Decenas de miles de refugiados menores de edad viven en Alemania. El ataque de un joven inmigrante en un tren regional en Wurzburgo sorprendió a expertos como Niels Espenhorst, que habla de un caso aislado.
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Deutsche Welle: Tras el ataque con un cuchillo y un hacha en un tren regional en Wurzburgo, la atención de la opinión pública se enfoca en los refugiados menores de edad no acompañados. ¿Cómo se sintió cuando se enteró del ataque?
Niels Espenhorst: No esperábamos este ataque, estamos conmocionados. Hasta ahora no hemos constatado ninguna radicalización de los refugiados jóvenes, y advertimos que no se deben hacer generalizaciones. Se trata de un ataque aislado, todavía desconocemos los motivos del agresor. Esto no era previsible.
¿Son los refugiados jóvenes presa fácil para la propaganda radical islámica?
No, al contrario. La mayoría de ellos huyó del terror. Además, la mayoría de los jóvenes son ávidos de aprender. Saben que su éxito en la vida depende de una buena educación. No veo ninguna tendencia hacia la radicalización.
En la vivienda del agresor se halló una bandera del Estado Islámico pintada a mano. ¿Tratan los islamistas de reclutar activamente a refugiados menores de edad?
Los refugiados menores de edad que viajan solos no deberían vivir en los albergues de refugiados comunes. Esas instalaciones no son aptas para niños y jóvenes, y no solo por los intentos de reclutamiento por parte de islamistas. Ahí se vive en una cultura de violencia, porque los habitantes viven apretados, reciben poca ayuda y atención. Esto causa frustración y crea un problema estructural de violencia. De ahí que la única petición válida sea cerrar los albergues y repartir a los refugiados en alojamientos descentralizados.
Entonces, ¿por qué se sigue alojando a tantos inmigrantes jóvenes junto con adultos en los campamentos de refugiados?
No debería ser así, pero de vez en cuando pasa. Últimamente pasa cada vez más seguido. De momento, no se hace lo suficiente para ofrecer una perspectiva a los jóvenes. Hasta ahora vivieron en una suerte de “modo emergencia”. Lo más importante era llegar a Alemania. Ahora debemos alcanzar una normalización. Y este proceso avanza lentamente.
Un refugiado menor de edad no puede solicitar asilo mientras no cuente con un tutor que lo solicite en su nombre. ¿Se debe a ello la falta de perspectiva?
Este es un problema masivo. El Gobierno alemán decidió subir a 18 años la edad mínima para solicitar asilo. En la práctica, muchos jóvenes no pueden pedir asilo porque no se cita al tutor o porque éste no solicita asilo. En ese caso, los jóvenes se ven obligados a esperar hasta alcanzar la mayoría de edad.
¿Es por eso que miles de jóvenes “desaparecen” de los albergues para refugiados?
Este no es fenómeno nuevo. Los jóvenes muchas veces tienen familiares y conocidos con los que se quieren reunir. No obstante, puesto que el reencuentro familiar no avanza muy rápido, los jóvenes intentan llegar por cuenta propia y para ello dependen de traficantes de personas.
Niels Espenhorst es consejero de la Asociación Federal para Refugiados Menores de Edad no Acompañados (BumF, por sus siglas en alemán).
El campo de refugiados de Moria
Los refugiados que llegan a Lesbos son enviados a Moria, para ser registados. Debido a las largas colas, las malas condicios higiénicas y la falta de recusos, algunos lo consideran el peor campo de refugiados del mundo.
Imagen: DW/D. Cupolo
Refugiados y refugiados
Al llegar a Lesbos, los refugiados son separados. Los sirios son enviados al campo de Kara Tepe, donde la mayoría dispone de un alojamiento sólido. Los de otras nacionalidades son llevados al campo de Moria, el primer centro para el registro de personas que dejaron sus países huyendo de la miseria. Allí, los refugiados duermen en carpas o a la intemperie, a la espera de poder viajar a Atenas.
Imagen: DW/D. Cupolo
Demasiada gente
El hacinamiento causa a menudo fricciones, como en esta cola para la comida. De acuerdo con un informe de la ONU, el campamento fue concebido para 410 personas. Sin embargo, hay allí entre 2000 y 4000 refugiados, dice Fred Morlet, que coordina el trabajo de los voluntarios en Lesbos. "Desde el principio faltaron recursos y ahora éste se ha convertido en el peor campo de refugiados del mundo".
Imagen: DW/D. Cupolo
Escasez de alimentos
Ramona Brongers, fundadora de la fundación Live for Lives, comenzó a trabajar con su ONG en Moria después de haber visto un llamado de auxilio en internet. "Preparamos 1.500 raciones al día, pero nunca basta para dar comida a todos", cuenta. Y agrega: "Ayudamos como podemos, pero los problemas son enormes y las organizaciones más grandes no asumen la responsabilidad".
Imagen: DW/D. Cupolo
"Dormir entre la basura"
Brongers relata que sus 36 voluntarios se vieron superados por las labores de aseo y recolección de desperdicios. "Mire a su alrededor, la gente duerme en la basura", dice Brongers. Acota que "es imposible mantener este lugar limpio; siempre estamos al borde de una epidemia". Hace poco se reportó un brote de sarna en el campo de Kara Tepe.
Imagen: DW/D. Cupolo
Falta de motivación
Morlet reprocha la actitud de los encargados del campamento. "Los funcionarios todas luces no está motivados y a veces no vienen a trabajar, lo que implica que los refugiados no son registrados, mientras sigue llegando más y más gente. Dos horas de dilación significan un desastre humanitario".
Imagen: DW/D. Cupolo
Caminante descalzo
"Caminé de Pakistán a Turquía sin zapatos", dice Fiaz Uddah (al centro), quien espera que llamen su número. "Dormimos así, en estas cajas de cartón. No tenemos mantas", dice por su parte su amigo Israr Ahmed. Y añade: "Hacemos esto porque no queremos que nuestros hijos vivan como nosotros".
Imagen: DW/D. Cupolo
¿Quién decide?
Arshid Rahimi, un afgano veinteañero de Ghazni, dice que su madre lo forzó a partir después de que su padre y su hermana fueran asesinados durante un ataque talibán contra una escuela cercana a su casa. "Mi vida se veía amenazada por los talibán, pero aquí la gente dice que he venido por razones económicas", señala, y pregunta: "¿Quién decide si soy un refugiado o no?"
Imagen: DW/D. Cupolo
"Se parece a Guantánamo"
Algunas familias pueden quedarse en las carpas de Moira, que son escasas, pero Morlet compara el campamento con una prisión. "Con cercos y alambrada de púas, se parece a Guantánamo", comenta. No obstante, predice que el número de refugiados no se reducirá. "Hay quienes dicen que el invierno los frenará, pero el mar es más calmado en invierno", apunta.
Imagen: DW/D. Cupolo
En manos de Dios
"Cuando estaba a bordo del bote en que vine hacia acá, en medio del océano, comprendí que estamos solos, en las manos de Dios", dice Pejman Usefi, un afgano que vivía en Irán. "Si Dios decide salvarte, entonces te salvarás. Así es como veo mi situación en este campamento".