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“El barco blanco de la esperanza”

Marc von Lüpke-Schwarz / Evan Romero-Castillo11 de agosto de 2013

Alemania también participó en la Guerra de Vietnam, pero no con la Bundeswehr, sino con el barco hospital “Helgoland”, que para muchas víctimas civiles del conflicto representaba el último chance de salvar sus vidas.

Imagen: DRK

Construido en 1963, el barco de pasajeros “Helgoland” cumplió sus primeros tres años transitando la ruta entre la ciudad portuaria de Cuxhaven, en Baja Sajonia, y la isla que le dio su nombre, Heligoland; su única misión era llevar de paseo y traer de regreso a familias enteras y trabajadores estresados, ávidos de descanso y diversión. En 1966, un suceso que parecía muy alejado de la realidad alemana cambió el destino de la nave.

Cuando Estados Unidos decidió intervenir en el conflicto interno de Vietnam –la guerra civil entre comunistas y anticomunistas había estallado hacía ya años–, Washington puso presión sobre sus aliados de la República Federal de Alemania para que apoyaran a las tropas norteamericanas en el país asiático. Bonn respondió al llamado, peor no envió a la Bundeswehr, sino al “Helgoland”, tras convertirlo en un barco hospital.

A toda prisa, la Cruz Roja Alemana había dotado a la nave con diez médicos, treinta asistentes, 150 camas, tres salas de operaciones y un laboratorio para atender a los civiles que lo necesitaran; curar a soldados estaba terminantemente prohibido. En septiembre de 1966, guiado por dragaminas, el “Helgoland” arribó a Saigon, la capital de Vietnam del Sur. No obstante, la nave lanzaría el ancla definitivamente frente a la ciudad de Da Nang.

Dos enfermeras del “Heligoland” con uno de sus pequeños pacientes.Imagen: DRK

La clínica más moderna en todo Vietnam

El barco, que estaba protegido por la Convención de Ginebra –su neutralidad debía ser respetada por todas las partes involucradas en el conflicto–, era la clínica más moderna en todo Vietnam, donde sólo había un galeno por cada 17.000 habitantes. Pronto se corrió la voz de que el hospital flotante podía salvar las vidas de enfermos y heridos. Los vietnamitas terminaron rebautizando al “Heligoland” como “el barco blanco de la esperanza”.

La tripulación atendía a la gente gratuitamente, sin preguntar a qué bando apoyaban y sin parar. Curar a los heridos suponía un gran esfuerzo –físico, mental y anímico– para los médicos y sus asistentes porque las balas, las minas y el napalm dejaban los cuerpos de los vietnamitas convertidos en masas deformes, aterradoras. De eso se enteró la población en Alemania cuando la televisora estatal transmitió un documental sobre el “Helgoland”.

“Lo que veo aquí es un montón de niños ametrallados, destrozados”, comentaba allí uno de los enfermeros, preguntándose desesperado si existía alguna justificación para una guerra como la de Vietnam. Alemania estaba bajo schock al ver las imágenes. La misión del “Helgoland” culminó en 1971, cuando se construyó un hospital en tierra firme y el personal de la nueva clínica asumió las responsabilidades de los médicos alemanes.

Hasta entonces, 11.000 personas fueron atendidas ambulatoriamente en el “Helgoland”. Más tarde, los miembros de aquella tripulación crearon una fundación para apoyar a los niños vietnamitas; ésta siga activa hasta el día de hoy.

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