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El último, y triste, capítulo del ''súperjet'' Concorde

1 de febrero de 2010

La catástrofe en un lugar cercano a París significó el final de toda una era. El mito del jet supersónico Concorde se fue a pique hace diez años, convertido en una bola de fuego que le costó la vida a 113 personas.

El Concorde en su último velo, junio de 2003.Imagen: AP

El último Concorde despegó tres años después del espectacular accidente- la explosión de uno de estos aparatos, en vuelo para la aerolínea gala Air France. Y mañana martes se empezará a escribir, probablemente, el último capítulo en la historia del "súperjet".

Tres meses tendrá un tribunal penal francés para esclarecer si alguien puede ser responsabilizado directamente de la tragedia- un proceso que se seguirá con atención en todo el mundo. En el banquillo de los acusados se sientan la Dirección General de Aviación Civil francesa (DGAC), la compañía que fabricaba el Concorde, Aérospatiale, y la aerolínea estadounidense Continental Airlines. Unas 60 personas declararán como testigos.

Anunciada batalla pericial

El juicio, que se celebrará en Pontoise- una localidad cercana a París-, se espera que sea una verdadera batalla de expertos. Los investigadores oficiales parten de que un trozo de metal en la pista de despegue, una pieza de un avión de Continental, destrozó uno de los neumáticos del Concorde y dio pie así a las llamas que llevaron a la explosión.

Los abogados de la aerolínea estadounidense, sin embargo, cuestionan esta teoría. Según la versión de Continental, que causó recientemente furor en un documental televisivo, las llamas en el aparato se iniciaron antes de que la lámina de metal de 43,5 centímetros de largo golpeara al jet. La causa del accidente sería entonces un error de mantenimiento o el sobrepeso en el Concorde. Casi 30 testimonios se presentarán para apuntalar esa versión.

A antiguos empleados de la DGAC y de Aérospatiale se les acusa en general de no haber advertido sobre los riesgos que entrañaba el Concorde. Según otro informe científico, el trozo de titanio que se encontraba en la pista dañó con el impacto la cobertura del tanque de combustible, incendiándose después el queroseno derramado. Al parecer, la vulnerabilidad del tanque era conocida. Por ello, todos los imputados se enfrentan, entre otros, a cargos de homicidio imprudente.

Restos del Concorde accidentado en Gonesse, cerca del aeropuerto París Charles de Gaulle, julio de 2000.Imagen: picture-alliance/ dpa

Sin valor para las víctimas

Para la mayoría de familiares de las víctimas del vuelo AF 4590, el proceso no tendrá significado alguno. Unos 700 de ellos llegaron a un acuerdo con Air France para el pago de indemnizaciones poco después de la catástrofe. Según algunas estimaciones, la compañía francesa habría desembolsado una suma de unos 173 millones de euros (241 millones de dólares).

Por otro lado, el terreno en la localidad de Gonesse en el que cayó el Concorde tenía que haber sido subastado el pasado viernes. La oferta, sin embargo, no encontró comprador. Los ruidos del cercano aeropuerto Charles de Gaulle recuerdan allí constantemente al desastre.

Adiós a un mito

Las sesiones del juicio se alargarán con toda probabilidad hasta el próximo mayo. "No habrá una sentencia antes de septiembre u octubre", aseguró la portavoz judicial Catherine Thomas-Cabanettes.

Entonces, se habrá puesto punto y final a la vida de un mito de la tecnología. Muchas estrellas de fama mundial y otras que aspiraban a serlo eran clientes habituales del Concorde, sobre todo pilotos de Fórmula 1 y tenistas de la elite mundial. También a Margaret Thatcher le gustaba viajar en el jet, así como a la reina de Inglaterra y al papa Juan Pablo II. El avión supersónico, de 62,1 metros de largo y una envergadura de sólo 25,5 metros, alcanzaba una velocidad de 2.405 kilómetros por hora y era objeto de pura fascinación. Un vuelo de Europa a Nueva York duraba entonces tres horas y media. Hoy, el más rápido necesita el doble de tiempo para el mismo trayecto.

Una vez cerrado el presente proceso, del Concord ya no quedará más que el recuerdo. (dpa)

Editora: Luna Bolívar Manaut

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