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Edel Rodríguez: “Trump está en la misma liga que Castro”

10 de diciembre de 2018

DW habló en Hamburgo con el cubano-estadounidense Edel Rodríguez, conocido como “el artista más odiado por Trump”, sobre los peligros que acechan al Estado de derecho, incluso en países donde éste se da por invulnerable.

Edel Rodríguez, US-Künstler | Galerie Affenfaust
Imagen: DW/E. Romero-Castillo

A su paso por Hamburgo, donde participa en dos exhibiciones*, el ilustrador comercial, artista plástico y activista político Edel Rodríguez habló con DW sobre el decreto 349 del Gobierno cubano, cuyo objetivo es regular con mano férrea la producción cultural en la Antilla Mayor, y sobre los peligros que acechan al Estado de derecho, incluso en países donde éste se da por invulnerable. Nacido en La Habana en 1971, Rodríguez llegó a Miami en 1980, en el marco del éxodo del Mariel; estudió pintura en el Pratt Institute de Nueva York, donde se graduó con honores; y hoy es considerado el “ilustrador en jefe de Estados Unidos” por el alto impacto político de su trabajo para publicaciones locales de renombre global. Este año, afiches de su autoría fueron expuestos en pantallas gigantes durante el Experience + Innocence Tour de la banda irlandesa U2.

Deutsche Welle: Señor Rodríguez, muchas personas vieron su trabajo por primera vez en la portada del semanario alemán Der Spiegel del 4 de febrero de 2017, donde pintó al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, degollando a la Estatua de la Libertad. ¿Qué significó ese encargo para su carrera como ilustrador?

Edel Rodríguez: Mi pieza Meltdown, que apareció en la portada de la revista estadounidense Time el 22 de agosto de 2016, fue muy discutida; pero la ilustración a la que usted se refiere causó una conmoción diez veces mayor. Esa fue la que puso el foco sobre mí y llevó al diario The Washington Post a escribir sobre mi vida, no sólo sobre mi trabajo. Yo sabía que la imagen de Trump con la cabeza de la Estatua de la Libertad era muy fuerte, pero no imaginé que tendría la recepción que tuvo. Los simpatizantes de Trump se enojaron mucho...

La famosa portada del semanario alemán “Der Spiegel”, publicada el 4 de febrero de 2017.Imagen: DER SPIEGEL/Handout via Reuters

También se molestaron muchos exiliados cubanos en Miami que apoyan la política de Trump de cara al Gobierno de la isla. ¿Eso es problemático para usted, siendo usted mismo un exiliado cubano?

A veces. Pero yo no pertenezco a ningún grupo en particular ni estoy interesado en hacer campaña para uno u otro partido político. Yo quiero observar los sucesos desde fuera y documentar lo que está pasando. Yo asumo una postura contra los autoritarismos de todo tipo y contra las ideas totalitarias, sean de izquierda o de derecha. Para mí, a pesar de sus diferencias, Trump está en la misma liga que Fidel Castro, sobre todo en lo que respecta a los derechos humanos. En otras palabras, yo me busco lío en todos lados.

Hace cuatro años usted participó en una muestra de carteles culturales en Cuba. ¿Cree que pueda volver a exponer su trabajo en la isla? Entre otras cosas, se ha dicho que el decreto 349 le prohíbe a todo artista ejercer su oficio en Cuba sin una licencia otorgada por el Gobierno de Miguel Díaz-Canel…

El Gobierno cubano ya controla todo lo que hacen los artistas de muchas maneras. Por ejemplo, cuando a los artistas les llegan cheques a Cuba, éstos tienen que canjearlos por dinero efectivo en oficinas del Estado. A mis ojos, el decreto 349 es la nueva fachada de un montón de mecanismos que ya existen desde hace tiempo para controlar la actividad artística. Yo deploro eso, pero el problema de fondo es el régimen vigente, el sistema vigente. Hay que apoyar a los cubanos que luchan para cambiar las cosas allá.

Usted comentaba que ahora no sólo se le presta atención a su quehacer como artista, sino también a su biografía. ¿Qué papel juega su experiencia como refugiado en su encumbramiento como comentarista político en un país donde la xenofobia y el racismo tienen tanto peso actualmente?   

Yo trabajo para el diario The New York Times desde hace más de veinte años haciendo comentario político a través de ilustraciones. Pero creo que mi trabajo ha sobresalido mucho últimamente por su carácter desafiante: las mías no son caricaturas chistosas, sino imágenes impresionantes que sintetizan lo que muchos tienen en mente y no quieren decir o no saben cómo articular. Hay muchos artistas que no quieren abordar los temas conflictivos que afloran en Estados Unidos todos los días y eso creó un vacío que yo ayudo a llenar.

Por otra parte, yo llegué a Estados Unidos como refugiado a los ocho años y adquirí la nacionalidad estadounidense cuando tenía veinte. El hecho de que ahora Trump busque razones para deportar hasta a estadounidenses naturalizados hace que mi pasado le dé más filo a las imágenes que yo produzco. Mi trabajo ha sido descrito como el enfrentamiento de David contra Goliat porque esa comparación trae a la mente la imagen de un muchachito, que en principio necesita protección, retando a un presidente de Estados Unidos.

¿No se siente usted vulnerable al estar tan expuesto?

A muchos les interesa saber si yo corro el riesgo de ser deportado. Yo no creo que así sea, pero, sin quererlo, me he pillado preguntándome a mí mismo si debería cargar mi pasaporte conmigo aun cuando viajo dentro de Estados Unidos, o si tendré una experiencia desagradable cuando regrese de Alemania a Estados Unidos, o si alguien puede joderme por no saber dónde están los papeles que me dieron cuando salí de Cuba. Y pensar así me molesta porque, si ese es mi caso, ¡imagine el terror de quienes no tienen la ciudadanía estadounidense!

Por eso entiendo a la gente que prefiere pasar inadvertida. No obstante, yo sí quiero llamar la atención y dejar claro que, como ciudadano de Estados Unidos, yo tengo derecho a decir lo que me dé la gana. No voy a callar ahora. Mi familia y yo salimos de Cuba precisamente para poder expresarnos libremente… Lo interesante es que, hasta cierto punto, mi reputación me protege. Eso es algo que les pasa a muchos artistas que trabajan con contenidos políticos, como el chino Ai Weiwei.

¿Qué lo motiva a pintar e ilustrar, y cuáles son las ventajas de las artes visuales como vehículos de mensajes políticos?

Hay que ofrecer resistencia para que el populismo autocrático y el fascismo no se conviertan en la norma. Porque ese peligro no sólo está creciendo en Estados Unidos, sino también aquí en Alemania y en otros países europeos. Quienes valoramos la libertad y estamos en contra del racismo institucionalizado y otras formas de discriminación, quienes estamos a favor de un mundo moderno y cosmopolita tenemos que dar un paso al frente y articular ideas que lo hagan posible. Hay que dibujar más y escribir más.

Habiendo dicho eso, debo subrayar que las imágenes mueven más que los textos porque lo escrito requiere atención voluntaria. Uno puede resistirse a leer algo, pero el dibujo te atrapa y entra en tu cabeza, te invade y te ocupa en cuestión de uno o dos segundos. Eso es lo que hacen los anuncios publicitarios y los carteles. En el caso de las revistas impresas, éstas llegan a lugares insospechados y sus portadas le hablan a la gente, incluso cuando éstas no quieren oír.

* En la galería Paul Roosen Contemporary (Hamburgo, del 8.12.2018 al 12.1.2019), Edel Rodríguez expone junto a Marc Burckhardt imágenes distópicas cargadas de simbolismo y radicalmente diferentes de la obra gráfica que el cubano-estadounidense ha desarrollado para medios como The New Yorker, Time, Der Spiegel o The New York Times. En los muros y escaparates de la galería Affenfaust (Hamburgo, del 7.12.2018 al 12.1.2019) están expuestas las piezas más conocidas de Rodríguez: sus representaciones del presidente Donald Trump.

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