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Ecuador: "profunda desconfianza en el sistema político"

Entrevista realizada por José Ospina Valencia/ pk19 de abril de 2005

Sobre la actual crisis política en el Ecuador, DW-WORLD entrevistó al Dr. Michael Langner, director del Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales (ILDIS) de Ecuador.

Cacelorazo en Quito, exigiendo la renuncia de Lucio Gutiérrez.Imagen: AP


El ILDIS es una institución internacional de la Fundación Friedrich Ebert (FES) de Alemania, organización de orientación socialdemócrata, con sede central en Bonn, Alemania.

¿Sr. Langner, cuál es la actual situación política en el Ecuador?

La situación política en los últimos meses se caracteriza por una creciente inseguridad y cambia prácticamente todos los días. (...) Como proceso continuado se da un desgaste permanente de las instituciones políticas y una creciente pérdida de confianza de la población en esas instituciones.

¿Hay que temer por el orden democrático constitucional en Ecuador?

El orden democrático constitucional ha estado en peligro ya en los últimos meses y no sólo por las protestas actuales. El 8 de diciembre del año pasado fue depuesta la Suprema Corte de Justicia y una mayoría parlamentaria puso en funciones a otra Corte Suprema, en un procedimiento constitucionalmente dudoso.

Ése fue el comienzo de un proceso marcado por huelgas, manifestaciones masivas y, en los últimos días, protestas públicas espontáneas dirigidas contra los políticos en general y exigiendo en particular la dimisión del presidente Lucio Gutiérrez.

Con la decisión del Parlamento, ahora, de retirar a la nueva Corte Suprema luego de estos 4 meses en funciones, quizás la situación se calme un poco. Pero varias cuestiones siguen abiertas. Esa nueva Corte posibilitó por ejemplo el regreso del ex presidente Bucaram, lo que despertó fuertes resistencias entre la población, que ve en Gutiérrez el culpable de la situación.

¿Cuáles son las causas profundas de la crisis política en Ecuador, más allá de los sucesos actuales?

Ecuador tiene una democracia de 25 años, pero en la que no se ha logrado aún despertar una confianza profunda de la población en las instituciones democráticas.

Las razones son sencillas: las instituciones fueron utilizadas por los grupos políticos para ejercer influencia e imponer intereses particulares, económicos y privados. Sobre todo el problema de la corrupción ha aumentado, de tal forma que la población rechaza en general a los políticos.

Ello se manifiesta por un lado en el creciente apoyo a grupos populistas, que hallan eco con promesas simplistas, sobre todo entre las capas más pobres de la población.

Pero por otro lado también se expresa en masivas protestas de la capa media, que ve que la élite política no tiene respuestas a largo plazo a problemas tales como la lucha contra la pobreza y a cómo impulsar a un sostenido crecimiento económico.

Esas protestas, apoyadas por jóvenes frustrados, que hace tiempo que rechazan a los políticos, llevaron a que el presidente Gutiérrez incluso haya declarado el estado de excepción, pero debiéndolo dejar sin efecto un día después, porque la gente no le prestó atención. Por el contrario, las protestas se multiplicaron, organizándose caravanas de autos y cacerolazos.

¿Qué perspectivas ve usted para salir de la crisis?

En este momento existe un vacío jurídico, luego de que la Corte investida en diciembre fuera depuesta. ¿Qué sucederá con las decisiones que esa Corte tomó en sus cuatro meses de actuación de facto? ¿Son válidas o no? (...)

Además hay que hallar un mecanismo para la elección de una nueva Corte. Para destituir a la Corte se logró, bajo la presión de las protestas, una mayoría parlamentaria. Una solución que hasta el Gobierno aceptó, para no quedar como perdedor.

Pero ahora hay que elegir una nueva Corte para salir de la crisis. Parto de que las protestas continuarán e incluso pueden agudizarse aún más, lo que a su vez puede hacer que el presidente declare nuevamente el estado de excepción.

También es posible que Lucio Gutiérrez dimita. Ello significaría que el vicepresidente debería asumir el gobierno. La salida sería luego la creación de una Asamblea Constitucional, en la que estarían representados, sin embargo, nuevamente los partidos políticos. La población no se sentiría eventualmente representada en esa Asamblea. Es decir, que la incertidumbre es grande. El siguiente paso deberá ser la elección de una nueva Corte y en ello se verá hasta qué punto existe una voluntad política de solucionar este conflicto.

¿Qué pueden hacer Alemania y la Unión Europea para apoyar a la democracia en Ecuador?

Una posibilidad sería el fomento del diálogo. Las fundaciones políticas y la comunidad internacional deberían urgir a que las partes sociales lleven a cabo ese diálogo, pues sin ese diálogo la situación puede desembocar en luchas violentas.

¿Cómo se puede calmar a la comunidad internacional, actualmente muy preocupada?

La comunidad internacional no debe calmarse, sino seguir con gran atención este proceso. Sólo ello puede garantizar que se llegue al diálogo. Que el presidente Lagos, de Chile, haya suspendido su viaje oficial a Ecuador hizo, por ejemplo, que el Gobierno se sintiera tan bajo presión que consintió en la destitución de la Corte. También que se haya dejado sin efecto el estado de excepción se debe en parte a las protestas internacionales.

¿Es usted optimista o pesimista en relación con la crisis en Ecuador?

En primer lugar estoy aliviado porque no se ha producido una escalada. Pero a mediano plazo debe serse cuidadoso con el optimismo, ya que los problemas estructurales del país siguen sin solución. Las cuestiones políticas, sociales y económicas no se pueden acometer debido a este continuado conflicto y ello sólo puede empeorar la situación actual.

Por eso existe una cierta presión para hallar en las próximas semanas un mecanismo para elegir una nueva Suprema Corte y eventualmente también una Asamblea Constitucional, que debe mostrar una senda de salida a la crisis.

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