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El último duelo

11 de septiembre de 2002

El canciller Schröder logró ganar varios puntos en su segundo debate televisado con su rival conservador, según las encuestas a "pie de pantalla". Los analistas, en cambio, vieron la contienda bastante equilibrada.

Schöder y Stoiber blanden sus argumentos antes las cámaras.Imagen: AP

Las condiciones estaban dadas para que el segundo "duelo" de los candidatos a la jefatura del gobierno alemán se convirtiera en un apasionante enfrentamiento entre el canciller Gerhard Schröder y su retador, el primer ministro bávaro, Edmund Stoiber. Los sondeos demoscópicos de los últimos días arrojaban un virtual empate entre los partidos que los avalan y, a estas alturas, cada punto cuenta. Sin embargo, tampoco esta vez el debate resultó verdaderamente apasionante y no ofreció muchas sorpresas, salvo el papel preponderante que ocupó la política exterior, un tema en general poco apropiado para ganar votos. Pero la crisis iraquí se impone también en la campaña electoral germana.

Irak da puntos a Schröder

Schröder logró cosechar simpatías en el debate con su categórico rechazo a una intervención militar en Irak. Sus argumentos, según los cuales semejante paso pondría en peligro la estabilidad de la alianza internacional contra el terrorismo, a todas luces encuentran eco en la población, al igual que sus críticas al gobierno estadounidense, por haber cambiado el objetivo de forzar la entrada de inspectores de armas a ese país, por el de derrocar a Saddam Hussein.

De poco le valió a su contrincante conservador enarbolar la bandera de las relaciones germano-estadounidenses, a su juicio perjudicadas por la actitud del actual gobierno. Las primeras encuestas terminado el duelo proporcionaron un resultado claro en este punto, a favor del canciller: un 57% aprobó sus planteamientos, mientras Stoiber consiguió sólo un 28% de respaldo.

El desempleo, la bandera de Stoiber

Distinto fue el desenlace en otro tema que dominó el "duelo": el desempleo, al que Stoiber aludió en cada oportunidad que se le presentó. Indudablemente este es el talón de Aquiles del gobierno y el flanco más débil de Schröder, quien arrastra lastimosamente la promesa electoral formulada cuatro años atrás de reducir el numero de desempleados a 3,5 millones.

La realidad, al término de este período legislativo, es que todavía hay más de 4 millones de alemanes sin trabajo. Achacar la responsabilidad de la situación a los problemas económicos mundiales no basta para convencer. Consecuentemente, en este punto las encuestas otorgaron clara ventaja al retador: un 46% estimó que Stoiber presentó mejores argumentos al respecto. El canciller sólo obtuvo aquí un 30% de adhesión.

Cuestión de imagen

Los restantes tópicos abordados, como las posibles coaliciones, la política familiar o la educación, no ofrecieron definiciones tan contundentes. Pero, en realidad, estos "duelos" de televisión apuntan más a las emociones y, en el fondo, son primordialmente una batalla de imagen. En este terreno, el vencedor fue el canciller, que mantuvo una posición de serenidad, reemplazando la agresividad por un cierto dejo de ironía frente al contrincante.

Stoiber, por su parte, volvió a mostrarse seguro y agresivo, en ocasiones demasiado, a juzgar por las opiniones vertidas por el público inmediatamente después del debate. Los primeros sondeos, en todo caso, fueron elocuentes: ante la pregunta de quién lució más convincente, un 50% se inclinó por Schröder y un 28% por su oponente, de acuerdo con la cadena de televisión ARD. En lo que a simpatía se refiere, el actual gobernante aventajó claramente a su rival, por 61 puntos porcentuales contra 19, según la misma fuente.

Estas cifras no hacen mucho más que confirmar que la popularidad de Schröder supera ampliamente a la de Stoiber. Sin embargo, en Alemania el factor emocional no resulta tan decisivo como en Estados Unidos, a la hora de concurrir a las urnas. En consecuencia, es poco probable que un debate televisado como el que presenciaron esta noche dominical los alemanes pueda inclinar la balanza en forma definitiva en las elecciones. Máxime porque en este país no se vota directamente por el canciller, sino por los candidatos al parlamento.

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