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¿Qué es la economía feminista?

30 de abril de 2021

“El aporte que realizan las mujeres desde los hogares ha quedado históricamente invisibilizado”, afirman economistas. “Si no es tomado en cuenta, se seguirán profundizando las desigualdades”, advierten.

Symbolbild Teilzeit Frauen
Imagen: Fotolia/easyshooting.de

Las mujeres tienen más dificultad para acceder a los puestos mejor remunerados, ocupan menos puestos públicos y, en ocasiones, no tienen acceso a la educación por el hecho de ser tales.

Estos son solo algunos de los ejemplos de la denominada "brecha de género”, es decir, de las disparidades existentes entre hombres y mujeres en relación a derechos, recursos y oportunidades en diferentes campos.

¿Por qué esto es así? ¿Cuál es la magnitud del fenómeno? ¿Cuáles son sus causas? ¿Podría evitarse? Pues bien, estas son las cuestiones que busca poner de manifiesto la economía feminista.

"La economía feminista incluye la dimensión del género en el análisis de las desigualdades y pobrezas”, explica la economista colombiana Ita María en diálogo con DW.

Y remarca: "La economía 'tradicional' ha estado circunscrita a una visión androcéntrica que deja afuera el análisis de género, pero no por eso es neutral: está pensada por y para hombres”, aclara.

Ita María, economista y autora del libro "Que el privilegio no te nuble la empatía"

"La economía feminista busca ampliar el objeto de estudio de la economía, ya no solo a lo que sucede en el intercambio mercantil y en el ámbito productivo, sino también a la esfera reproductiva, que tiene lugar, principalmente, en los hogares, pero que es necesaria para todo el funcionamiento económico y social”, indica, por su parte, la economista argentina Candelaria Botto, coordinadora general de la Asociación civil Economía Feminita, centrada en la temática.

Trabajo no remunerado: ¿trabajo invisible?

"Este aporte que realizan mayoritariamente las mujeres desde los hogares: hacer las compras, limpiar, cocinar, criar a niños y niñas, cuidar personas mayores, enfermas o con discapacidad, ha quedado históricamente invisibilizado”, refiere la especialista.

Sus consecuencias, en tanto, también suelen ser ignoradas por los análisis tradicionales: "Estas horas de trabajo implican para estas mujeres menos horas para destinar a un trabajo pago, para formarse o incluso para disfrutar del tiempo libre”, correlaciona Botto.

En el mismo sentido, Ita María, apunta: "Nuestras madres tuvieron que cuidar de nosotras porque era el rol impuesto. Eso hizo que tuvieran menos tiempo libre para estudiar, trabajar y lograr independencia financiera. Esto, a su vez, incide en el gasto, en su patrimonio, en su ahorro y en todas las variables de análisis económico”, puntualiza.

Todo lo cual tiene amplias implicancias: "Si esto no es tomado en cuenta, a la hora de plantear las políticas económicas de los países, se seguirán profundizando esas desigualdades, en lugar de cerrar las brechas”, advierte.

Asimismo: "Si lo que se busca es erradicar o disminuir la pobreza, es necesario ver que la pobreza, actualmente, 'tiene rostro de mujer', [N.d.l.R.: Por las razones expuestas, las mujeres tienen más probabilidad de caer en la pobreza], y que si no tengo en cuenta su doble o triple jornada laboral, y las causas de la menor tasa de actividad femenina, no voy a poder generar políticas públicas eficientes, porque voy a estar diseñando políticas para un sujeto que no existe”, explicita Botto desde Buenos Aires.

Candelaria Botto, economista y coordinadora general de "Economía Feminita"Imagen: privat

Así las cosas, el fenómeno descripto no ha hecho más que acentuarse durante la pandemia: "El aumento del trabajo doméstico en los hogares por el acompañamiento escolar que implica la virtualidad, sumado al incremento de los quehaceres domésticos por pasar más tiempo adentro, se corresponde con una menor tasa de actividad de las mujeres en el mercado de trabajo, lo que repercute directamente en sus ingresos, y en la consiguiente expansión de las brechas de género”, describe Botto.

La economía feminista remonta sus orígenes a los años 70 en el continente, con renovado impulso a partir de la década del 90. Sin embargo, sus modos de análisis suponen una perspectiva distinta que aún batalla para ser conocida y, ciertamente, también aceptada.

"Nuestra asociación nació como un blog para discutir con nuestros colegas economistas que decían que la brecha salarial existía porque "las mujeres eran malas negociando sus salarios” o "eligen quedarse en sus casas”, cuenta la coordinadora de Economía Feminita.

"Esto fue en 2015, y hemos avanzado mucho culturalmente”, aclara, "pero los indicadores siguen siendo preocupantes”, asegura. "Por lo que es cada vez más necesario y urgente seguir incorporando la perspectiva de género en las políticas públicas”, afirma.

Una realidad que, con matices, se repite a lo largo y ancho del continente: "Todo lo que lleve la palabra feminista es satanizado por muchos, por temor a tener que ceder privilegios. Y sí hay que cederlos. Por ejemplo, los hombres tienen que hacerse cargo también de las labores del hogar y los trabajos de cuidado se deben redistribuir”, enfatiza María, autora del libro"Que el privilegio no te nuble la empatía" .

"Pero esto, en aras a una sociedad más equitativa y justa para todos y todas”, aclara e invita a la vez.

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