El último vuelo de un mito
31 de mayo de 2003Hubo banderitas tricolores, crespones de duelo y hasta uno que otro lagrimón en la despedida del más veloz de los aviones de pasajeros. El Concorde, medio de transporte favorito de las estrellas del espectáculo y los magnates de toda índole, deja las pistas galas después de 27 años de servicio, por falta de rentabilidad.
Fin de una era
El motivo parece un tanto prosaico, tratándose de un hito de la aeronáutica civil. El jet, inconfundible por sus alas en delta, fue el primer avión comercial que rompió la barrera del sonido. "Para nosotros, siempre fue la encarnación de lo inalcanzable", comentó Pierre Henri Gourgeon, subdirector de la aerolínea Air France, que ofrecía vuelos diarios en Concorde a Nueva York. "Es el fin de una era", señaló por su parte el ministro de Transporte galo, Dominique Bussereau.
Los vientos no siempre estuvieron a su favor. Concebido en la década del 60, cuando todavía prevalecía una fe virtualmente ilimitada en las posibilidades de la técnica, el Concorde sólo pudo alzar vuelo tras la crisis del petróleo de comienzos de la década del 70. En 1976 emprendió su primera travesía regular hacia Río de Janeiro. Pero el alto consumo de combustible indujo a diversas compañías a prescindir de esta nave, desarrollada en conjunto por Francia y Gran Bretaña. Así, el sueño de volar a mayor velocidad que el sonido quedó relegado a la ruta del Atlántico norte.
Aterrizaje forzoso
Si bien los Concorde de British Airways seguirán cubriendo la ruta Londres- Nueva York hasta el mes de octubre, el cese de los vuelos supersónicos ya es cosa definitiva. Su destino quedó virtualmente sellado el 25 de julio del 2000, cuando un Concorde se precipitó a tierra envuelto en llamas a poco de haber despegado, causando la muerte de 113 personas. Pese a que se invirtieron sumas millonarias en poner técnicamente a punto la flota, la reanudación de los vuelos no tuvo el éxito esperado: coincidió con la profunda crisis provocada por los atentados del 11 de septiembre en la aviación comercial.
Desde entonces, el avión fue cayendo económicamente en picada. Cada vez eran menos los pasajeros que estaban dispuestos o podían darse el lujo de pagar 8.000 euros por atravesar el Atlántico en menos de cuatro horas, aunque fuera disfrutando de los más deliciosos platillos del arte culinario francés, a 18 mil metros de altura. Los altos precios y la guerra de Irak contribuyeron finalmente a sentenciar al Concorde a los hangares. Pero, desde ya, tiene asegurado un lugar de honor en los museos tecnológicos y en la historia de la aviación.