Los niños indígenas uchunya que sueñan con ser abogados
Enrique Anarte
5 de diciembre de 2019
El sistema educativo peruano sigue siendo en muchos sentidos inaccesible para comunidades nativas de la selva amazónica, como la Santa Clara de Uchunya, en la region amazónica de Ucayali, Perú.
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Siete: uno por cada día de la semana. De las setenta familias que habitan la comunidad indígena de Santa Clara de Uchunya, solo siete personas son "profesionales”. En otras palabras: solo siete individuos han podido formarse para ser otra cosa que cazadores, pescadores o agricultores, según las bondades o penurias del momento lo requieran.
Las coordenadas: distrito de Nueva Requena, departamento de Ucayali, Amazonía peruana. Sin embargo, la geografía -en este caso, el carácter recóndito de la población en medio de la selva- es incapaz de explicar por sí misma por qué aquí llegan los dibujos animados de Peppa Pig, pero los niños y niñas uchunya no llegan a las universidades.
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El colegio de la comunidad está situado junto a uno de los laterales del campo de fútbol, en torno al que parece organizarse el óvalo de construcciones de esta población.
Allí estudian alumnos de la escuela inicial (un nivel después del jardín de infantes) y la escuela primaria. Los alumnos uchunya de secundaria deben asistir a escuelas que están fuera de la comunidad, pero vienen de visita. Según dijeron los docentes a DW, aunque hay 36 alumnos inscritos en total en la escuela inicial y primaria, diariamente asisten a clase solo alrededor de 15.
"Un indígena que se va a estudiar su carrera respalda a su comunidad”, dice a DW Hernán Sanancino, un profesor shipibo de 48 años que vive con los uchunya ya hace algún tiempo. En localidades tan remotas como esta, los profesores no suelen ser miembros de la propia comunidad, sino que son destinados por las autoridades educativas durante un cierto número de años, por medio de un concurso público y de acuerdo a su currículum.
En efecto, todos los sectores de la comunidad insisten en la importancia de que las nuevas generaciones puedan continuar sus estudios más allá de los muros que a menudo impone la selva que les rodea. Con este objetivo se introdujo hace unos años la educación intercultural bilingüe, que aspira a conjugar aspectos de la tradición shipibo -principalmente el idioma- con los conocimientos necesarios para progresar en la estructura educativa peruana, teniendo en cuenta las peculiaridades de los habitantes de la selva amazónica.
Faltan reformas que favorezcan la educación
Una ronda de preguntas entre los menores de la comunidad basta para comprobar que sus expectativas, al menos en el medio plazo, van más allá de las "chacras”, término local para las parcelas de cultivo. Varios quieren emular a estrellas del fútbol, como Messi; otros se inclinan por vocaciones que les llevarían lejos de este rincón selvático. Muchos quieren ser abogados. La lucha de sus mayores por la tierra y el medio ambiente ha calado en sus corazones.
Efer Silvano, jefe de la comunidad de Santa Clara de Uchunya, lamenta que todavía sea difícil para los jóvenes de aquí llegar a la universidad. "Hay discriminación contra los indígenas, pero también es el propio sistema”, dice a DW.
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De acuerdo con Karina Sullón, investigadora peruana en pueblos indígenas, "el sistema educativo en su conjunto aún requiere una reformulación que favorezca la educación de los pueblos indígenas u originarios”. Aunque en los últimos años se ha logrado una apertura hacia la interculturalidad, "el monoculturalismo y el monolingüismo” siguen inscritos en las normativas, afirma Sullón a DW.
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La geografía tampoco ayuda, según esta experta de Lima que trabaja con pueblos de todo el país: "Existe una gran distancia que deben recorrer los estudiantes de comunidades nativas hasta el lugar donde se encuentra la institución superior”. Los kilómetros se convierten en montos de soles a los que los presupuestos familiares indígenas difícilmente pueden aspirar.
Frecuente absentismo de profesores
El absentismo de los profesores también es un problema que denuncian los comuneros. Es frecuente ver a los niños dar vueltas por el recinto escolar, sin nada que hacer, en horas que deberían ser lectivas. Judit Zangano, vecina de la comunidad, critica la situación mientras su hijo, sentado a su lado, escribe en un cuaderno. "Los profesores son muy faltones, a veces no vienen, así que yo les pongo tareas a los niños”, explica.
En una de esas horas de desocupación, Jepsi Naomi Lozano se acerca a hablar con los periodistas de DW. Tiene solo ocho años, pero le han bastado para perder la vergüenza al hablar con extraños. Ella también quiere hablar de su vocación ante el micrófono: "Quiero ser policía”, dice sonriente la niña.
En Santa Clara de Uchunya no hay mujeres policía, pero ella ha conocido a algunas en Nueva Requena, una población más grande, a unos kilómetros de distancia. Preguntada por qué, responde sin perder la sonrisa: "Porque es lindo”. ¿Para defender a los buenos o para arrestar a los malos? Jepsi Naomi ríe. Para ella, eso no es por ahora más que una broma, y contesta: "Para arrestar a los malos”.
Luis García Casas participó en la elaboración de este reportaje.
(cp)
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Santa Clara de Uchunya, un pueblo en lucha en la Amazonía peruana
Los uchunya, una comunidad indígena del pueblo shipibo ubicada en Ucayali, se enfrentan a una empresa de palma aceitera que opera en sus tierras ancestrales. DW los visitó para retratar su vida cotidiana.
Imagen: DW/L. García Casas
Nuestro hogar, la selva amazónica
Santa Clara de Uchunya está situada a pocos kilómetros de Pucallpa. Esta comunidad indígena de la Amazonía peruana forma parte del pueblo shipibo y habita a orillas del río Aguaytía, afluente del Ucayali. Desde hace años, sin embargo, se han visto involucrados en un conflicto territorial con una empresa de palma aceitera.
Imagen: DW/L. García Casas
El reto de liderar una comunidad en lucha
Efer Silvano es el jefe de la comunidad uchunya, un cargo que se renueva cada tres años y se elige por votación. Aunque no hay veto alguno a las mujeres, en la práctica, ninguna ha sido escogida aún para ser jefa. En la imagen, el actual líder viste las ropas tradicionales de este pueblo que, no obstante, han sido excluidas de la indumentaria cotidiana del lugar.
Imagen: DW/E. Anarte
Imagen paradisíaca, realidad más compleja
La cabaña de la imagen da una idea de cómo son las viviendas de Santa Clara. El suelo tiene que estar elevado porque las inundaciones pueden convertir el claro en el que está construida la población en un lago. La elección del techo es muy importante a la hora de hacerse un hogar: la chapa puede proteger mucho mejor de la lluvia, pero también puede producir un calor insoportable.
Imagen: DW/E. Anarte
Un coche para la selva
En la selva amazónica peruana también hay vehículos a motor. Los “motocars” como el de la imagen son esenciales para la movilidad entre las poblaciones más aisladas de la región, especialmente si llueve, porque los caminos se vuelven intransitables para otros medios de transporte. Eso sí, la contaminación de la gasolina y el ruido que producen son el precio a pagar, y difícil de pasar por alto.
Imagen: DW/E. Anarte
La “cocha” es la respuesta a todo
El lago Uchunya, al que los locales se refieren como “la cocha”, es una pieza clave de la organización económica de la comunidad. Cuando no tienen agua corriente, vienen aquí a bañarse o a lavar la ropa. Además, de sus aguas obtienen el pescado que tanto les gusta desayunar. Por supuesto, también es un agradable lugar para pasar su tiempo libre.
Imagen: DW/L. García Casas
Bien acompañado se trabaja mejor
Aunque cada uno tiene sus tierras (las "chacras"), en muchos sentidos la vida aquí requiere de colaboración. Las redes familiares de apoyo son de vital importancia, pero también la cooperación entre miembros de la comunidad. En la imagen, varios uchunya -mujeres, hombres e incluso menores- pelan yuca conjuntamente.
Imagen: DW/E. Anarte
Plátano para desayunar, almorzar y cenar
El plátano no es solo una fruta o un complemento para la ensalada en estas latitudes. La banana es la base de la dieta local y se come en multitud de formas, a menudo frita o machacada. Por eso muchas de las tierras que cultivan los uchunya están repletas de los árboles que dan estos frutos, los cuales resisten muy bien el calor de la zona.
Imagen: DW/L. García Casas
Las reglas del partido son las mismas
El deporte también está enormemente presente en el día a día de la comunidad. Cada tarde, al terminar las labores, se organizan partidos de fútbol masculino entre los vecinos. Las mujeres, mientras tanto, juegan al vóleibol, aunque algunos hombres también se les unen. Como en Europa, el fútbol femenino en igualdad de condiciones sigue siendo un asunto pendiente.
Imagen: DW/E. Anarte
Una iglesia vacía en medio de la selva
Hace años que la comunidad carece de un líder religioso cristiano. De acuerdo con los locales, el último misionero, de nacionalidad estadounidense, abandonó la población por problemas de alcoholismo. En la actualidad, los uchunya no tienen un credo oficial, aunque algunos de sus miembros profesan el cristianismo a título individual.
Imagen: DW/E. Anarte
Soldando bajo el calor amazónico
Neiser es el único mecánico de la comunidad. Aunque la mayoría de los hombres uchunya son autosuficientes y saben construir su casa, cazar, cultivar y pescar, el desarrollo de nuevas necesidades, como la de reparar los motocars, fomenta una relativa especialización del trabajo en esta población indígena.
Imagen: DW/E. Anarte
Frontera y fuente de vida
El río Aguaytía es clave para la economía local, ya que es una importante fuente de pescado. Al otro lado, donde se encuentra en esta imagen el comunero Walter, están las tierras ancestrales donde opera la empresa de palma aceitera. Como consecuencia de la disputa, los uchunya ya no pueden obtener tantos alimentos de la caza como antes.
Imagen: DW/E. Anarte
Arte para comer
La popular artesanía shipibo también está presente en Santa Clara de Uchunya, aunque todos dicen que mucho menos que en el pasado. Cuencos cuidadosamente elaborados como los de la imagen se utilizan para comer y beber, además de ser motivo de orgullo local.
Imagen: DW/L. García Casas
La mejor arma: la sonrisa de un niño
Aunque los uchunya llevan años enfrentados a la empresa que, dicen, les ha arrebatado parte de sus tierras ancestrales, la alegría es un don que nadie ha logrado robarles aún. Tampoco la ilusión de los más pequeños, que pronto tendrán que decidir si continuar con el modo de vida tradicional o intentar estudiar y tomar caminos que los llevarán, al menos a corto plazo, lejos de la comunidad.