudades han sido destruidas; la infraestructura quedó reducida a escombros. La ONU estima que los costos de la reconstrucción ascenderán a 400 mil millones de dólares. Sin embargo, la ayuda para la reconstrucción es un tema tabú en Bruselas porque Bashar al Assad sigue detentando el poder en Damasco. Y nada remotamente parecido a un respaldo para Assad puede ser discutido.

Matthias von Hein, comentarista de DW.

La política, el arte de lo posible

Suele decirse que la política es el arte de lo posible. Si eso es así, entonces será necesario aceptar el hecho de que, tras una guerra larga, sucia y sangrienta, Assad sigue decidiendo el destino de Siria. Nos guste o no. Y si la protección del pueblo sirio y de sus intereses es tomada en serio, habrá que crear las condiciones que propicien la reconstrucción nacional. Para conseguirlo ni siquiera hay que transferir dinero hacia Damasco: bastaría con levantar las masivas sanciones que pesan sobre el país desde 2011 y que fueron acentuadas progresivamente con el paso del tiempo.

Por ejemplo: en noviembre de 2018, antes de que empezara el invierno, el Ministerio de Finanzas de Estados Unidos puso bajo sanción el transporte de petróleo y gas hacia los puertos sirios. La consecuencia: el combustible comenzó a escasear y a encarecerse. Como los costos de transporte aumentaron, explotaron también los precios de los alimentos. De ahí que, ahora, dos tercios de la población siria viva en estado de pobreza extrema, según datos de la ONU. 90 por ciento de quienes viven en Siria invierten más de la mitad de sus ingresos en comida y no consiguen que su poder adquisitivo aumente al mismo ritmo con que aumentan los precios. Eso hace que vuelvan a caer en la pobreza. Al mismo tiempo cabe suponer que el palacio presidencial de Damasco tiene una buena calefacción y una mesa bien servida.

Es una amarga ironía que medidas fundamentadas en la preocupación por los derechos humanos de los sirios estén enfatizando, de facto, la crisis humanitaria en ese país. Por sí solas, las sanciones que la Unión Europea impuso sobre Siria abarcan catorce categorías distintas; en ellas figuran cosas esenciales como equipos para centrales eléctricas, gasíferas o instalaciones petroleras y, ante todo, sanciones financieras. Hasta la compra de medicamentos y artefactos para el sistema sanitario gratuito se hace extremadamente difícil debido a las sanciones financieras. La prohibición del comercio de equipos, maquinaria y repuestos contribuye a destruir la de por sí golpeada industria siria. La falta de bombas de agua perjudica directa e indirectamente a mucha gente; entre otras razones, porque paraliza la agricultura.

Por el propio interés de Europa

Con motivo de la Conferencia de Donantes para Siria, la red de organizaciones no gubernamentales humanitarias Oxfam llamó la atención hacia el contrasentido que implica fomentar la repartición de pan en lugar de exigir la restauración del servicio eléctrico para que las panaderías sirias puedan producir, enviar agua potable en lugar de construir pozos y fuentes. Puede que esas ideas hagan sentir bien a los diplomáticos reunidos en Bruselas, pero ellas son degradantes para los habitantes de Siria. Ellos quieren reconstruir sus vidas, no recibir limosnas. Lo que se les impone es un presidio colectivo por los crímenes del régimen de Assad. Pero también quienes viven bajo la dictadura de Assad tiene derecho al abastecimiento eléctrico y de agua, necesita asistencia médica y transporte. Quien realmente quiera ayudar a los sirios no debería ponerles piedras en el camino.

Por cierto, tener eso en mente estaría alineado con los intereses de los propios europeos. El que los sirios tengan un futuro económico es el mejor seguro contra un reforzamiento del yihadismo y del terrorismo. Además, menos personas se encaminarían hacia Europa.

(erc/elm)

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